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Agustín Moreno

Grecia ya no tiene miedo

Antes de Cristo los griegos inventaron la tragedia. A principios del siglo XXI la troika la reinventó para ellos y desde hace seis años están viviendo una sin precedentes. Desde que estalló la crisis de 2008, Grecia ha sufrido una brutal transferencia de plusvalía de los trabajadores y de las clases medias a la élite financiera. Es un país en bancarrota con un pueblo viviendo una pesadilla: han sido engañados, robados, saqueados y ahora amenazados. Han soportado la violencia policial y la fascista, con el resultado de asesinatos de jóvenes y militantes. Han respondido con muchas manifestaciones y un sin fin de huelgas generales. Ahora los griegos han votado sin miedo y Syriza ha ganado ampliamente las elecciones.

Grecia ha sido esquilmada por la especulación financiera y empresarial y por unas élites corruptas y clientelares. Dice Márkaris en La espada de Damocles (Ed. Tusquets 2012) que en la fiesta de las olimpiadas de 2004 está uno de los orígenes de la crisis: el presupuesto era 2.400 millones de euros y se gastaron casi cinco veces más (11.500). Lo cierto es que 2007 aparece un déficit público del 12%, cuando el gobierno mentía al decir que era del 2,7%. Afrontar esta crisis con rescates y una estrategia de austeridad ha tenido brutales consecuencias.

Así, Grecia ha perdido un cuarto de su riqueza con la crisis y con las políticas neoliberales de austeridad. La pobreza alcanza a un tercio de la población y se ha creado una situación de auténtica crisis humanitaria; los parados son el 26%, la mayoría sin ninguna prestación, y el paro juvenil supera el 50%. La pérdida salarial ha sido enorme, de más de 25%, así como la reducción de las pensiones en un 40%; ha habido salvajes subidas de impuestos indirectos. Se ha producido la privatización y el desmantelamiento de los servicios públicos (cierre de hospitales…), el despido de muchas decenas de miles de empleados públicos, desahucios de familias. Los suicidios por desesperación social hacen que sea el país con la mayor tasa de Europa. El paisaje de desesperanza lo forman trabajadores y clases medias empobrecidas, niños que pasan hambre, personas viviendo en las calles, pobreza energética y jóvenes huyendo en masa al exilio laboral. Es tan grande la violencia que ha sufrido el pueblo griego que hoy tenía poco que perder.

La falacia de la recuperación griega que esgrimía el gobierno de Samarás es puro humo. Como no era suficiente baza electoral, se han volcado en la campaña del miedo. La preocupación de las élites a perder el poder les lleva a desencadenar una campaña como la que les dio resultado en 2012 e impidió el triunfo de Syriza. Desde la UE, el BCE, el FMIMerkel… y hasta nuestro patético presidente de Gobierno han amenazado, advertido y acudido en auxilio de la Nueva Democracia. La derecha ha utilizado, incluso, el recuerdo de la guerra civil (1946-49) desencadenada por el reparto de Yalta. Amenazaban con todos los males del apocalipsis. Pero como ya apuntaban las encuestas, esta vez no iba a funcionar la creación de un clima de terror entre la ciudadanía.

Los términos de la cuestión este 25 de enero eran: seguir con el desastroso memorándum de austeridad, defendido por la derecha (Nueva Democracia) y la socialdemocracia (PASOK), o apostar por otra alternativa. Y ésta es Syriza, la izquierda griega, parecida a Izquierda Unida en su diseño, pero con el tirón electoral de Podemos, capaz de dar cauce a la indignación popular de manera democrática y pacífica. Y se empieza a unir una voluntad de cambio progresista frente a la austeridad y los rescates; frente a la estafa de una deuda contraída por los bancos y endosada a la ciudadanía. Y Alexis Tsipras propone que se cancele la inmensa mayoría del valor nominal de la deuda, imponiendo una moratoria a la devolución, para poder dedicar los recursos restantes al crecimiento. Es puro sentido común: si no se reestructura una deuda de un volumen del 175% del PIB, se hace impagable en las condiciones actuales y seguirá llevando el país a la desesperación y a la miseria.

Las medidas a corto plazo que propone Syriza se concretan en el “Programa de Salónica”, concreto, y cuantificado, que se basa en cuatro pilares: a) un programa que encare la crisis humanitaria para proceder a un rescate ciudadano; b) medidas inmediatas para revivir la economía; c) un plan nacional para volver al trabajo; d) reformas para la transformación institucional y democrática de la administración pública. Este es el reto inmediato del Gobierno de salvación nacional que ha anunciado.

Pero las repercusiones de las elecciones griegas van más allá de la formación de un nuevo Gobierno en el país. Las tiene para la Unión Europea y las tiene también para España. La Unión Europea intentará chantajear a Grecia y al nuevo Gobierno para que no se abra una dinámica de renegociación de la deuda, actitud que sería inmoral desde el punto de vista democrático. Como dice Tsipras “Syriza no es solo una esperanza para Grecia y los griegos, no es la gran amenaza para Europa, sino más bien la voz de la razón”. A la izquierda en España le viene muy bien el triunfo de Syriza como referente, pero también Syriza necesita la victoria de la izquierda en España durante 2015, para fortalecer su voz y su posición ante la Unión Europea y demostrar que hay alternativas a la austeridad. Urge, por tanto, impulsar una Conferencia Europea sobre la Deuda, porque el problema no es solo griego, sino europeo, para reestructurar una deuda que impide el desarrollo y la recuperación económica y social de los países del sur de Europa.

Grecia ha votado contra el “dictak” de la troika y ha sabido distinguir la verdad de la mentira. Ha ganado Syriza a pesar de trampas, como haber dejado fuera del censo electoral a más de 100.000 jóvenes  para que no pudieran votar, pero sobre todo a pesar de la intimidación. Las elecciones griegas demuestran que cuando la dignidad de un pueblo y sus esperanzas están por encima del nivel del miedo, el cambio está servido. Recuperar la soberanía y dejar atrás la tragedia que está viviendo el pueblo griego no va a ser fácil. Para ello se necesita que esa mayoría de las urnas se transforme en una mayoría social movilizada. Porque ahora empieza lo más difícil: vencer los obstáculos existentes, pero también puede comenzar lo mejor. Si se hacen las cosas bien: se abrirá una nueva etapa histórica de renacimiento de la democracia en Grecia y la oportunidad de recomenzar un proyecto europeo al servicio de la ciudadanía.

[Fuente; Cuarto Poder, 26.01.2015]

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La política electoral, si bien no debe desestimarse, no puede ubicarse en el centro de ninguna acción política radical seria, orientada a cambiar las instituciones que sustentan el sistema político, desmantelar las ideologías hegemónicas y fomentar el tipo de conciencia de masas en que habría de basarse un cambio social y político desesperadamente necesario.

Noam Chomsky
The Precipice (2021)

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