La política electoral, si bien no debe desestimarse, no puede ubicarse en el centro de ninguna acción política radical seria, orientada a cambiar las instituciones que sustentan el sistema político, desmantelar las ideologías hegemónicas y fomentar el tipo de conciencia de masas en que habría de basarse un cambio social y político desesperadamente necesario.
Ernest Cañada
Camarera de piso, un trabajo cada vez más precario
El trabajo de las camareras de piso es esencial para el funcionamiento de los hoteles. Se trata de un trabajo hecho por mujeres, que se dedican a limpiar las habitaciones de estos establecimientos y en la mayoría de casos también sus áreas comunes, como la recepción, las escaleras, las salas o los baños de uso público. Habitualmente constituyen entre un 20% y un 25% de sus plantillas laborales. Su función es una de las que más tienen en cuenta los clientes, para los que es esencial que las habitaciones estén limpias y ordenadas. Y a pesar de su importancia, son prácticamente invisibles para la mayoría de huéspedes y de la población en general. El trabajo de las camareras de piso siempre ha sido duro, pero en los últimos años, con la crisis, sus condiciones laborales se han deteriorado mucho. El paro masivo y las reformas laborales han permitido que muchas empresas ajustaran costes por la parte más débil, la del trabajo de estas mujeres. Tres son los factores que fundamentalmente están provocando que sus condiciones se hayan degradado tanto: el incremento desmesurado de la carga laboral, el empeoramiento de las condiciones contractuales y, finalmente, el impacto que esta forma de organizar el trabajo tiene en su salud, tanto física como psíquica.
Más trabajo, siempre corriendo
Estrella tiene unos cincuenta años y hace 25 que trabaja como camarera de piso en Lloret de Mar, tantos como hace que vino de Andalucía. Explica que cada vez se le hace más difícil acabar las tareas que le asignan: «Yo he llegado a hacer 25 habitaciones. Y cuando tienes habitaciones con 4 camas y tienes que sacar 5 y 6 bolsas de basura de cada habitación, no hay quien acabe. Y esto es un día y otro, y otro». Ana Belén también vive en este municipio de la Costa Brava desde hace más de veinte años. Nació en Jaén. Describe así el trabajo que hace: «El horario es de las 8 y media de la mañana a las 4 y media de la tarde. Cada mañana subimos a las plantas y preparamos los carros, repartimos la ropa y nos ponemos a hacer las habitaciones. Yo tengo asignadas 26 habitaciones entre dos plantas. Hay veces que solo con 5 habitaciones de salida ya vas de puto culo. Este es un trabajo en el que no te puedes distraer, como hagas 10 minutos de más en una habitación ya lo arrastras el resto de la jornada. Y hay días que no nos da tiempo ni de cambiarnos la compresa o de ir a mear, porque no tenemos baños para nosotras en cada planta. Siempre tienes que correr». Esta percepción de sobrecarga de trabajo es compartida por la gran mayoría de las camareras de piso en todas partes. No solo tienen que hacer mucho trabajo sino que, además, éste se realiza bajo un ritmo muy intenso, para que se puedan entregar las habitaciones libres, o aprovechar el tiempo que los clientes están fuera. Lourdes, vecina de la Barceloneta, donde ha vivido toda la vida, tiene 31 años y lleva 8 trabajando como camarera de piso en diferentes hoteles de Barcelona. Explica que la presión es siempre constante: «Si el de recepción pide más habitaciones, te meten caña ti. Hay días que haces todas las habitaciones libres, porque te las están pidiendo, y luego cuando ves la hora que es aún te quedan por hacer todas las de los clientes que están alojados en el hotel y tienes que ir a mil por hora». Además, añade, es una tarea que tiene que hacerse bajo la vigilancia constante de las gobernantas. Muy a menudo la estructura arquitectónica de los hoteles, el mobiliario de las habitaciones o las reformas que se hacen en ellos no facilitan el trabajo de limpieza. Tampoco la reducción de personal que antes las descargaba de algunas tareas que ahora tienen que asumir ellas, tal como explica Lourdes: «En el primer hotel donde empecé a trabajar, en 2006, teníamos mucha ayuda. Estaban los valets que te subían la ropa a tu planta y la ponían en el office, y tú solo tenías que ponerla en los carros. También te controlaban los minibares de las habitaciones. Luego, cuando bajabas la ropa sucia ellos la sacaban y te devolvían el carro vacío. Ahora muchos hoteles han suprimido los valets y todo su trabajo lo tenemos que hacer nosotras».
Una contratación cada vez más irregular
El colectivo de las camareras se encuentra muy segmentado. Además de las fijas y fijas discontinuas, que tienen cierta estabilidad laboral, hay otras situaciones contractuales que generan una mayor vulnerabilidad y que les obliga asumir cualquier tarea por miedo a ser despedidas o que no las vuelvan a contratar. Así, la contratación eventual y a tiempo parcial está especialmente extendida. Lourdes cuenta que siempre ha sido eventual: «Me contrataban de año en año». En uno de los establecimientos estuvo trabajando más de cinco años y pensaba que en un momento u otro la harían fija, pero siempre la despedían y la volvían a contratar poco después. Más adelante la emplearon a tiempo parcial en otro hotel: «El contrato era de 5 horas pero cada día hacía 8 o 9, porque me ponían 18 y 20 habitaciones, ir a la lavandería, mirar el minibar, y todo eso en 5 horas. Era imposible, no podía terminar, y todas esas horas de más no me las pagaban. Era problema mío, me decían. Pero por muy rápido que hiciera las habitaciones era imposible en 5 horas hacer todo este trabajo. Allí estuve un año. Aguanté porque no me tenía otra cosa». Lucía es amiga de Lourdes. Se conocen de toda la vida porque son vecinas de la Barceloneta. Explica que ha hecho muchos trabajos pero que en los últimos años ha trabajado como camarera de piso, también eventual. Mientras Lourdes explica que cada día tienen que hacer más horas, Lucía asiente y al final añade: «el problema es que tú tienes un horario, pero en realidad la jornada finaliza cuando terminas tus habitaciones. Y así todos los días, porque es imposible hacer en 6 horas las habitaciones que te ponen. Cada día le estamos regalando a la empresa de 2 a 3 horas. Es muy injusto «. En los últimos años, además de las contrataciones a tiempo parcial o a través de Empresas de Trabajo Temporal (ETT), cada vez son más los hoteles que recurren a la subcontratación de empresas de servicios. Esto hace que las trabajadoras queden bajo un convenio distinto al de la hostelería, sea el de limpieza o uno particular de la empresa de turno, y esto hace que sus salarios sean muy inferiores a pesar de hacer el mismo trabajo.
Iliana llegó de Cuba en 2008. Ahora tiene 34 años. Desde que llegó ha trabajado como camarera de piso en muchos hoteles de Barcelona. Ahora está en el paro porque se le acabó el contrato hace poco, pero dice que ya no puede volver al último hotel donde estuvo porque recientemente «despidieron a todas las trabajadoras del departamento de pisos, incluidas la gobernanta y las supervisoras, y subcontrataron a una empresa externa, y la nueva empresa no se ha querido quedarse con ninguna de las camareras antiguas y ahora les pagan mucho menos». La expansión de las subcontratas está haciendo que en las plantillas de los hoteles puedan convivir personal de diferentes empresas, lo que provoca una división creciente entre sus trabajadoras.
Trabajar gracias a las pastillas
Una de las consecuencias de trabajar de esta manera es el cansancio, el dolor constante y la necesidad de medicarse para poder aguantar la jornada laboral, tal como relata Lourdes: «Yo tomo Enantyum cuando me duele mucho la lumbalgia, porque el ibuprofeno ya no me importa. Puedes ser muy fuerte pero este trabajo te acaba pasando factura. Solo tengo 31 años pero muy a menudo me siento como si tuviera más edad, por los dolores que tengo. Salgo del trabajo demacrada».
Iliana dice que «casi todas las camareras sufrimos dolores de hombro, por todo el peso que tenemos que cargar y por los movimientos que tenemos que hacer cuando hacemos las camas». Al igual que Lourdes también se medica de forma habitual: «Yo no sé si aún tengo hígado, debo tenerlo destrozado, porque cada día tomo ibuprofeno, aparte de las cremas antiinflamatorias y una faja ortopédica. Si no ya no podría ir a trabajar del daño que me hace». Todo esta forma de trabajar hace que el estrés y la ansiedad se conviertan en una constante y sufran insomnio. Iliana explica que es muy normal ver a las camareras llorando. «Cada día ves chicas llorando. Porque no terminan el trabajo, porque les hablan de mala manera, porque las insultan, por la angustia y por la rabia. Por ejemplo es común que te cambien los días de fiesta, y una a lo mejor tiene sus planes o necesita descansar. El contrato que firmas dice que trabajas cinco días y que tienes dos días de descanso, pero yo he llegado a trabajar 21 días seguidos, sin descansar, y eso te hace sentir muy mal».
Estrella, de Lloret, resume muchos de los problemas de salud que son frecuentes entre las camareras de piso: «A mí me han operado del túnel carpiano, tengo las rodillas muy mal, y una hernia discal, y eso me lo he hecho trabajando. No es de estar en casa en el sofá. Yo ya estoy amargada perdida». El trabajo en los hoteles cada vez se está haciendo más precario, y para muchas camareras de pisos ir al trabajo se ha vuelto un infierno cotidiano.
[Fuente: Alba Sud; publicado originalmente en catalán en el semanario La Directa]
26 /
4 /
2015