Skip to content

Guillem Martínez

El 9-N como otra jornada particular

El 9-N parece un combate democrático entre un Govern que reivindica el derecho a votar, y un Gobierno que lo niega. ¿Es así? Es así, literalmente. Pero también es muchas otras cosas. E inquietantes. En este artículo les invito a contemplar varias.

1. El que nos ocupa no es, al menos, un combate democrático entre dos gobiernos. Es más, CiU ha participado junto a los grandes partidos del Régimen en la ola reaccionaria-histórica, King-size, XXL, que ha reformulado la democracia. En este choque no hay, por tanto, beligerancia alguna entre dos concepciones de democracia.

2. Tampoco entre culturas políticas. La gestión gubernamental del derecho a decidir ha consistido, básicamente, en su apropiación por el Govern. De principio —convocatoria de elecciones en 2012—, a fin —el decreto de convocatoria del 9-N se firmó el día después de la declaración de Pujol, para ensordecerla; no hubo otras astucias—. La gestión gubernamental, o h) no ha sido honesta, o b) ha sido inepta. Y, por h) o por b), no finalizará en una consulta, tal y como off the record siempre han confesado —incluso hoy—, los emisores del procés. Visto así, el procés ha sido un producto de consumo interno. Exitoso. Ha salvado la vida a un gran partido del Régimen, ya explícitamente corrupto, y ha reducido las reivindicaciones democráticas —rupturistas, iniciadas en 2011—, a una sola, que gestiona el Govern. Aún así, ¿el procés es una amenaza de ruptura?

3. Nadie lo sabe. Es decir, que lo que pase no depende del emisor del procés. En todo caso, los emisores del procés han mantenido un pulso constante contra la ruptura. Su propuesta es todo lo contrario a ella. Una depuración de la representatividad, cuando está seriamente en crisis: consulta no vinculante y cuyo resultado sería motivo de negociación entre el Estado y el Govern. Algo más español que las lentejas o las portadas de prensa victoriosas. El procés es así, y básicamente, una demanda de diálogo a dos partes. Es decir, CiU reivindica algo que tenía y que ya no tiene. La negativa del Gobierno a negociar nada es quizás la gran novedad, el caso singular del enfrentamiento.

4. La gran novedad: el Régimen ha interrumpido el diálogo consigo mismo. El Gobierno ha decidido un cambio unilateral. No hablar con el Régimen en Catalunya. Quizás ha llegado a imaginar que puede participar en la ola reaccionaria que está modulando Europa como ideólogo, y no como portero de finca, por lo que puede aprovecharla para colar sus revoluciones pendientes. La retirada de la ley Gallardón —contestada en Europa—, es un indicio de que Europa está más preocupada por defender valores protestantes antes que católicos. El nacionalismo español, ese catolicismo, ¿puede ser atemperado también desde Europa?

5. Pinta que no. Javier Pérez Royo ya ha apuntado que el referéndum escocés ha sido la última emisión de democracia directa sobre tema territorial en Europa. La UE no quiere democracia directa, ni ampliaciones de la democracia. No engaña a nadie, no es una institución democrática. Su escaso conflicto con Hungría o, glups, Ucrania —esas joyas cuidando a sus minorías—, indica además que, para la UE, los nacionalismos son políticas internas. Sí, puede presionar por una reforma constitucional —me dicen que lo está haciendo—. El procés —art. 2 del decreto de convocatoria—, está preparado de serie para culminar, por cierto, en una solicitud de reforma constitucional. Quizás es eso para lo que fue emitido. La cultura del emisor no da para más. Por ejemplo, para desobediencia democrática.

6. El procés, si uno lo entiende como un proceso de ampliación de la democracia, y no como propaganda gubernamental, no existe. Por tres razones: UE, Régimen ’78, y lo que ha sido y quiere ser el Régimen ’78 en Cataluña. Quizás el procés —es decir, la ampliación de la democracia en lo territorial, como resultado de una ampliación de la democracia; de toda—, solo puede existir mediante un enfrentamiento con la UE, y mediante una ruptura con el Régimen. Solo puede existir a través de partidos y lógicas pujantes, que ya existen, pero que no aún no ocupan el poder. Quizás solo puede existir con un cambio político en España —el post15-M parece defender que la territorialidad debe votarse—. Pero también en Catalunya.

7. Costará que el 9-N, cuando no pase nada, no pase nada. Sí, vale, se pueden montar los Pastorets-per-la-Consulta. Pero los ciclos propagandísticos agotan y, si no se van confirmando, finalizan abruptamente. Y este ya está finalizando. El pasado sábado, por ejemplo, día histórico, bla-bla-bla, Mas, preguntado por Mònica Terribas sobre su posible corrupción, no pudo utilizar la propaganda del día, por no poder absorberlo todo ya, por ser más débil que la realidad. Un indicativo de lo que está pasando a pesar de la propaganda. El Régimen está seriamente en crisis. Y herido. En Madrid y Barcelona. El uso propagandístico del procés en ambos biotopos puede dar para muy poco dentro de muy poco, si es que la sociedad decide observar el progreso de los derechos y la democracia, antes que el del fascinante mundo de la propaganda.

 

[Fuente: El País]

26 /

10 /

2014

La política electoral, si bien no debe desestimarse, no puede ubicarse en el centro de ninguna acción política radical seria, orientada a cambiar las instituciones que sustentan el sistema político, desmantelar las ideologías hegemónicas y fomentar el tipo de conciencia de masas en que habría de basarse un cambio social y político desesperadamente necesario.

Noam Chomsky
The Precipice (2021)

+