¿Cómo viven los vivos con los muertos? Hasta que el capitalismo deshumanizó a la sociedad, todos los vivos esperaban la experiencia de la muerte. Era su futuro final. Los vivos eran en sí mismo incompletos. De esa forma vivos y muertos eran interdependientes. Siempre. Sólo una forma de egotismo extraordinariamente moderna rompió esa interdependencia. Con consecuencias desastrosas para los vivos, ahora pensamos en los muertos en términos de los eliminados.
Pau Francesch Sabaté
Pseudociencia e ideología transhumanista
A propósito de "Ens farem humans? Un homo sapiens amb consciència crítica d’espècie", de Eudald Carbonell
El presente auge de las disciplinas tecnocientíficas centradas en el dominio y la sintetización de la biología humana [1] ha dado un nuevo aliento a los intentos de construcción de visiones totalizadoras basadas en los contenidos de aquellas ciencias sociales más pretensiosas por lo que respecta a su objetividad, como la sociobiología y la bioeconomía. Transcurridas más de cuatro décadas de la publicación de Sociobiología. La nueva síntesis de E. O Wilson, proliferan múltiples discursos fundamentados en una teoría del conocimiento que, a partir de la generalización de conceptos como la energía o la información [2] a niveles metafísicos de abstracción, defiende la plausibilidad de un puente explicativo entre la realidad biológica del material genético y la realidad cultural del pensamiento humano, concretada en la socialización generalizada de la técnica cibernética y el mundo digital.
Esta vez, sin embargo, la tentativa de Eudald Carbonell ha ido más allá. En su última obra, Ens farem humans? el autor se adscribe explícitamente [3] al hilo discursivo de los recientes filósofos y científicos autoproclamados “transhumanistas” [4], a partir de la defensa de un programa de planificación técnica de la evolución para la especie humana. Su pretensión de transcender el humanismo no es meramente técnica por lo que respecta al proyecto de una “evolución responsable”, “lógicamente planificada” [5] e iniciadora de un proceso de autoconstrucción como especie, sino manifiestamente política. Carbonell empieza el ensayo con la situación de su programa futurible “en un mundo donde la consciencia substituya los valores establecidos” [6], una trans- o supra-consciencia fruto de la total interconexión y superación armonizante de la diversidad humana, que hará posible prescindir de los valores como herramienta emancipadora e identitaria universal: “nos conviene transgredir los valores y substituirlos por la consciencia evolutiva integrada” [7].
El hilo argumental del autor —prolífico en razonamientos de inspiración hegeliana poco pertinentes en el ámbito estudiado— parte de la tesis de que la modificación tecnológica del propio material genético y atributos en un sentido amplio, a pesar de que se trata de una decisión que la especie debe afrontar conscientemente, viene siendo una realidad latente en el despliegue histórico de la información genética humana natural, tendente a una forma superior de consciencia de orden cósmico. Se trata de la idea que la capacidad de adaptación tecnológica al medio del ser humano, partiendo de la elaboración de herramientas rudimentarias hasta la actual producción masiva de microprocesadores, demuestra la causalidad de origen natural existente detrás de la futura autoproducción dentro del sistema social y económico [8].
En sintonía con la fundamentación naturalista de sus tesis, Carbonell apuntala el desarrollo de un particular derivado sintético del concepto de evolución (la evolución integrada) en elementos del marxismo demasiado frecuentemente empleados sin rigor alguno [9]; una concepción cientificista del materialismo dialéctico que da pie a discursos deterministas y proféticos por lo que respecta al curso de la historia y a la concepción hegeliana de la realidad como una totalidad explicable y de intrínseco sentido histórico. Su resultado es la persistencia de razonamientos próximos a la dialéctica de la naturaleza de Engels [10].
La noción de evolución integrada [11] es expuesta por Carbonell como un concepto-puente indispensable para la comprensión de la autocreación de la especie. Esta es presentada como una superación del concepto de coevolución, el cual —fruto del impacto que tuvo la teorización de Darwin en Marx— nació con la finalidad de conferir una base teórica susceptible de demostración empírica a la explicación del cambio histórico en base a las condiciones materiales ecológico-productivas y las relaciones sociales que en éstas se dan [12]. No obstante, descontextualizando la idea de Marx según la cual la naturaleza o “esencia humana no es ninguna abstracción inherente a cada individuo [sino] en su realidad, el conjunto de las relaciones sociales” [13] (o en palabras de John Bellamy, “el autodesarrollo de la naturaleza humana a través del intercambio social”) [14], Carbonell hace un uso indebido de esta fundamentación materialista del carácter socialmente evolutivo de la esencia humana, con objeto de borrar toda línea distintiva entre los campos de la biología, la cultura y la tecnología, y así defender el carácter natural —y de paso lógico— de su programa integrado de evolución “autopoiética”.
La evolución nunca ha sido un proceso autodirigido —más allá de las aportaciones neolamarckistas sobre la existencia de factores o principios orientadores de las mutaciones adaptativas—: se trata de una categoría creada, una construcción explicativa ideada para designar y agrupar el conjunto de procesos mutacionales (más o menos azarosos) de adaptación al medio, en tanto que fenómeno biológico generalizado. No obstante, siendo más o menos azarosos, no intencionales y de base biológica, consiste en un agregado de sucesos comúnmente destinados al cajón genérico de “lo natural”.
La última pieza en la estructura del ensayo, la cual queda recogida en el subtítulo de la obra, es la consciencia crítica de especie. En tanto que planteada como forma superior de consciencia holística o de orden cósmico y de base estrictamente técnica, constituye un concepto diametralmente opuesto a la formulación original de M. Sacristán. Si bien ambos autores conciben la conciencia de especie como una respuesta indispensable a los retos ecológicos impuestos por la mundialización del capitalismo, para Carbonell se trata de la última fase del proceso de humanización, en la cual los valores morales serán superados en tanto que mera técnica o estrategia adaptativa [15].
Como criticó Sacristán, la creencia en la posibilidad de superar la moral como fenómeno humano constituye una forma de reduccionismo e imperialismo epistemológico. El enfoque de Carbonell se fundamenta en la tradición sociobiologista de E.O. Wilson, concretamente en la tesis de que “la conducta humana —como las capacidades más profundas para la respuesta emocional que la orientan y la guían— es la técnica tortuosa por medio de la cual el material genético humano ha sido y será conservado intacto. No es posible demostrar otra función definitiva de la moral” [16]. Solo la confusión entre técnica y moral puede dar pie al planteamiento de la superación de esta segunda.
Además, la consciencia de especie puede operar en la teorización de Carbonell como un elemento difuminante de las causas sociopolíticas de aquellos desarrollos de la tecnociencia social y ecológicamente perniciosos. En tanto que la categoría de evolución integrada no reconoce más agente que la especie detrás de la dirección que han tomado la ciencia y la tecnología en el sistema capitalista. Desde este punto de vista, la información y la energía fluyen de forma lógica para modificar técnicamente el entorno, el cerebro y la cultura, respondiendo a las necesidades objetivas del progreso de toda la especie.
Concluyendo, una lectura crítica de Ens farem humans? no puede dejar de lado que toda crítica de las relaciones sociales que han impulsado el desarrollo de la cibernética, la biotecnología y el conjunto de ciencias que posibilitan la modificación de la condición humana, en lugar de esperar una socialización desinteresada e igualitaria del saber tecnocientífico, debe buscar la identificación de las relaciones de producción y los intereses clasistas que guían y financian su desarrollo. Es imprescindible adoptar una perspectiva que sitúe el punto de partida en el análisis del peso político e histórico que ejerce la tecnociencia contemporánea sobre la forma de vida, los valores, la ideología y los intereses productivos que requieren su existencia, y no calificarla como un bien o incluso un derecho a universalizar.
Notas
[1] Nanotecnologías, biotecnologías, tecnologías de la información y ciencias cognitivas; en ocasiones designadas conjuntamente con el acrónimo NBIC.
[2] “Siempre resulta interesante ver como se diseñan los títulos, sobre todo si los conceptos explican cosas diferentes pero análogas tanto del mundo biótico como del abiótico”. CARBONELL, E. Ens farem humans? Un Homo sapiens amb consciència crítica d’espècie, Cossetània Edicions, 2015; p. 31.
[3] La adhesión de la obra de Carbonell a la ideología transhumanista resulta tan radical que el mismo título del ensayo pone de manifiesto una de las principales contradicciones de ésta. Una ideología que menosprecia y recela de la condición humana hasta el punto de darla por inoperante y obsoleta solo puede concluir que aquello que merece ser considerado humano no tiene aún existencia. Dicha concepción degrada el estatus moral, político y socioeconómico del conjunto de la especie humana o, al menos, a aquellas personas y clases que no tengan acceso o disposición hacia la supuesta condición transhumana, la cual parte del consumo de bienes e intervenciones tecnológicas, así como la participación en las redes que de éstas se desprenden.
[4] Nick Bostrom, fundador de la World Transhumanist Association (juntamente con David Pearce) ha definido el transhumanismo como “un movimiento cultural, intelectual y científico que afirma el deber moral de mejorar las capacidades físicas y cognitivas de la especie humana y aplicar al hombre las nuevas tecnologías, con el fin de eliminar los aspectos no deseados e innecesarios de la condición humana: el sufrimiento, la enfermedad, el envejecimiento e incluso, la condición mortal” [An history of Transhumanist thought, 2005]. CORTINA, A. “Singularidad tecnológica”, La Vanguardia, 29 de septiembre de 2013.
[5] CARBONELL, E. Op. Cit; pp.80, 91.
[6] Ibíd., p. 31.
[7] Ibíd., 79.
[8] “La naturaleza también lo ha hecho y por eso estamos aquí». «La evolución responsable se podría definir como la capacidad humana de formar parte consciente de la evolución e intervenir para modificar lea leyes de la naturaleza acelerándolas pero controlando sus efectos” CARBONELL, E. Op. Cit; pp.100, 83.
[9] SACRISTÁN, M. Sobre Marx y marxismo. Panfletos y materiales I [“El trabajo científico de Marx y su noción de ciencia”]. Icaria Editorial, 1983.
[10] Ibíd., p. 30. El ensayo de Carbonell se sustenta sobre la indistinción teórica entre el pensamiento dialéctico y aquellas generalizaciones pseudocientíficas que pretenden integrar bajo las mismas leyes “evolutivas” la biología, la economía, la sociedad y la tecnología. De acuerdo con Sacristán, la dialéctica —tal y como Marx la entendió— consistía en un método, una forma general de pensar o “estilo intelectual”; de ninguna manera aquello que actualmente se entiende por método científico, ya sea de tipo empírico o lógico-matemático. SACRISTÁN, M. Pacifismo, ecología y política alternativa, Icaria Editorial, 1987; p. 114.
[11] “La evolución integrada debe subministrarnos energía para construir el futuro donde podremos ser modificados genéticamente e intervenidos científicamente. En un proceso como este, será básico reconocer nuestra realidad para poderla cambiar; sin esta perspectiva, la humanidad entrará en un callejón sin salida. No resulta fácil transformarse en consciencia cósmica y asumir la responsabilidad sin posturas de tipo defensivo”. Ibíd., p. 62.
[12] BELLAMY, F. La ecología de Marx. Materialismo y Naturaleza, El Viejo Topo, 2004; pp. 38.
[13] BELLAMY, F. Op. Cit; p. 180.
[14] Ibíd., p. 180.
[15] “La consciencia crítica de especie […] es autorreferente y se basa en la construcción, no de nuevos valores o la recuperación de viejos modelos, sino en la capacidad humana de construir ex-novo, una vez el pasado haya sido seriamente integrado en nuestro conocimiento, a modo de proyecto que se dirige desde el futuro con tal de transformarlo conscientemente” CARBONELL, E. Op. Cit; p. 79.
[16] Citado en: SACRISTÁN, M. Papeles de filosofía. Panfletos y materiales II. España, Icaria Editorial, 1984; p. 458.
Bibliografía
BELLAMY, J. La ecología de Marx. Materialismo y Naturaleza. Buenos Aires, El Viejo Topo, 2004.
BOSTROM, N. “Una historia del pensamiento transhumanista”. Sevilla, Argumentos de Razón Técnica, nº 14, 2011.
CARBONELL, E. Ens farem humans? Un Homo sapiens amb consciència crítica d’espècie. Valls, Cossetània Edicions, 2015.
CORTINA, A. “Singularidad tecnológica”. Barcelona, La Vanguardia, 29.09.2013.
SACRISTÁN, M. Sobre Marx y marxismo. Panfletos y materiales I. Barcelona, Icaria Editorial, 1983.
SACRISTÁN, M. Papeles de filosofía. Panfletos y materiales II. Barcelona, Icaria Editorial, 1984.
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