La política electoral, si bien no debe desestimarse, no puede ubicarse en el centro de ninguna acción política radical seria, orientada a cambiar las instituciones que sustentan el sistema político, desmantelar las ideologías hegemónicas y fomentar el tipo de conciencia de masas en que habría de basarse un cambio social y político desesperadamente necesario.
Hibai Arbide e Ignacio Pato
Este documental no debería haber ganado ningún premio
Ciutat morta es el título del documental ganador del reciente Festival de Cine de Málaga. Aun siendo una producción catalana, se trata de una cinta que TV3 no ha querido emitir… aunque no le va a quedar más remedio que hacerlo. Analizamos el porqué y entrevistamos a sus directores, Xapo y Xavier Artigas, de la productora Metromuster, que han realizado el documental junto al semanario La Directa y la Comisión Audiovisual del 15M en Barcelona.
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La noche del 4 de febrero de 2006 hay una fiesta en una casa okupada de Barcelona y varios Guardias Urbanos intentan identificar a la gente que se encamina a ella. La acción desencadena una batalla campal y desde la casa okupada comienza el lanzamiento de objetos. Una de las macetas lanzadas desde ella golpea en la cabeza de un policía que no lleva casco, le causa una fractura en la base del cráneo y acaba en coma.
Aunque las heridas son provocadas por un lanzamiento procedente de la casa, la policía sólo puede practicar detenciones en la calle. Son siete. Tres de los detenidos —Rodrigo Lanza, Juan Pinto y Alex Cisterna—, con nacionalidades europeas aunque de origen latinoamericano, sufren terribles torturas en comisaría que son denunciadas por Amnistia Internacional, el Comité Per a La Prevenció de la Tortura y otras entidades de defensa de los derechos humanos.
Patricia Heras y Alfredo Pestana nunca estuvieron en la fiesta ni tampoco en las inmediaciones de la misma. Sin embargo, los dos son detenidos esa misma madrugada en el Hospital del Mar, tras acudir al mismo por haber sufrido un accidente en bici. La casualidad quiere que allí coincidan con los policías que trasladan a los tres detenidos anteriores para recibir tratamiento por las heridas producidas por las torturas en comisaría. Patricia explica su incomprensible detención aquí.
Tiempo después, el documental Ciutat morta investiga la historia de Rodrigo Lanza, Juan Pinto y Patricia Heras. Patricia se suicida mientras cumple condena y, como señala el periodista Gregorio Morán en el documental, su vida, su suicidio, se convierte en la prueba de que decía la verdad.
Ciutat morta es la historia de una condena por unos hechos en los que nunca tuvieron la más mínima participación. También es la historia de cómo Joan Clos y Jordi Hereu (concejal de Seguridad y Movilidad del ayuntamiento barcelonés en el momento de los hechos), los jueces, los policías y los funcionarios del juzgado enviaron conscientemente a la cárcel a unos chavales inocentes. El abogado Gonzalo Boyé, que ejerce la defensa de Rodrigo durante el juicio, es taxativo: «En ese juicio todos sabíamos que los policías estaban mintiendo. Y cuando digo todos, me refiero a todos los que llevábamos toga«. Como dice Juan: «No es un montaje policial; va mucho más allá de que mientan cuatro policías. Está sostenido por toda una estructura«. La madre de Rodrigo, Mariana Huidobro, resume las tremendas irregularidades de este caso en cuatro durísimas cartas públicas dirigidas a Joan Clos, Jordi Hereu, la jueza instructora Carmen García Martínez y los policías —testigos clave de la acusación— posteriormente condenados por torturas en un caso similar Bakari Samyang y Victor Bayona.
Tras haber pasado varios años en la cárcel, Rodrigo nos da su opinión en la puerta del Ateneu Cooperatiu La Base respecto a su no culpabilidad: “En el documental es una cuestión central el hecho de que somos inocentes. Y lo somos, es cierto. También lo es para mi madre y también lo era para mí. Pero después de haber estado tanto tiempo en prisión y haber conocido a mucha gente allí, no haber reconocido nunca mi culpabilidad ya no es tanto una reivindicación de mi inocencia como la prueba de que ellos y su cárcel no han podido conmigo”. Porque, en efecto, si Rodrigo, Juan, Alex y Patri se hubieran declarado culpables; si hubieran «asumido su responsabilidad» una vez que estaban en prisión, la junta de tratamiento habría considerado que se estaban «reinsertando» y habrían accedido antes a permisos penitenciarios y la libertad. Paradójicamente, que un inocente en prisión mantenga su inocencia hace que las condiciones de cumplimiento sean más duras. Como señala Diana Junyent, amiga de Patricia, el único objetivo de los psicólogos mientras ella estuvo en prisión era conseguir que se declarara culpable. Cuando se suicida, estando en tercer grado, no tenía asistencia psicológica, ya que ésta se limitaba a intentar conseguir una confesión mientras cumplía condena.
Por eso cobran sentido las duras palabras de Rodri que abren el documental: «No sé si hay justicia y cada vez sé menos qué es la justicia. Lo que tengo claro es que no está en los juzgados. ¿Si se va a hacer justicia? Ya ni siquiera me importa. A veces, y especialmente después de la muerte de Patri yo lo que busco es venganza. La justicia para mí ha perdido sentido. Después de la cárcel… Yo me voy a vengar de todo esto. No sé cómo, no hablo de una venganza necesariamente violenta, típica… Pero sí hacer algo para volver a sentirme bien y decir ‘he logrado algo de equilibrio’«.
Ciutat morta no es cine político. Es política hecha con cine. Ciutat morta no es un documental convencional. Ni siquiera sabríamos bien si decir que se trata de un documental. Antes que cine, Ciutat morta es activismo: al término de la proyección nunca serás la misma persona, y tampoco será la misma tu percepción de este caso. Hablamos de un trabajo que acaba de ganar el premio al mejor documental en el Festival de Málaga pero que ya desde su estreno generó espacios comunes con su proyección en el okupado Cinema Patricia Heras, hace algo menos de un año. Entre ambos marcos de impacto, la televisión pública catalana sigue obstaculizando que la historia de Alex, Alfredo, Juan, Patri y Rodrigo llegue a miles de hogares que, si conocen el caso a través de los medios tradicionales, sólo conocen la mentira. Como los mismos autores dicen, la lucha no pasa por salir en los medios: se trata de apoderarse de las redes para que ellos las (nos) sigan.
Aunque ha habido diversas informaciones sobre el caso 4F, siempre alternativas al poder, el documental tiene un alto valor por su pedagogía directa. ¿Cómo definiríais la historia que cuenta?
Metromuster: Solemos comentar que la historia del 4F es lamentablemente mucho más habitual de lo que pueda parecer. El documental habla de la mentira, del montaje policial, político y judicial y de torturas. Pero sobre todo habla de impunidad, que es la gran lacra de nuestra sociedad. La tortura y la corrupción tienen lugar no solo porque haya manzanas podridas en el sistema, sino porque hay un Sistema que permite que esto suceda, que no dispone de los mecanismos de control ni la voluntad para evitarlo y que, además, cuando alguna vez llegan a ser enjuiciadas, acaban con el indulto de sus responsables. En el caso del 4F, los chicos acusados de haber herido al policía tenían un entorno social que los apoyó y acompañó hasta el final. Este documental no se hubiera podido hacer de otra manera. Sin embargo, lo habitual de una noche cualquiera en Barcelona es que la persona detenida no tenga posibilidad de defenderse, ni entorno social que le pueda apoyar, ni recursos económicos con que afrontar una defensa legal, y casi siempre sin papeles. Esto permite que ni siquiera exista la posibilidad de que haya podido ser maltratada, detenida ilegalmente o torturada. Solo de vez en cuando las fuerzas del orden se equivocan y se encuentran con un negro como Yuri, que resulta ser hijo de un diplomático, o con Juan Andrés Benítez, un empresario del Gaixample.
4F no es una extravagante casualidad. Tiene un contexto sociopolítico muy claro en la Barcelona de la última década. ¿Cuál es?
El caso del 4F coincide con la entrada en vigor en Barcelona de la Ordenanza del Civismo en 2006. Años antes, desde las instituciones y medios de comunicación ya se estaba preparando el terreno para poner en marcha una serie de leyes que permitieran a las autoridades controlar cómo y quién hacía uso del espacio público. La criminalización del movimiento okupa desde finales de los años 90 culminó en febrero de 2006 con los hechos ocurridos en el teatro okupado de Sant Pere Més Baix, donde un policía quedó gravemente herido. Para entonces todo estaba ya dicho y construido: solo había que encontrar a alguien con estética antisistema, al enemigo, y detenerlo . La opinión pública ya estaba preparada para dejar actuar a las fuerzas del orden y a los jueces sin poner nada en cuestión, aunque no existiera prueba alguna de su culpabilidad.
El 4F no es casualidad, igual que no lo es el título de la película. Queríamos hablar de un modelo de ciudad determinado, de la marca Barcelona, de los procesos de gentrificación como ya lo hicimos en nuestra última película, “ NO-RES”, aquí desde un plano narrativo completamente diferente, aunque el tema fuese el mismo: la muerte del espacio público, el espacio público de verdad. La historia del 4F como paradigma para hablar de la muerte de la ciudad como espacio de vida construido a lo largo de los siglos desde el procomún.
El documental está especialmente trabajado a la hora de recalcar que el espacio real es el que habitan las víctimas del caso, y la única ficción corresponde a la versión oficial…
Al empezar el trabajo de investigación y elaborar los primeros esbozos de guión del documental caíamos de manera recurrente en la necesidad de justificar o dejar bien clara la inocencia de los chicos encausados. Seguramente, en el año y medio que tardamos en acabar el documental, variamos de manera natural la idea narrativa de los hechos, pues la versión oficial no se sostiene por ningún sitio. Tal como dijimos al recoger la Biznaga de Plata del Festival de Málaga, los auténticos guionistas de esta historia son los ex-alcaldes Joan Clos y Jordi Hereu, la jueza Carmen García Martínez, el jefe de información de la Guardia Urbana Victor Gibanel y algunos otros servidores públicos.
A los que nos dedicamos al cine de no-ficción nos gusta predicar que la objetividad no existe. La realidad es algo relativo que depende siempre de la mirada del autor. Probablemente sea así cuando hablamos de grandes temas universales como «el desencanto» o «el olvido». Pero es inevitable sentir una catarsis cargada de realidad cuando Silvia nos cuenta al final de Ciutat morta: «El hecho que alguien lanzara una maceta… ocurrió». La película al final también habla de esto, de la verdad.
El capitalismo cognitivo nos ha intentado convencer de que el ejercicio del poder por encima de nuestros cuerpos es —como los colores o los sabores de las cosas que consumimos— una cuestión relativa a la percepción y subjetividad de cada una. Las palabras de Silvia caen como una ducha de agua fría ante semejantes pajas mentales que nos hacemos desde cierta pseudoposmodernidad, y es que, nos guste o no, hay una verdad detrás de los asesinatos de Juan Andrés Benítez, Yassir el Yanoussi o Alfonso Bayard.
Como dice Gregorio Morán en un momento del documental, “la prueba de la verdad es la vida”. Es inevitable y doloroso pensar que parte de la trascendencia del caso 4F reside en el final de Patricia Heras. Lo cierto es que el tema en concreto es tratado con un respeto y veracidad poco acostumbrados por evitar el sensacionalismo. ¿Fue uno de los aspectos más trabajados de Ciutat morta?
En el caso del 4F ha habido mucho dolor y sabíamos que debíamos tratarlo con mucho tacto. En el caso concreto de Patri, además de una cuestión de respeto creímos que el rigor tenía mucho más recorrido que el sensacionalismo a la hora de hacer llegar esta historia al espectador. Su muerte es la gota que colma el vaso en la trágica historia del 4F. Es el punto de partida y el centro de todo.
¿Cómo ha sido la noticia de la designación como mejor documental en el Festival de Cine de Málaga? ¿Creeos que esto debe abrir puertas a la difusión del documental y del caso, teniendo como ejemplo próximo la presentación en el DocsBarcelona?
Totalmente inesperada. Y no porque creamos que no es una buena película. Porque en el caso del 4F, desde el primer día, en 2006, todo ha salido mal. Además, durante el trabajo de investigación y realización hemos visto cómo desaparecían documentos oficiales, se modificaban noticias de archivo en televisiones públicas, etcétera. Es decir, los hechos que en este documental se narran son muy graves y afectan a altas instancias del Estado y desde el principio tuvimos la sospecha que no nos iba a ser fácil difundir esta historia. Con Málaga, por fin, parece que el cerco se agrieta.
Desde el primer momento, y en todo lo que hacemos, uno de nuestros objetivos es romper con los códigos del cine para llegar a otro tipo de público. Esperamos que esto solo sea el principio. Hay que romper con el tabú de que estas historias solo se cuentan en centros sociales okupados, y romper con el monopolio del relato político desde sectores de izquierda rancia… Todas podemos hablar de política y hacerlo desde todas las manifestaciones artísticas: cine, literatura, música, moda, etc.
¿Ha habido algún contacto con Televisió de Catalunya con el objetivo de emitir el documental en la cadena pública? ¿Consideráis que se está censurando el trabajo porque afecta a las instituciones políticas, policiales y judiciales de Catalunya?
En cuanto a la censura sobre este caso, sí que la ha habido. Como anécdota podemos contar por ejemplo que en 2011 capturamos de la web de TV3 una noticia de archivo donde se hablaba del juicio del 4F del 2008. La noticia presentaba las dos hipótesis de cómo podía haber sido herido el policía: la hipótesis de la maceta lanzada desde el tejado de la casa y la hipótesis de la piedra lanzada desde la calle. A principios de 2013, cuando ya estábamos cerrando el montaje definitivo decidimos volver a capturar la misma noticia de la web pero con más calidad. Entonces nos encontramos con que la noticia había sido manipulada. Las imágenes eran las mismas pero se había eliminado el audio original por otro en el que ya no se habla de la hipótesis de la maceta. Sabemos que en TV3 hay gente realmente comprometida con el periodismo y con lo que debe ser un servicio público. TV3 nace con un marcado carácter antifranquista y aún hoy, pese a la instrumentalización política de sus contenidos por parte de CiU, existen ciertas grietas y autonomía de algunas vacas sagradas. Creemos que como servicio público que es, TV3 debería emitir Ciutat morta, más aún viniendo avalada ya desde dos festivales como son el Miradas Doc y el de Málaga.
¿Hasta qué punto le resulta difícil al poder gestionar la censura?
Las redes sociales democratizan el acceso a la información aunque el poder aún cuenta con potentes instrumentos de desinformación y represión. Un ejemplo lo tenemos en el caso de Ester Quintana. Los medios generalistas ignoraron durante más de dos semanas que en la huelga general del 14N Ester perdió un ojo en una carga policial. Un vídeo con su testimonio, donde de manera sencilla y emotiva narraba lo sucedido esa noche, corrió por la red de tal manera que los grandes periódicos y televisiones no tuvieron más remedio que acabar hablando de algo de lo que la gente ya estábamos informados. Finalmente se han prohibido las balas de goma en Catalunya y eso tendría que hacernos caer en la cuenta de que el cerco mediático con el que normalmente se nos desinforma es mucho más frágil de lo que parece.
Ciutat morta rompe con un lugar común del “compromiso artístico”. Lo importante no es lo que se dice sino lo que se hace, y en ese sentido el documental es una herramienta valiosa para conseguir que el caso avance hasta el Tribunal de Estrasburgo…
Ciutat morta no nace de la necesidad de hacer una película, sino de la necesidad de explicar la historia del 4F, es decir desde el activismo político. Pero eso implica algunos peligros, como utilizar un lenguaje audiovisual propio de los movimientos sociales que, a menudo, acaba por convertir la obra en un producto de autoconsumo para un público ya convencido. Trabajamos mucho en la deconstrucción de esos códigos activistas, por un lado cuidando el rigor de la información, elaborando un relato periodístico lo más serio posible, y descartando todas aquellas informaciones surgidas de rumores o sencillamente de las que no disponíamos de una evidencia contundente. En segundo lugar vestimos el documento periodístico con un lenguaje cinematográfico, dejando respirar las innumerables entrevistas con imágenes de otro de los personajes de la película: Barcelona y la poesía de Patricia Heras. Todo esto, en efecto, para llevar el caso al tribunal de Estrasburgo, para mover a una opinión pública hasta ahora totalmente ajena al caso del 4F e intentar que se haga algo de justicia. Aunque sea en el plano moral.
La productora Metromuster nace con un objetivo claro de empoderamiento político. Entre otras cosas, habéis conseguido la primera coproducción de TV3 bajo licencias Creative Commons con el documental NO-RES. ¿En qué proyectos estáis involucrados actualmente?
Un objetivo primario de Metromuster es demostrar que la producción bajo licencias libres (fuera de un marco estrictamente capitalista) no sólo es posible sino que puede tener mucha calidad técnica y artística. NO-RES es una primera batalla ganada. Un segundo objetivo es dar estatus cinematográfico al documental. En Málaga los temas que se trataban en las películas documentales eran mil veces más interesantes que las de ficción. Aún así, se percibe como un arte menor. Un tercer objetivo era contribuir al empoderamiento y a la transformación social a través del cine. Nuestra práctica periodística nos demuestra que la mera difusión de información no basta. Hay mucho ruido y sobresaturación de información, es deseable alcanzar al espectador no desde la racionalidad pura, sino atravesarle de forma que ya no sea el mismo despues de contarle lo que sea.
Una constante en los largometrajes de Metromuster es la relación política con el espacio. NO RES habla de la muerte de un barrio. Ciutat morta desenmascara la corrupción que provoca el fin del espacio público. Ahora estamos trabajando en un proyecto que abandona la ciudad para conocer una realidad rural, pero con el mismo objetivo: cómo la transformación de un espacio acaba moldeando la sociedad que lo habita. Se trata de una escuela rural que nació con el objetivo de liberar… y se acaba convirtiendo en un campo de concentración. Actualmente se está discutiendo si va a ser un hotel de lujo. Todo un retrato del siglo XX en Mallorca. Se llama “Foravila” y estamos esperando colaboración de TV. También estamos acabando un documental sobre el caso de financiación irregular del Partido Popular y el papel que tienen las acusaciones populares en estos casos de corrupción.
[Fuente: PlayGround, 28 de abril de 2014]
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