La política electoral, si bien no debe desestimarse, no puede ubicarse en el centro de ninguna acción política radical seria, orientada a cambiar las instituciones que sustentan el sistema político, desmantelar las ideologías hegemónicas y fomentar el tipo de conciencia de masas en que habría de basarse un cambio social y político desesperadamente necesario.
Fred Magdoff
Una economía ecológicamente sensata y socialmente justa
Hace dos semanas regresé de mi decimoquinta reunión de clase en el Oberlin College de Ohio. Las breves discusiones que tuve allí con estudiantes y profesores de medio ambiente me dejaron un poco confundido. Tanta gente buena e inteligente, tan preocupada, y haciendo lo que piensan y esperan que ayudará a sanar el medio ambiente (esta facultad tiene uno de los mejores programas de educación medioambiental del país). Sin embargo, quedé decepcionado y profundamente desanimado por la falta de discusión, o incluso de interés en tener una verdadera discusión continuada y debate, sobre la raíz de las causas de nuestros desastres medioambientales. No solo el cambio climático, sino también la contaminación del aire, el agua, el suelo y los organismos vivos, la pérdida de biodiversidad tanto sobre tierra como en el suelo, la extinción de especies y la sobreutilización y el mal uso tanto de los recursos renovables como de los no renovables.
Es como si hubiese un neumático pinchado con quizá mil agujeros y la gente estuviese trabajando en la mejor forma de parchear este o aquel agujero. Nadie parece considerar que el problema podría estar en el neumático mismo, que el diseño y los materiales utilizados no son los adecuados a la forma en que se está usando. Y, si este es el caso, por muchos parches que se pongan no se puede solucionar el problema del neumático pinchado. Es de capital importancia ser capaz de distinguir entre síntomas (que la mayor parte de la gente llama “problemas” o “crisis”) y causas subyacentes.
He chocado con esta confusión entre síntomas y causas subyacentes una y otra vez en la ciencia y en las prácticas agrícolas. Los suelos pueden ser propensos a la erosión, a almacenar poca agua, a hacer crecer cultivos que pueden ser susceptibles de enfermedades y plagas, a compactarse o tener una baja fertilidad. Los campesinos (y, por extensión, los especialistas) normalmente los consideran y los tratan como problemas individuales: usando pesticidas, montones de fertilizantes comerciales, regando con más frecuencia, usando equipamiento más pesado, etc. De hecho, he pasado una parte importante de mi carrera como científico del suelo ayudando a lidiar con los efectos colaterales negativos de una de estas respuestas: el uso excesivo de fertilizantes, especialmente de nitrógeno y fósforo. (Como nota al margen, mientras preparaba esta charla, unas increíbles 35 toneladas de nitrógeno en forma de nitrato, por valor de unos 35.000 dólares, fluían desde el río Raccoon, pasado Des Moines, Iowa, en su camino al Mississippi y la “zona muerta” del golfo de México. Este arrastre de nitratos del suelo debido a las grandes lluvias de primavera, en parte resultado del nitrato sobrante tras la sequía del pasado año [2012], fue básicamente una consecuencia del énfasis ecológicamente dañino, pero que da beneficios, en el cultivo de maíz y soja sin una rotación de cultivos ecológicamente sensata.)
Sin embargo, lo que he aprendido con el tiempo es que en realidad esto son síntomas de un suelo poco sano y un enfoque simplificado de la gestión del suelo y los cultivos. Lo mismo es cierto para el desempleo sin fin, la desigualdad y la pobreza, la necesidad sistémica de crecimiento perpetuo y la contaminación del aire, el agua, el suelo y los organismos. Por dañino que cada uno de ellos sea, son solo síntomas de un sistema económico que está esencialmente fuera de control. Por supuesto, las grandes corporaciones y los políticos que las representan intentan gestionar las leyes nacionales e internacionales, las regulaciones y los mercados de forma que les resulte más fácil ganar más dinero. Pero cuando las corporaciones y otros capitales privados toman decisiones que solo tienen en cuenta sus propios intereses, el sistema en su conjunto alterna entre periodos de crecimiento (que hoy en día son bastante mediocres) y periodos de recesión. Tratar solo los síntomas individuales no es suficiente para las tareas que necesitamos llevar a cabo, tanto crear suelos sanos como crear una sociedad humana y con base ecológica.
Uno de los temas olvidados en referencia al pensamiento y la acción sobre el medio ambiente —quizá el más crítico de todos— es, tomando prestada una frase del primer presidente Bush, la visión a largo plazo [the vision thing]. Al movimiento ecologista le falta cualquier tipo de visión significativa sobre cómo sería una sociedad verdaderamente sensata ecológica y socialmente justa y sobre cómo podría funcionar. No estoy hablando de un proyecto con todo tipo de detalles, sino más bien un acuerdo sobre las características esenciales de un sistema de este tipo. Sin una visión —incluida alguna idea de las partes esenciales de ese sistema—, las oportunidades de conseguir una sociedad así son prácticamente nulas. O, como señaló James Baldwin en un pasaje frecuentemente citado pero que sigue siendo muy apropiado: “No todo a lo que nos enfrentamos puede ser cambiado; pero nada se puede cambiar hasta que uno se enfrenta a ello”. En mi opinión, no estamos haciendo frente a la causa raíz de nuestros problemas y, hasta que lo hagamos, no habrá ninguna esperanza de poder resolver los problemas sociales y ecológicos a los que se enfrenta el mundo.
¿Por qué no remendar el capitalismo?
Antes de seguir con algunas características sugeridas de un sistema así —uno que sea ecológicamente sensato y socialmente justo—, parece que la mayor parte de los ecologistas pensasen que la respuesta es cambiar el capitalismo. Sin embargo, ninguno de los remiendos propuestos —con bancos, instituciones internacionales como el FMI o el Banco Mundial, regulaciones medioambientales, cooperativas obreras, intentando usar los mercados para reducir la contaminación, etc.— va al corazón del problema. Esto, por supuesto, no significa que deban abandonarse todos los intentos para comprar tiempo y ayudar a educar a otros mediante su participación en este o aquel activismo. No obstante, el problema principal es la fuerza motriz del capitalismo —su talón de Aquiles respecto al medio ambiente—, la acumulación infinita de capital, lo que implica una “destrucción creativa” perpetua. Producir y vender más cosas el próximo año y más aún el siguiente… para toda la eternidad [1]. En una economía así no puede existir la idea de “suficiente”. No puede haber un punto final a la producción y el consumo de cantidades cada vez mayores de cosas. Un capitalismo sin crecimiento es una contradicción en los términos.
Mucha gente sufre graves repercusiones cuando la expansión económica flaquea, porque solo mediante el crecimiento el capitalismo crea empleos para nuevos trabajadores y aquellos desplazados por la automatización (hoy por robots y programas informáticos). En el periodo entre 1949 y 2012, el paro aumentó en 21 de esos años, aproximadamente un tercio del tiempo. Durante esos 21 años la tasa media de crecimiento medio real anual del PIB fue solo del 0,8%. Aunque el ciclo de negocio no se corresponde exactamente con los años naturales, es evidente que se necesita un importante crecimiento real del PIB, alrededor de un 2% o más, para bajar la tasa de desempleo. El PIB de los EE.UU. crece hoy en día a un 2% aproximadamente, con un crecimiento del empleo relativamente flojo. En mayo de 2013 había todavía 2,3 millones de trabajadores menos que antes del inicio de la Gran Recesión hace cinco años y medio. Y hay aproximadamente 5,6 millones de personas menos trabajando a tiempo completo.
¿Qué supone para el medio ambiente este imperativo del crecimiento del capitalismo y la necesidad de tener que crecer para crear empleos? Casi todos los ecologistas entienden que necesitamos tener una economía que no crezca y siga siendo capaz de funcionar. Pero si la economía sigue creciendo a su anémica tasa actual, el PIB se doblará en 35 años (véase el gráfico 1). Si hubiera crecimiento a una tasa más sana, el PIB se doblaría en menos de 25 años. Aunque una duplicación del PIB implicaría sin duda más cosas producidas, más recursos usados y más contaminación, esto no significa necesariamente que se duplicasen.
Gráfico 1. Años para duplicar el PIB a diferentes tasas de crecimiento
Fuente: Calculado por el autor.
Solo por dar un ejemplo pequeño y más bien gracioso del problema, he aquí un pasaje de una sección del New York Times Magazine de 2013 (en un número dedicado a los inventos):
Booty Pop, ropa interior acolchada que hace que el trasero de una persona parezca mayor y mejor formado, una idea tan simple parece increíble que tuviese que esperar hasta 2008 para que alguien la perfeccionase … Dos amigas … estaban asombradas por la popularidad de la cirugía para elevar las nalgas y pensaron que debía de haber una forma más segura y más barata para que las mujeres consiguiesen el mismo efecto. Así, [una de ellas] pegó el acolchado de su sostén en un par de bragas, encontró un fabricante en Asia que produjese una versión que cumpliese sus especificaciones, y luego lo presentó al mundo en un programa de televisión por cable. Desde entonces han vendido casi dos millones de Booty Pops [2].
Una sociedad que permite (por no decir que fomenta) tal despilfarro de capital y recursos tanto humanos como naturales nunca será ecológicamente sensata y nunca será socialmente justa. No se trata, como algunos han dicho, de cambiar simplemente una “filosofía del crecimiento”, un “modelo de crecimiento”, un “paradigma de crecimiento”, una “ética de la dominación” o la insistencia en el crecimiento del PIB por parte de los economistas y los medios de comunicación. El imperativo de crecimiento del capitalismo no tiene nada que ver con filosofías, modelos, paradigmas, éticas o con los números en los que se centran expertos y economistas. Ni se puede “reinventar”, como algunos piensan, para que sea algo ecológicamente sensato y socialmente justo. Al contrario, es un sistema económico que tiene fuerzas internas básicas —sobre todo la búsqueda de beneficio y la competencia entre empresas— que operan de tal forma que promueven el crecimiento exponencial provocando simultáneamente enormes efectos negativos tanto sociales como ecológicos. Y cuando el crecimiento en este sistema falla, lo que Herman Daly define como “una economía de crecimiento fallida”, las formas más crueles de austeridad prevalecen, dando lugar a condiciones cada vez más desiguales y formas más brutales de explotación tanto de los seres humanos como de la Tierra.
De tanto en tanto, hasta un gran capitalista ve la debilidad del sistema. Tras mencionar los que cree que son los puntos fuertes del capitalismo (con algunos de los cuales yo discreparía), Jeremy Grantham, el filántropo medioambiental y legendario gestor de fondos, pasa a explicar lo siguiente: “Sin embargo, [el capitalismo] está muy mal preparado para lidiar con un pequeño puñado de problemas. Por desgracia, hoy son los problemas absolutamente centrales para nuestro bienestar e incluso nuestra supervivencia a largo plazo” [3].
Algunos piensan que el capitalismo debería ser salvado porque albergan la idea equivocada de que el capitalismo equivale a democracia. Hay, por supuesto, infinidad de ejemplos de dictaduras que fueron capitalistas (en muchos países del Sur, así como en España, Grecia, Alemania e Italia). A aquellos bajo la ilusión de que Estados Unidos es una democracia porque puedes votar cada cuatro años a un presidente (o a los miembros de la Cámara de Representantes cada dos años y del Senado cada seis), escogiendo entre candidatos de dos partidos entregados en cuerpo y alma a los intereses empresariales, les urjo a que lean un breve artículo de Joseph Stiglitz, “Del 1%, por el 1% y para el 1%”, así como muchas otras fuentes sobre la plutocracia estadounidense [4]. El desmantelamiento coordinado a escala nacional de uno de los ejercicios modernos más prometedores de derechos democráticos en los Estados Unidos —el movimiento Occupy— por ataques simultáneos de la policía en las zonas Occupy, indica la poca tolerancia que hay para expresiones de masas con puntos de vista disidentes. Y ahora, con el escándalo que acompaña a la publicación de Edward Snowden de documentos de la Agencia Nacional de Seguridad podemos comprobar hasta qué punto el gobierno de los EE.UU. espía a sus ciudadanos, así como a muchos otros en el extranjero —en clara violación de la Cuarta Enmienda de la Constitución—: “El derecho de los habitantes de que sus personas, domicilios, papeles y efectos se hallen a salvo de pesquisas y aprehensiones arbitrarias será inviolable, y no se promulgarán a tal efecto mandamientos que no se apoyen en un motivo verosímil, estén corroborados mediante juramento o protesta y describan con particularidad el lugar que deba ser registrado y las personas o cosas que han de ser detenidas o embargadas” [5].
No he oído ningún otro argumento sobre la naturaleza del sistema capitalista que haga a este tan bueno que merezca ser conservado. Es verdad que, como parte de su imperativo de crecimiento, hay una constante innovación para encontrar nuevos productos que vender o nuevos procesos de producción. Pero no hay motivo por el que no pueda haber innovación en un sistema no capitalista (si bien no del tipo caracterizado por una “destrucción creativa”). ¿Por qué no iba a haber gente en una sociedad ecológicamente sensata y socialmente justa que pensase en formas mejores —formas ecológicamente más sensatas— de hacer algo o aquellos comprometidos en la investigación científica no por el beneficio sino por el amor a la ciencia, la necesidad profunda de algunos de entender a un nivel más profundo, o solo por el beneficio de la humanidad (por ejemplo, en las ciencias de la salud)? Incluso hoy, mucha gente se implica en la innovación por motivos diferentes de los de una potencial recompensa monetaria.
Una economía ecológicamente sensata y socialmente justa se puede definir como aquella que fomenta que todo el mundo desarrolle su pleno potencial humano de tal forma que el medio ambiente —con toda su complejidad, ciclos esenciales y relaciones— permanezca intacto, en funcionamiento y saludable. En otras palabras, una economía diseñada para que esté al servicio de la humanidad, lo que incluye al medio ambiente del que nosotros y otras especies dependemos. Se trata de una economía que puede dejar de crecer y que puede funcionar bien en un estado estacionario, cubriendo a la vez las necesidades de la gente y las del resto del mundo natural.
Las ideas, características, principios y procedimientos sugeridos más abajo no son un cajón de sastre de posibilidades del que uno pueda escoger. Son más bien las diversas partes necesarias entre sí para que la economía y el sistema social funcionen de manera ecológicamente sensata y socialmente justa. Todas se adecuan a uno o más de los cinco atributos o pilares de un sistema natural fuerte: autorregulación; autosuficiencia; diversidad e interdependencia; eficiencia (o ciclado de energía y nutrientes mediante relaciones metabólicas fuertemente vinculadas), y resiliencia mediante la autorrenovación.
Principios sociales, económicos y ecológicos
1. Las decisiones económicas —qué invertir, y qué, cómo y dónde construir/producir— se toman democráticamente y con el propósito de cubrir las necesidades básicas de la población. Una de las necesidades básicas, por supuesto, es un medio ambiente local, regional y global sanos. Una sociedad de este tipo se orientará a potenciar que todo el mundo se esfuerce por alcanzar su pleno potencial humano. Todo el mundo puede vivir una vida cultural y socialmente rica, aunque con una modesta cantidad de cosas (por debajo de lo que se considera necesario para un “nivel de vida occidental de clase media”). Nótese el contraste: producción para cubrir las necesidades humanas frente a producción capitalista con el objetivo de vender en un mercado para generar un beneficio.
2. Los centros de trabajo (incluidas las granjas) estarán controlados y gestionados por los trabajadores y las comunidades donde radiquen. No habrá explotación económica de una persona sobre otra, y los miembros de la comunidad podrán participar en la producción desde sus propios patios traseros.
3. Una vez cubiertas las necesidades humanas básicas (materiales y no materiales) determinadas socialmente —y tras definir cuánto es suficiente—, la economía deja de crecer y tendrá solo efectos colaterales neutros o positivos para la sociedad.
4. Todo el mundo que pueda trabajar desempeñará un papel en la economía. Es importante que los individuos sientan que forman parte de la comunidad y la sociedad, y el trabajo proporciona uno de estos vínculos. Si se proporciona todo lo necesario para una existencia plena y decente, todos los que pueden participar en el suministro de bienes y servicios tienen una responsabilidad.
5. Los cargos de liderazgo (en la economía, la comunidad, la región, etc.) rotan entre la gente, y hay un sistema para la revocación fácil de los líderes/funcionarios elegidos.
6. Igualdad sustantiva entre la gente. Esto es esencial porque todos viviremos un nivel modesto desde el punto de vista de los bienes y servicios. En esta situación, que haya gente viviendo con un nivel de vida mucho más alto se vuelve socialmente inaceptable e insostenible. La gente tendrá vidas más ricas con menos cosas porque tendrá tiempo, asistencia y estímulo para desarrollar sus pasiones —en el deporte, la ciencia, la música, la danza, la escritura, la pintura, las manualidades o cultivando flores—, y un compromiso más pleno con la familia, los amigos y la comunidad. En una economía sin crecimiento, el compartir y la igualdad se convierten en medios para eliminar los restos de pobreza y asegurar que no reaparezcan.
7. Las interacciones entre las comunidades, las regiones y los países y dentro de ellos se basarán en principios de reciprocidad, solidaridad y ayuda mutua.
8. Una economía que tiene un objetivo social debe comportar una considerable gestión activa. Planificar las necesidades a corto —y largo— plazo empieza en el ámbito de la comunidad (como los más de 30.000 Consejos Comunales de Venezuela) y está entrelazado y coordinado con otras comunidades en un plan regional. Una vez que una economía tiene un propósito social —lo que se opone a individuos tomando decisiones dirigidas casi exclusivamente a obtener los mayores beneficios posibles—, no hay forma de operar racionalmente sin planificación. Por ejemplo, la producción necesaria tanto para la primera como para la segunda guerras mundiales se cumplió solo mediante la planificación (y recurriendo al racionamiento para el público). Estos planes fueron esenciales. Después de todo, dada la competición entre los distintos servicios militares y con las necesidades civiles también, ¿de qué otra forma se podía asegurar que una pieza concreta, pongamos por caso un conjunto de cojinetes, fuese a la fábrica correcta y en el momento justo para producir un avión necesario para el esfuerzo de guerra? Los mercados no pueden hacerlo. En ausencia de un sistema planificado para la producción y distribución, ¿cómo se puede asegurar que todo el mundo tenga una vivienda adecuada, agua potable, saneamiento, servicios de salud, ropa y suficiente comida? Puede haber mercados en una sociedad poscapitalista (como los hubo mucho antes de la existencia del capitalismo); en una economía de igualdad sustantiva, donde las necesidades básicas están cubiertas, los mercados pueden proporcionar alguna información a los planificadores. Cuando los artículos son escasos, por la razón que sea, el racionamiento asegurará que todo el mundo tenga una parte justa, como se hizo en los Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial. (Básicamente ignorado por economistas y expertos, “el mercado” en las economías capitalistas es en realidad un poderoso sistema de racionamiento —racionamiento según los recursos individuales/familiares—. Todo el mundo puede teóricamente comprar las mercancías —por ejemplo un coche nuevo de alta gama—, pero no está al alcance de los pobres, incluso en los países ricos. Se considera que cerca de cincuenta millones de personas en los Estados Unidos experimentan “inseguridad alimentaria”, algo que es claramente el resultado del racionamiento en un país que produce abundantes cantidades de comida.)
Procedimientos: interacciones metabólicas ecológicamente sensatas con la naturaleza y los recursos
9. Toda comunidad y región debe esforzarse, dentro de lo razonable, por ser tan autosuficiente como sea posible con respecto a necesidades básicas como el agua, la energía, los alimentos y la vivienda. No es una llamada a una autosuficiencia absoluta, sino más bien un intento de construir comunidades resilientes y minimizar la necesidad del transporte a larga distancia. Está claro que no todo se va a producir en cada una de las comunidades, o incluso en cada ciudad, pero intentar ser tan autosuficiente como sea razonablemente posible puede seguir siendo un objetivo. La redundancia es una parte importante tanto de la autosuficiencia como de la resiliencia. Se necesitan varias personas en una comunidad con destrezas similares (no puede haber solo un electricista), y la redundancia de instalaciones productivas significa que, si algo le ocurre a una (por ejemplo un incendio), otras pueden sacar las castañas del fuego.
10. La energía utilizada procede de fuentes de energía renovable generada en el mismo momento (o muy recientemente) y se utiliza cerca de donde se produce.
11. Los métodos y objetivos de la producción industrial y de la construcción son tales que los bienes tienen una larga vida y pueden ser fácilmente reparados, readaptados y/o reciclados.
12. Los recursos no renovables serán conservados y usados con frugalidad y de forma que se puedan reciclar eficazmente mientras prosiguen los esfuerzos por reemplazarlos por renovables. Permítaseme dar solo dos ejemplos: uno es muy conocido y el otro es muy nuevo. El primero es que las legumbres se pueden cultivar en rotación para proporcionar nitrógeno a los cultivos de gramíneas (en lugar de usar fertilizante nitrogenado producido mediante gas natural). El segundo es un proceso relativamente nuevo mediante el que hifas de hongos reemplazan la espuma de polietileno como material para empaquetado y aislamiento [6].
13. La producción agrícola se llevará a cabo basándose en una gestión del hábitat del suelo y de aquello situado por encima del nivel del suelo que produzca plantas sanas más capaces de defenderse por sí mismas de enfermedades e insectos y de hacer crecer el hábitat de organismos beneficiosos. Se potenciarán las granjas integradas ganadero-agrícolas proporcionando un mosaico de hábitats, incluidos algunos relativamente vírgenes. Los animales de granja serán tratados con humanidad y se les permitirá hacer lo que normalmente querrían hacer y comer lo que normalmente comerían, en lugar de ser confinados bajo condiciones crueles y alimentados con maíz y soja envenenados con hormonas y antibióticos. Las granjas se basarán en las legumbres para el nitrógeno para los cultivos no leguminosos, así como un ciclado eficaz de nutrientes para la mayor parte de las necesidades de nutrientes. Las granjas integradas ganadero-agrícolas hacen que esto sea más fácil de cumplir [7].
14. Los nutrientes de los desechos humanos (y los desechos de animales de granja, como se mencionó arriba), incluidos los desechos corporales y los alimentos no utilizados o estropeados, se reciclarán en terreno agrícola con tanta eficacia y seguridad como sea posible.
15. Los recursos renovables se utilizarán de forma que mantengan el recurso base y no creen problemas para otras especies/recursos. Las comunidades locales gestionarán cooperativamente recursos naturales como los bosques cercanos y las pesquerías para perpetuarlos para futuras generaciones.
16. El rendimiento del trabajo no será un objetivo importante (como lo es en una economía en la que usar menos trabajo es una forma de aumentar los beneficios). Por ejemplo, una agricultura ecológicamente sensata y productiva —que se convertirá en algo esencial cuando el petróleo y los fertilizantes derivados del fósforo se acaben o se vuelva prohibitivo su uso para fines agrarios— tendrá más gente trabajando en granjas más pequeñas con más trabajo humano y animal. Estas granjas deberían ser capaces de producir altos rendimientos por hectárea y por input de energía, pero tendrán menores rendimientos por hora de trabajo.
17. Se potenciará que la gente viva cerca de donde trabaja y que use transporte público polifacético y eficiente cuando sea necesario. Se potenciará el uso de la bicicleta, y los automóviles privados tendrán un papel muy pequeño, si lo tienen, en el transporte.
18. Se utilizará el principio de precaución para evaluar y tomar decisiones sobre nuevos procedimientos, sistemas de producción y materiales, así como para evaluar cualquier producto químico utilizado por la sociedad (con el objetivo de comprobar la seguridad para los humanos y el resto del medio ambiente antes de su introducción).
Vivir en una sociedad ecológicamente sensata y socialmente justa
19. Las comunidades y regiones desarrollarán procesos abiertos y democráticos para la toma de decisiones sobre necesidades de infraestructura así como otras inversiones. Es preciso desarrollar métodos para que las comunidades y regiones trabajen juntas para resolver problemas y compartir recursos.
20. La educación y las interacciones entre las personas dentro de las comunidades y entre ellas se esforzarán en potenciar las características humanas y éticas que se adecuen mejor a una sociedad ecológica y justa.
21. Las personas tendrán tiempo suficiente para desarrollar sus diversos intereses. La gente trabajará significativamente menos que la jornada laboral de “ocho horas”, porque buena parte de lo que se hace ahora no es socialmente útil para la sociedad en general y sería considerado un desperdicio en un sistema más racional. Esto incluye los coches de lujo o los yates, buena parte del sistema financiero, el complejo militar-industrial y de inteligencia (el ejército estadounidense es uno de los principales destructores del medio ambiente), el complejo industrial de prisiones, los esfuerzos constantes por cambiar las modas y los productos para inducir a comprar, los esfuerzos por vender en todas sus vertientes, etc. Socialmente inútiles —incluso dañinos—, los productos y programas constituyen una parte muy importante de la economía de los EE.UU. y utilizan en general un porcentaje similar de los trabajadores —quizá hasta la mitad de la fuerza de trabajo— y al menos la misma cantidad de las materias primas utilizadas. Todos somos capaces de mostrar un amplio abanico de rasgos, desde los más brutales a los más altruistas. No existe una “naturaleza humana” abstracta divorciada de la sociedad en la que la gente vive. Son la sociedad en general, la forma en que funciona la economía y la propia familia lo que potencia o incluso exige (para tener éxito) algunas de estas características y/o conductas mientras disuade de otras. En el capitalismo, algunas de las características más importantes, como la competitividad, el individualismo y la avaricia, se potencian y se recompensan. Esto lleva a poner los intereses individuales (y empresariales) por encima de los de la sociedad.
22. Para que una sociedad socialmente justa y ecológica funcione, se deben hacer esfuerzos educativos para potenciar la compasión (en lugar del individualismo desnudo), la cooperación (en lugar de la competitividad), la reciprocidad y el compartir (en lugar de la avaricia y el consumismo), el amor por la naturaleza en toda su complejidad y belleza (en lugar de pensar en la naturaleza básicamente según su potencial utilidad para producir mercancías) y el igualitarismo (en lugar de esforzarse por ir por delante de los otros). Esto significa trabajar activamente para crear una nueva ética hacia la tierra, el medio ambiente en general, hacia nuestros congéneres, nuestras comunidades y las otras especies con las que compartimos este planeta. El tiempo adicional que la gente tendrá para otros propósitos que no sean trabajar permitirá más actividades comunitarias, interacciones con otros fuera de la familia y el trabajo, y apreciar el mundo natural en toda su complejidad.
Reflexiones finales
He esbozado algunas de las principales características que creo que son esenciales para una economía y una sociedad ecológicas y socialmente humanas y justas. Son incompatibles, en casi todas sus formas, con una economía capitalista. Deshacerse paso a paso del capitalismo en una revolución necesariamente larga no traerá consigo automáticamente un cambio social o ecológico positivo. Este cambio se producirá solo si una gran parte de la población cree y lucha por una sociedad medioambientalmente sensata y socialmente justa, y supondrá un enorme cambio en casi todas las actividades humanas y las formas de pensar y actuar, incluido cómo nos relacionamos unos con otros e interactuamos con el medio ambiente. Será necesaria una nueva ética para que esta nueva sociedad funcione. No es una tarea fácil, pero ¿cuál es la alternativa? Un sistema que, cuando funciona con normalidad, destruye las bases mismas de la vida mediante la explotación, el despilfarro y la avaricia es por definición un sistema caduco. Esto no es un argumento en favor de no hacer nada en el aquí y ahora. Deberíamos ayudar a detener la construcción del oleoducto Keystone XL y animar a las universidades y otras organizaciones a desinvertir en compañías asociadas a los combustibles fósiles y luchar por los derechos medioambientales de las comunidades pobres. Podemos usar estas luchas para ayudar a educar a otros en que para solucionar la crisis ecológica global en todas sus ramificaciones, es necesario otro sistema.
¿Es esto una “utopía” inalcanzable? Creo que si alguna vez llega a convertirse en una realidad, una economía y una sociedad que sean ecológicamente sensatas y socialmente justas tendrán que encarnar muchas de las características que he descrito arriba. No cabe duda de que no sucederá en un futuro próximo. Pero sostengo que no es más utópico que pensar que los poderes financieros y otras grandes empresas y sus representantes gubernamentales os permitirán hacer grandes cambios en el sistema financiero o en la forma en que opera el comercio internacional. ¿Cuáles son las posibilidades de, como algunos economistas ecologistas han sugerido, forzar a los bancos a tener unas reservas muy altas (algunos han dicho que del 100%) de forma que no puedan crear cantidades significativas de deuda o hacer grandes modificaciones en la forma en que trabaja el Banco Mundial y las reglas de la Organización Mundial de Comercio para que potencien la igualdad y la justicia medioambiental? Creo que estas ideas son quizá más utópicas que la posible creación de una nueva sociedad. Como explicó una vez la economista Joan Robinson: “Cualquier gobierno que tuviese tanto el poder como la voluntad de remediar los principales defectos del sistema capitalista tendría la voluntad y el poder de abolirlo completamente” [8].
Se ha dicho, en mi opinión acertadamente, que la mayor parte de la gente de esta sociedad puede imaginar con más facilidad el fin del mundo que el fin del capitalismo. Temo que la barbarie pueda ser el destino que les espera a nuestros nietos y a sus hijos a menos que podamos cambiar esa forma de pensar y empezar a concebir —y a trabajar en ellas— una economía y una sociedad bajo un control verdaderamente democrático cuyo único propósito sea satisfacer las necesidades humanas básicas, que, como he subrayado muchas veces, incluye un medio ambiente sano y floreciente.
Notas
[1] Sobre el imperativo de crecimiento del capitalismo, véase el capítulo 3 en Fred Magdoff y John Bellamy Foster, What Every Environmentalist Needs to Know About Capitalism (Nueva York: Monthly Review Press, 2011).
[2] Hugo Lindgren, “If you were trying to name the greatest invention in human history it would be”, New York Times Magazine, 7 de junio de 2013, http://nytimes.com.
[3] Leo Hickman, “Jeremy Grantham On How to Feed the World and Why He Invests in Oil”, Guardian Environment Blog, 16 de abril de 2013, http://guardian.co.uk.
[4] Joseph E. Stiglitz, “Of the 1%, by the 1%, for the 1%”, Vanity Fair, mayo de 2011, http://vanityfair.com.
[5] “Fourth Amendment”, http://law.cornell.edu.
[6] Laura Shin, “Using Fungi to Replace Styrofoam”, New York Times, “Green” blog, 13 de abril de 2009, http://green.blogs.nytimes.com.
[7] Para más información sobre prácticas ecológicas de gestión del suelo y de cultivos, véase Fred Magdoff y Harold van Es, Building Soils for Better Crops, 3ª ed. (Waldorf, MD: Sustainable Agriculture Research and Education Program, 2010). Este libro y otros del programa SARE pueden encontrarse gratuitamente en http://sare.org/learning-center/books.
[8] Joan Robinson, “Review of R. F. Harrod, The Trade Cycle”, Economic Journal, vol. 46, nº 184 (diciembre de 1936), pp. 691-693.
[Fred Magdoff es profesor de la Universidad de Vermont. Es coautor con John Bellamy Foster de What Every Environmentalist Needs to Know About Capitalism (Monthly Review Press, 2011). Este ensayo fue publicado originalmente en el número de septiembre de 2014 de Monthly Review. La traducción al castellano es de Carlos Valmaseda]
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