La política electoral, si bien no debe desestimarse, no puede ubicarse en el centro de ninguna acción política radical seria, orientada a cambiar las instituciones que sustentan el sistema político, desmantelar las ideologías hegemónicas y fomentar el tipo de conciencia de masas en que habría de basarse un cambio social y político desesperadamente necesario.
El Lobo Feroz
Carta a Ada Colau
Pasado ya lo peor del verano, este Lobo urbanita, domiciliado en la Ciudad de los Prodigios, considerada por todos los guiris como una de las mejores ciudades de Europa (a los guiris no hay quien los entienda: ignoran la polución, el ruido, etc.), se pone por una vez muy local y microscópico y quisiera dirigirle a la Alcaldesa de Barcelona una serie de peticiones razonadas que —ahora o nunca— pueden redundar en el mejoramiento material y moral de la vida en la que fue una vez La Rosa de Fuego.
Pero vaya en primer lugar un lamento. Creo que en vez de atraerse las iras de una parte de los barceloneses bienpensantes y bien integrados por la retirada del busto de Juan Carlos de Borbón, el Consistorio podría haber aprobado un acuerdo más amplio e incluyente: que Barcelona no tribute jamás monumentos, calles, plazas u homenajes de este tipo a nadie hasta después de su muerte. A ninguna persona viva hasta después de su muerte y pasado un plazo de tiempo prudencial. Se evitaría así el odioso y manifiesto pelotilleo que el paso de los años pone al descubierto y nos avergüenza o debería avergonzar.
Ciertamente, el ayuntamiento debe hacer lo posible por mejorar las condiciones de vida de los vecinos más desfavorecidos, tal como está en el programa de Barcelona en Comú. Eso ante todo, y tiene todo el apoyo del Lobo. Pero en la medida en que las peticiones que siguen no implican incremento del gasto, o a lo sumo uno mínimo, no estará de más por mi parte formularlas y por parte del ayuntamiento atenderlas y materializarlas:
1. Una modestísima proposición: que se decrete un día a la semana, un triste y único día, de lunes a viernes a elegir por cada usuario, en que los automóviles de turismo no circulen por la ciudad. En definitiva, un PROGRAMA HOY NO CIRCULA. Cada turismo con una etiqueta (por no decir ‘pegatina’, que es palabra monjil y aculturada) indicativa del día en que ese coche libra. Esta medida tendría por finalidad mejorar la calidad del polucionado aire barcelonés, y facilitar que los acostumbrados a usar innecesariamente el auto todos los días descubran alternativas a sus modos de desplazamiento, acaso con muestras de solidaridad con vecinos o compañeros de trabajo.
Esta disposición es necesaria y urgente. Algunas calles barcelonesas —y sus vecinos— soportan muchísima más circulación que las autopistas. Además puede verse como una medida experimental, para no cerrar de momento el acceso al centro urbano al automóvil privado.
2. Rectificar algunos carriles bici. Los técnicos municipales casi siempre han tenido la preocupación principal de asegurar la circulación sin accidentes de las bicis, pero en muy pocos casos se ha pensado en resguardar mínimamente de la polución los pulmones de los ciclistas. Un buen ejemplo de lo que se demanda es el carril bici de la calle Provenza en algunos tramos, en el que los ciclistas están muy al resguardo de atropellos y también, un poco, de la polución; y un mal ejemplo, en cambio, los recientes carriles bici de la Diagonal reformada y del Paralelo, donde los ciclistas han de respirar los tubos de escape de coches y motos a ambos lados del carril bici. ¡A ti te rogamos, Ana Colau, por nuestros pulmones!
3. Una medida de embellecimiento estético: el Lobo que suscribe solicita la retirada del obelisco [1] ubicado en el cruce de la Diagonal con el Paseo de Gracia, símbolo fálico sexista sin mérito artístico ninguno, y la colocación en ese lugar de una de las más bellas esculturas barcelonesas, la Dama del paraigua, una obra de arte simpática y pacífica, tal como la ciudad misma pretende ser, coherente con las avenidas que se cruzan en el Cinc d’Oros, escultura actualmente desconocida por muchos barceloneses al llevar años cautiva en el recinto del Zoo.
4. Una medida de embellecimiento moral: el envío a los almacenes municipales, o bien directamente a la fundición, de la escultura y monumento situados junto a la plaza de Antonio López, cuyo nombre también habría que cambiar. Ya lo hizo la República y el franquismo lo recuperó erre que erre. Una Barcelona multicultural no puede tener un monumento a un negrero a la vista de todo el mundo.
Tampoco estaría mal que se devolviera su nombre al pasaje La Canadenca [2], para muchos modesta rememoración de una huelga general que los barceloneses no debemos olvidar. O que se llevara a los almacenes municipales la estatua de quien financió los bombardeos italianos sobre Barcelona en la guerra civil. Claro que esto último quizá sea demasiado pedir, dada la sensibilidad de la piel de algunos convecinos. Que sin duda afearán cualquier decisión de la actual mayoría municipal como si les fuera la vida en ello.
El Lobo Feroz que suscribe estas líneas le desea a la mayoría municipal valentía. Así quienes la forman se diferenciarán también de quienes les han precedido, que en vez de valentía tenían osadía: la de gobernar la ciudad en favor de los ricos y en perjuicio de los pobres. Que el diablo se los lleve, a ser posible, por muchos años.
[1] El obelisco formó parte, en tiempos, de un monumento a Pi i Margall; se debería instaurar en Barcelona un verdadero y bello homenaje a este gran referente del federalismo.
[2] El Lobo no se atreve a sugerir lo que sería más justo: la sustitución del nombre de la calle Balmes por ‘carrer de la Vaga de la Canadenca’ o, alternativamente, por ‘carrer de Francesc Ferrer i Guardia’ (aunque también se podría dar este nombre a la placeta donde actualmente está el monumento al negrero, o a la plaza contigua). Los burgueses de la ciudad se despejarían un poquito enviando a Balmes al museo de las antigüedades.
15 /
8 /
2015