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Rafael Poch-de-Feliu

El pequeño-gran editor indignado de París

François Maspero (1932-2015)

François Maspero falleció el sábado 11 de abril en París a los 83 años de edad. Editor, autor, traductor y personalidad atípica en el mundo de la intelectualidad parisina. En ese bosque en el que tanto abundan los pavos reales, Maspero era un hombre humilde absolutamente ajeno a toda arrogancia. En su última entrevista (en Mediapart, en septiembre del año pasado) daba la impresión de alguien despreocupado por completo por las apariencias, y, desde luego, desinteresado en cualquier atisbo de gloria personal. Parecía alguien fría y lúcidamente consciente de la insignificancia de una trayectoria como la suya. ¿Qué decir de ella?

Que fue el editor de toda una serie de obras fundamentales para la izquierda de su época, marcada por la guerra, Argelia, el anticolonialismo, el desencanto ante el sistema soviético, el amor a Cuba y la fascinación por América Latina. Muy joven, a los 23 años, y sin dinero, compró una librería en el barrio latino, luego traspasó otra, heredada de un colaboracionista y que llevaba el bonito nombre de La Joie de lire.

Había nacido en 1932, nieto de un egiptólogo (Gaston Maspero) y de un ilustre sinólogo (Henri), cuya obra aún se encuentra en la bibliografía académica actual. Una biografía llena de muertos que le acompañó toda su vida y que quizá determinó su carácter depresivo, compatible con una tremenda tenacidad luchadora, una gran sentido del humor y una gran valentía personal al asumir los riesgos de quien se enfrenta a la injusticia.

El drama familiar comienza en 1944, su hermano mayor, Jean, de 19 años, acusado de haber matado a un oficial alemán en París, huye. En represalia toda la familia es detenida. Antes de que acabe aquel año, Jean muere en un enfrentamiento en las filas de la resistencia. A él, aún niño, lo sueltan pero su padre muere un año más tarde en Buchenwald, mientras su madre regresa por milagro con vida de Ravensbruck. Años más tarde, primero una hija y luego su mujer mueren de cáncer…

En 1959 creó la Editorial Maspero. Su primer libro fue español; un ensayo bastante flojo sobre la guerra de España de Pietro Nenni, “resultado de la vergüenza que nos suscitaba el recuerdo de la actitud de Francia hacia la República española”. De las Editions Maspero, así como de las Editions de Minuit, salieron Los condenados de la Tierra de Franz Fanon, la obra de Tahar Ben Jalloun, John Berger, Paul Nizan, Victor Serge, los monumentales Relatos de Kolymá de Varlam Shalamov y muchos libros censurados como La Question de Henri Alleg (1958), denunciando la tortura en Argelia. Evidentemente, también se editó mucha mediocridad, desde Bernard Henri-Levi hasta bodrios izquierdistas sobre “El hombre nuevo en Albania”, de las que el propio Maspero se pitorreaba al recordarlas. Hubo también revistas históricas como la tribuna anticolonialista Partisans (1961-1973), o L´Alternative (a partir de 1979) en la que se daba voz a la disidencia del Este.

En uno de los países más libres de Europa, el editor Maspero fue condenado en diecisiete ocasiones. En una de ellas le cayeron cinco meses de cárcel por un libro que se metía con… Mobutu, el rey de los dictadores africanos. No los cumplió porque el Presidente Pompidou murió y su sucesor Giscard D´Estaing decretó una amnistía que le benefició, pero estos detalles informan de hasta qué punto las ignominias que hoy se viven con la situación de los Assange, Snowden, etc, los asesinatos de opositores y las guerras por recursos, son un continuo histórico en Europa.

François Maspero era amigo de José Martínez. Diez años mayor, el editor de Ruedo Ibérico era algo parecido a su alter ego español, pues ambos pertenecían a una izquierda a la que no avergonzaba pertenecer y que, precisamente por eso no encajó en la transición española. A Maspero se debe el epitafio más certero de Pepe Martinez, al que siempre llamó José: “murió en el exilio en su propio país”, dijo.

En los años setenta, cuando tanto las librerías de Martínez (rue de Latran) como la editorial de Maspero eran objeto de atentados con bomba, Maspero fue quien puso la cara, como director formal, de la revista Cuadernos de Ruedo Ibérico, la más interesante y abierta publicación del antifranquismo. La ley francesa exigía un director francés, así que en 1972, cuando en Madrid juzgaron a Luciano Rincón como autor de una biografía de Franco (bajo el seudónimo de Luis Ramírez), Maspero se presentó a declarar. Dijo que el autor era él y no Rincón y alegó dos motivos; el primero que era un maniaco de la injuria al jefe de Estado extranjero y que por eso había sido ya condenado en su país por injuriar a Mobutu (la analogía no gustó), el segundo porque el padre de su esposa, Miguel González Batlle, había sido fusilado en 1939 en Barcelona. “Evidentemente fui detenido a la salida del tribunal e inmediatamente expulsado del país”, recordó en 2008. “Quizá sirviera para que a Rincón le cayeran cuatro años en lugar de quince”, recordaba.

Durante diez años ambos editores solían desayunar juntos en el barrio. Cuando José Martínez murió, estaba corrigiendo las pruebas del libro autobiográfico de Maspero Le Sourire du chat, que Martínez acababa de traducir al español.

Maspero cerró su editorial en 1982 y dejó su librería, en la que los estudiantes del barrio latino robaban libros, a veces con el consentimiento izquierdista de los empleados, por aquello de que “la cultura no debe pagarse”. Maspero se negó siempre a colocar un sistema de vigilancia en su librería. Algunos cretinos creían que era un hombre rico. No lo era en dinero, pero sí en muchas otras cosas, como queda dicho. Al final de su vida lamentó no haber dedicado más energía a la poesía.

 

[Fuente: La Vanguardia]

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2015

Mas no por ello ignoramos
que también el odio contra la vileza
desencaja al rostro,
que también la cólera contra la injusticia
enronquece la voz. Sí, nosotros,
que queríamos preparar el terreno a la amistad
no pudimos ser amistosos.

Bertolt Brecht
An die Nachgeborenen («A los por nacer»), 1939

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