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Consejo de redacción de mientras tanto

Grecia: imperialismo frente a democracia

Ha bastado el anuncio de elecciones en Grecia para que el Fondo Monetario Internacional y Alemania se hayan apresurado a establecer un castigo preventivo pensado claramente en clave electoral. Se castiga al país porque se teme que las urnas entreguen el poder a un partido, Syriza, que desafía la lógica de las políticas imperantes.

Una vez más, se pone de manifiesto la existencia de un conflicto directo entre capitalismo y democracia, entre los intereses del gran capital y los de la mayoría de la población. En las sociedades capitalistas desarrolladas se han alcanzado realmente espacios de libertad política relevantes, en gran medida por la acción constante de los movimientos sociales de base, pero este espacio de libertad tiene un límite: no poner en entredicho las reglas del juego que garantizan el poder capitalista. O, en el caso que nos ocupa, ni siquiera eso. Se trata de no tocar los intereses de los acreedores financieros que se han enriquecido con políticas que empobrecen a amplios sectores sociales y que desarbolan los derechos colectivos.

El Fondo Monetario Internacional es la organización que mejor define este orden imperial impuesto por el capital financiero. No se trata de un superimperialismo global totalmente integrado. El capitalismo global pervive en una combinación inestable de competencia y cooperación (competencia, por ejemplo, visible en el mercado energético). El FMI representa una de estas instancias de cooperación del capitalismo financiero orientado a imponer un orden mundial en el que los intereses de este sector prevalecen sobre las políticas nacionales. Y cuenta con el apoyo particular de los países situados en la cúpula de la jerarquía mundial, tradicionalmente Estados Unidos y ahora Alemania. Las élites alemanas han conseguido imponer sus intereses en el diseño de la Unión Europea, del Banco Central Europeo y de las políticas elaboradas para responder a la crisis desencadenada a partir de 2008. Se trata de un modelo socialmente retrógrado y económicamente fallido, cuyo único logro ha sido el de ir sembrando la ruina (y el endeudamiento creciente) de los países en los que se aplican sus recetas, de las que el caso griego es el ejemplo más desarrollado. La cultura imperial de estas élites ha tenido, además, consecuencias funestas en otros aspectos cuando se considera el papel que jugaron en el inicio del conflicto yugoslavo y actualmente en la crisis ucraniana. Ellos, con sus políticas financieras y su política exterior, son los grandes desestabilizadores de Europa, los mayores promotores de una serie de desastres a los que no se ve fin. Cuentan, sin duda, con la animosa colaboración de las élites locales en cada país, que, al menos a corto plazo, consideran que estas políticas ruinosas refuerzan sus intereses. Otra prueba de ello la tenemos en la negociación en total secretismo del TTIP (que, por lo que se conoce, incluye la creación de mecanismos que garantizan una enorme capacidad de control de las grandes transnacionales sobre las políticas públicas), que ya ha recibido el apoyo local de PP, PSOE, UPyD y CiU antes de haberlo podido leer. No es casualidad que, a medida que el desastre económico se propaga, se vayan introduciendo nuevos recortes a las libertades políticas con objeto de evitar que la protesta organizada pueda tener éxito. Un orden económico injusto y desolador requiere un sistema de gobierno autoritario.

Todos los imperios están abocados a poner en práctica respuestas parecidas. Una de ellas es el temor a la caída de las fichas de dominó, a que la pérdida de una pieza arrastre la de otras. Grecia es hoy la pieza en peligro, y, según cómo evolucione, puede generar un proceso que dinamite el actual marco institucional global. Cuando menos, puede poner en peligro el euro y sus políticas asociadas. Por esto la respuesta es la habitual. Aplicar toda la brutalidad posible para impedir que caiga la ficha, para alertar a posibles seguidores, para mantener en el poder a los títeres que aceptan las reglas del juego. Es también una constante de la historia del capitalismo: cuando la democracia altera al poder establecido, este se decanta por el autoritarismo y se restringe o elimina la democracia. Por esto hoy Grecia somos todos, porque de lo que ocurra en Grecia depende también nuestra suerte. Depende también que se empiece a resquebrajar la hegemonía del ortocapitalismo financiero o se abran nuevas perspectivas de avance democrático. Grecia es hoy el pequeño país donde se dirime un proceso histórico. El neoliberalismo inició su andadura política tras el golpe de estado en Chile; ojalá Grecia sea el inicio de su ocaso definitivo, el inicio de una nueva fase de democracia global y de una gestión económica verdaderamente a escala humana.

31 /

12 /

2014

La política electoral, si bien no debe desestimarse, no puede ubicarse en el centro de ninguna acción política radical seria, orientada a cambiar las instituciones que sustentan el sistema político, desmantelar las ideologías hegemónicas y fomentar el tipo de conciencia de masas en que habría de basarse un cambio social y político desesperadamente necesario.

Noam Chomsky
The Precipice (2021)

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