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Epistemologías del Sur (perspectivas)

Akal,

Madrid,

544 págs.

Miguel Mandujano

De reciente aparición, esta recopilación editada por Ramón Grosfoguel para la serie poscolonial de la colección Cuestiones de antagonismo de Akal, agrupa un amplio abanico de autores que lejos de suponer un marco teórico o metodológico colectivo, son congregados en virtud del criterio de lectura y ámbito crítico de las epistemologías del Sur. La noción —ampliamente extendida por Boaventura de Sousa Santos— refiere la diversidad epistémica del mundo, con el Sur como una metáfora de los grupos que hacen frente a los daños e impactos causados por el capitalismo en su relación colonial con el mundo exigiendo el reconocimiento y la validación de sus procesos de producción y valoración epistémicos.

Los autores incluidos en la selección (Quijano, Ramose, Moosa, Dussel, Visvanathan o los mismos Santos, Meneses y Grosfoguel) no comparten —precisamente— una posición política o una plataforma teorética común, pero sus aportaciones pueden ser consideradas perspectivas de lo que Santos y Meneses llaman epistemologías del Sur.

La obra contiene diecisiete capítulos divididos en cuatro partes. La primera de ellas, de la colonialidad a la descolonialidad, trata el modo en que la dominación epistemológica se tradujo en jerarquías entre conocimientos. La segunda aborda la dicotomía tradición-modernidad producida por la diferencia epistemológica; la tercera parte profundiza en los lugares y contextos que subyacen a la construcción del conocimiento moderno-hegemónico y lo que ello supone para los saberes subalternizados y la cuarta, las reinvenciones de los lugares, es decir, las oportunidades de la reinvención social. En suma, el criterio de la obra coloca las perspectivas de las epistemologías del Sur en una gama que va desde el hecho colonial hasta la reinvención del Occidente, un trayecto reconocible en la obra de Santos, sobre todo, una vez ha llegado a su madurez.

30 /

12 /

2015

La diferencia fundamental [de la cultura obrera] con la cultura de los intelectuales que tan odiosa me resultaba es el principio de modestia. El militante obrero, el representante obrero, aunque sea culto, es modesto porque, se podría decir, reconoce que existe la muerte, como la reconoce el pueblo. El pueblo sabe que uno muere. El intelectual es una especie de cretino grandilocuente que se empeña en no morirse, es un tipo que no se ha enterado que uno muere, e intenta ser célebre, hacerse un nombre, destacar… esas gilipolleces del intelectual que son el trasunto ideal de su pertenencia a la clase dominante.

Manuel Sacristán Luzón
M.A.R.X, p. 59

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