La política electoral, si bien no debe desestimarse, no puede ubicarse en el centro de ninguna acción política radical seria, orientada a cambiar las instituciones que sustentan el sistema político, desmantelar las ideologías hegemónicas y fomentar el tipo de conciencia de masas en que habría de basarse un cambio social y político desesperadamente necesario.
Juan-Ramón Capella
Si algo puede ir mal... pero...
La izquierda ante las elecciones
Los tres elementos que pueden producir un bajón para la izquierda en las elecciones generales residen, de una parte, en la equivocada estrategia de Podemos, redoblada por sus dudosas opciones organizativas como partido; de otra, en la resistencia de una parte de IU a su propia renovación, que mina los esfuerzos unitaristas de Alberto Garzón, así como el deliberado ninguneo de éste por los medios de difusión; y, sobre todo, en la confusión que en la izquierda catalana ha causado el movimiento independentista que rechaza más de la mitad de la población de Cataluña.
Empecemos por esto último: la izquierda política debería haber tomado nota de que en las recientes elecciones catalanas un electorado tradicionalmente fiel a la izquierda reformista en el cinturón de Barcelona se ha volcado hacia Ciudadanos. Eso significa que la izquierda agrupada por Catalunya Sí Que Es Pot no logró presentarse como una opción clara por su manifiesta ambigüedad respecto del independentismo. Esa ambigüedad ha quedado reforzada ahora por la disparatada intervención de Ada Colau en la presión sobre el poder judicial de Catalunya, en apoyo de Artur Mas.
¿Alguien en su sano juicio es incapaz de ver que los jueces ya están en Catalunya más que presionados en los casos en que la acción política puede haber entrado en la ilicitud penal, y también en los casos de corrupción que afectan al partido gobernante y a sus predecesores? ¿Nadie percibe que esos jueces viven en Cataluña, que sus hijos van al colegio aquí, que tienen vecinos independentistas aquí? Las acciones de presión sobre los jueces son directamente parafascistas. Son contrarias a la independencia del poder judicial, por mucho que sea dudoso en este caso el procedimiento judicial. Y si no hay un poder judicial independiente, apaga y vámonos. A Mas le viene muy bien esa presión «patriótica» (!) sobre el poder judicial, igualita a la que libró a Pujol del caso Banca Catalana. Dentro de poco Mas tendrá que verse con la justicia por el caso Palau. ¿Volverán a acercarse a los tribunales esas selectas gentes enarbolando bastones?
Hay un sector importante de Iniciativa, en Catalunya, que está por la opción independentista: se trata de los miembros de ideología más pequeño-burguesa de su dirección encabezados por Dolors Camats. Y está la pasada metedura de pata de Herrera al solidarizarse con Esquerra, CiU y CUP. Hoy los votantes de izquierda y centro-izquierda no cuentan con ninguna opción clara (ni siquiera el reformista y neoliberal PSC es una opción clara).
De modo que en las próximas elecciones hay que dar casi por perdido el voto de izquierda en Cataluña, con todo lo que eso puede acarrear como lastre para la izquierda del resto de España.
Los esfuerzos unitaristas de Alberto Garzón y el sector de IU que le apoya merecen un premio. Ese premio, además, contribuiría a la renovación de IU como una de las bases para una nueva organización de la izquierda en esta crisis.
En cuanto a Podemos, si no rectifica, cada vez está más claro que va a cosechar un sonado fracaso donde se presente en solitario.
Un partido surgido de la rebelión de las plazas y de las mareas, un partido formado a partir del impulso de los de abajo, ha cometido errores serios. Uno gravísimo ha consistido en dotarse de una dirección «de aparato» prácticamente idéntica a la de los partidos tradicionales. Todo el mundo sabe quién manda en Podemos: dos, tres o cuatro personas. El resto «consultivo» es puro adorno.
El segundo error de Podemos ha sido de libro. Los «expertos en ciencia política» (americana) que lo dirigen han buscado virar a la derecha creyendo que ahí cosecharían más votantes que los que perderían por la izquierda. Y por eso tratan como si fuera un competidor los esfuerzos unitarios de la IU de Alberto Garzón. Pero si se compite es sólo por la voluntad de Podemos. Por una vez en muchos años, votar a la alianza unitaria buscada por Garzón y sus compañeros tiene realmente sentido.
Será interesante ver si las personas que se movilizaron en las plazas, los movimientos de las mareas, etc., hicieron con ello un aprendizaje político capaz de permitirles ver sin dogmatismos cuál es la mejor opción en las próximas elecciones generales.
La izquierda real podría volver a ser una oposición potente y necesaria, quizá incluso con el lastre catalán y los demás lastres. En cuanto a quién va a ganar las elecciones, todo apunta al diseño de algo parecido a una gran coalición: la alianza del Psoe y Ciudadanos. Pero la ayuda de la izquierda será esencial para echar al PP del gobierno, que es lo principal, e iniciar una reforma política en la que tal vez se pueda arrancar ganancias para las buenas gentes.
16 /
10 /
2015