La política electoral, si bien no debe desestimarse, no puede ubicarse en el centro de ninguna acción política radical seria, orientada a cambiar las instituciones que sustentan el sistema político, desmantelar las ideologías hegemónicas y fomentar el tipo de conciencia de masas en que habría de basarse un cambio social y político desesperadamente necesario.
Miguel Muñiz
La carta del doctor Mita
En noviembre de 2013, el doctor Shigeru Mita comenzó a adquirir notoriedad cuando explicó que los recuentos de los cinco tipos de diferentes células sanguíneas que constituyen los glóbulos blancos, efectuados a sus pacientes, revelaban que se estaba produciendo una reducción en la cantidad de neutrófilos, uno de los componentes de estos glóbulos, por lo que pedía que los análisis de recuento de células de glóbulos blancos (unos análisis que se habían realizado sólo a las personas que residían en las zonas de evacuación de Fukushima) se generalizaran a todos los habitantes del área del norte de Kanto [1] y la región metropolitana de Tokio. El doctor Mita había analizado la sangre de unos 1.500 pacientes desde octubre de 2011.
En sus declaraciones el doctor Mita indicaba que la disminución de neutrófilos, y otras células que forman los glóbulos blancos, limitaba las posibilidades de recuperación de una persona frente a las enfermedades, especialmente si eran jóvenes o niños.
Como era de esperar, sus declaraciones no fueron tenidas en cuenta, pese a estar avaladas por estudios de casos rigurosos y verificables. Sólo algunas revistas se hicieron eco [2] del tema, y de su sugerencia de que las personas que vivían en la región de Kanto se hicieran análisis de sangre regularmente.
En el primer trimestre de 2014, y vista la falta de respuesta, el doctor Mita decidió actuar: trasladó su consultorio de Tokio a la ciudad de Okayama, en la zona oeste de Japón, a unos 600 kilómetros de Tokio, y escribió una carta explicando los motivos del traslado a sus colegas de la zona en la que había trabajado.
La carta se publicó originalmente en un boletín de la asociación de médicos del oeste de Tokio, pero su contenido, y las circunstancias extraordinarias que vive Japón, hicieron que se difundiera rápidamente, y que se haya convertido en un referente del dilema ético de una persona que tiene que optar entre las responsabilidades sociales de su profesión y las directrices que emanan de las autoridades.
Cabe recordar que, en diciembre de 2013, el Parlamento de Japón aprobó un proyecto de ley que permite penas de prisión de hasta 10 años para personas que «divulguen secretos de Estado», y de 5 años para periodistas que divulguen «información clasificada». Este proyecto ha hecho que la organización Reporteros sin Fronteras haya decidido bajar a Japón en la lista de países con libertad de prensa, desde el puesto 22, que ocupaba en 2012, hasta el lugar 59, que ocupa en la actualidad. Si se considera además la decisión del gobierno de elevar los niveles legales de radiación de 1 a 20 milisieverts por año; o el hecho de que un acuerdo firmado entre el gobierno y la Agencia Internacional de Energía Atómica en 2012 estipula el compromiso de que cada parte proteja la confidencialidad de la información clasificada de la otra parte. En este contexto, la decisión del doctor Mita de hacer públicos los motivos de su traslado adquiere el valor de quien se arriesga a hacer actos ordinarios en momentos extraordinarios.
Porque, entre otras cosas, el doctor Mita denuncia que: «En la parte oriental de Tokio hay medidas de contaminación de 1000-4000 Bq/kg, y en la parte occidental de 300 a 1.000 Bq/kg; mientras que la contaminación de Kiev, la ciudad capital de Ucrania daba medidas por debajo de los 500 Bq/kg (sólo de radionucleido del cesio-137)».
En varias ocasiones el doctor Mita ha recomendado el traslado definitivo o temporal de la población de la mayor isla de Japón hacia las zonas del oeste; definitivo para que las personas en proceso de desarrollo no tengan problemas de salud, y temporal para permitir la recuperación del organismo de las que se vean obligadas a residir en Tokio. «He observado que las células blancas de la sangre, especialmente los neutrófilos, están disminuyendo en niños y niñas menores de 10 años; sobre todo hay una reducción significativa de neutrófilos (de menos de 1000) en los niños menores de 1 año, nacidos después del terremoto. Los casos experimentan una mejora una vez que se desplazan hacia el oeste de Japón (hay un caso que se ha dado un aumento desde 0 neutrófilos hasta 4.500)», dice en su carta.
La carta del doctor Mita supone un testimonio importante por diversos motivos: proviene de una persona que sigue una tradición de dedicación a la medicina (era dueño de la clínica familiar donde comenzó a trabajar con su padre, también médico); rechaza entrar en consideraciones de política partidaria; ofrece datos de una investigación científica sólida; cuestiona el conocimiento aceptado sobre los efectos de las bajas dosis de radiación en seres humanos; defiende la relación humana con los pacientes y la necesidad de escucharlos, y denuncia que, vistos los datos, no se puede confiar en los informes de la OMS, la AIEA y el gobierno japonés.
Pero, además, la carta tiene el valor de revelar la enorme presión a la que están sometidos los médicos en Japón para que no se salgan de los protocolos de actuación impuestos por el gobierno, una presión que hace que reaccionen con nerviosismo, crispación y rechazo ante la insistencia de los pacientes que quieren información sobre temas radiológicos.
La información que ofrece el doctor Mita coincide con la que difundió en 2012 el físico nuclear Arnie Gundersen, ingeniero jefe de la Fairewinds Associates, una consultora energética sin ánimo de lucro. El señor Gundersen recogió en Tokio cinco muestras de suelo al azar, desde tierra entre adoquines hasta tierra en los parques y zonas de juegos, y descubrió que los niveles de contaminación de las muestras llegaban hasta los 7.000 Bq/kg, lo que las incluiría en la categoría de residuos nucleares según la legislación de los EE.UU.
Sin duda la catástrofe nuclear de Fukushima está afectando a la estructura social y familiar de Japón, y a la salud de sus habitantes, en una forma tal que no se pueden prever cuáles serán los resultados. Mientras, como se muestra en la página web de seguimiento semanal Resúmenes de Fukushima [3], los continuos fracasos tecnológicos subrayan el carácter incontrolado de la dispersión masiva de radiación que se está produciendo.
El contenido completo de la carta del doctor Mita se puede leer en:
http://www.sirenovablesnuclearno.org/fukushima/cartadeldoctorshigerumita2014.html.
Gracias a Keiko N, ciudadana japonesa residente en Cataluña por su traducción de la carta del doctor Mita al castellano.
Informaciones complementarias
Artículo 11/11/2013:
Página Institute of Science in Society (ISIS) que difunde la carta del doctor Mita (24/09/2014):
http://www.i-sis.org.uk/Tokyo_contaminated_and_not_fit_for_habitation.php
Notas
[1] El área de Kanto comprende las prefecturas, metropolitana de Tokio, y las de Ibaraki, Saitama, Tochigi y Kanagawa. Según los datos de 2010 de la Oficina Estadística de Japón en el área de Kanto viven unos 42.600.000 de personas.
[2] La entrevista se puede leer en inglés en http://www.save-children-from-radiation.org/2013/11/11/title-dr-shigeru-mita-addresses-the-need-of-blood-examination-among-children-in-the-kanto-area/ Algunos medios occidentales se hicieron eco http://www.prisonplanet.com/japanese-physician-calls-for-evacuation-of-tokyo.html, pero sin ir más allá.
[3] Véase http://resumenesdesdefukushima.blogspot.com.es/.
[Miguel Muñiz es miembro Tanquem les Nuclears-100% EER, y mantiene la página de divulgación energética http://www.sirenovablesnuclearno.org/]
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10 /
2014