La política electoral, si bien no debe desestimarse, no puede ubicarse en el centro de ninguna acción política radical seria, orientada a cambiar las instituciones que sustentan el sistema político, desmantelar las ideologías hegemónicas y fomentar el tipo de conciencia de masas en que habría de basarse un cambio social y político desesperadamente necesario.
Teatro 1989-2014
Ediciones La uÑa RoTa,
Segovia,
769 págs.
Teatro de Juan Mayorga
J.-R. C.
Se nos ha dicho muchas veces que el teatro era para los atenienses un lugar de educación cívica, donde se exponían cuestiones cruciales para su sociedad. El paso del tiempo dificulta que aquellas reliquias literarias puedan conseguir esos efectos hoy. Al menos cuando predominan las ideas de distracción y de espectáculo.
Pero el teatro de Juan Mayorga tiene la virtud desgraciadamente muy rara de interpelarnos en nuestro propio tiempo. No reúne a los espectadores para aburrirles. En todo caso para despertarles, para poner alerta la conciencia. Un teatro en el sentido más estricto de la palabra, en el que nuestra aceptación de fingir creer lo que se finge hacer compensa con largueza.
La reunión en un solo volumen de la principal obra dramática de Mayorga en los últimos veincicinco años es no solamente un acierto sino un verdadero acontecimiento. Este teatro, además de ser representado, puede ser leído. Y desde estas páginas lo recomendamos muy calurosamente a los lectores de mientras tanto con la seguridad de que tal recomendación, de ser seguida, será agradecida.
Obras como El chico de la última fila, La paz perpetua, Hamelín, Cartas de amor a Stalin son, entre otros muchos, verdaderos modelos de dramaturgia a la altura de los tiempos.
El volumen lleva una cubierta muy hermosa e intencionada de Daniel Montero Galán, un prólogo brevísimo de Claire Spooner y un texto a modo de epílogo del propio Mayorga, «Mi padre lee en voz alta».
Y nada tiene desperdicio.
20 /
8 /
2014