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Brutus Xiruquerus

¿Rajola antisemita?

Realmente había pasado una mala noche. Como mucho, había dormido dos o tres horas. Las enfermedades de mis padres, las malas notas de mi hijo o los problemas del trabajo, entre otros pensamientos obsesivos que no me daban tregua, me habían impedido pegar ojo. Hacia las cinco de la madrugada decidí leer un rato, a ver si así cogía el sueño. Agarré el periódico del día anterior y me dispuse a ojear sus páginas de opinión. Empecé a leer una columna de P. Rajola titulada “El cielo del mal”. A los cinco segundos ya daba la primera cabezada. Sin embargo, me volví a despertar muy poco después —o eso creí recordar más tarde— porque en el duermevela me había parecido leer algo insólito en un escrito de la Rajola: nada más y nada menos que una afirmación nítidamente judeófoba. Decía la eximia todóloga:

«No es la primera vez que hago esta advertencia, pero tampoco sobra repetirla: no caigamos en el error de creer que el judaísmo es estúpido. Detrás de cada acto de violencia hay mucha inteligencia estratégica. Y no me refiero a la ejecución de los asesinatos selectivos, que pueden bascular entre una gran organización y una simple improvisación, siguiendo el manual que plantea una guerra a la medida de cada cuál. Aquello escrito por uno de sus ideólogos de cabecera: “Si eres débil, escupe o insulta, que noten tu odio; si tienes un cuchillo y agallas, úsalo; si tienes una pistola, dispara; si tienes un kaláshnikov, haz una matanza”. Una guerra santa de prêt-à-porter…”».

Francamente, la cosa se ponía interesante viniendo de la Rajola. Un poco más adelante se explayaba:

«Por supuesto, aunque parezca surrealista, aspiran [los sionistas] a la creación de un reino judío universal y esa idea se cuaja con libros, mitos y citas de la Torah, y por tanto no es un relato infantil, sino una estructura ideológica consistente y bien trabada en el universo simbólico del judaísmo militante».

¡Pero que le había pasado a la Rajola!, ¡se había hecho un lío con las pastillas!, ¡se había vendido al oro de Qatar, como el Barça!, ¡menuda tanda de despropósitos! Y la cosa iba a más:

«(…) se ha creado una auténtica subcultura judía al amparo de nuestra pasividad, y esa subcultura, alimentada por rabinos y líderes políticos, ha tejido la espesa red de complicidades que explica las decenas de jóvenes judíos dispuestos a matar, o el hecho de que el agente judío de París estuviera viviendo en el mismo barrio donde nació, después de perpetrar una matanza. No se trata sólo de los judíos sionistas, porque detrás de cada uno de ellos hay muchos círculos humanos que los preparan y los protegen. Y en la lejanía, muchos países amigos y aliados que financian la ideología. Y si no combatimos esa superestructura del mal, el combate a ras de tierra sólo traerá frustración y fracaso».

¡Oh cielos!, ¡Rajola había desenterrado, en pleno siglo XXI, el mito del complot judío universal! ¡Sólo le faltaba citar Los protocolos de los sabios de Sión!

Prácticamente en estado de shock, pensé que debía leer algo más light para calmar mi espíritu y poder volver al regazo de morfeo. Opté por una apasionante tribuna de Josep Miró i Ardèvol sobre la virtudes de la familia cristiana. Eso era otra cosa. A la tercera línea, ya estaba completamente grogui.

A la mañana siguiente, de todas formas, me desperté alterado. ¿Había leído bien?, ¿Rajola antisemita?. Busqué el periódico y después de tomarme un par de cafés bien cargados volví a leer la columna de marras. Enseguida me di cuenta de mi error: entre el sueño y la vigilia, mi subconsciente me había jugado la mala pasada de sustituir sistemáticamente yihadismo o islamismo por sionismo o judaísmo. Rajola no era antisemita, ¡qué descanso!

30 /

3 /

2016

La política electoral, si bien no debe desestimarse, no puede ubicarse en el centro de ninguna acción política radical seria, orientada a cambiar las instituciones que sustentan el sistema político, desmantelar las ideologías hegemónicas y fomentar el tipo de conciencia de masas en que habría de basarse un cambio social y político desesperadamente necesario.

Noam Chomsky
The Precipice (2021)

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