La política electoral, si bien no debe desestimarse, no puede ubicarse en el centro de ninguna acción política radical seria, orientada a cambiar las instituciones que sustentan el sistema político, desmantelar las ideologías hegemónicas y fomentar el tipo de conciencia de masas en que habría de basarse un cambio social y político desesperadamente necesario.
Daniel Ripa e Iván G. Fernández
Entrevista a Gerardo Iglesias
Gerardo Iglesias (La Cerezal, Mieres, 1945) se afilió a los 15 años al PCE, al entrar a trabajar en la mina del Pozo Fondón en la cuenca del Nalón. Sindicalista en el antifranquismo, fue detenido por primera vez en la huelgona minera de 1962. Encarcelado y torturado en reiteradas ocasiones, llegaría a coordinar CCOO y el PC en Asturies, desde donde saltaría a la secretaría general del PCE de la mano de Santiago Carrillo. Al poco se enfrentó a éste y emprendió un intento de renovación, que culminó con la fundación de Izquierda Unida en 1986, de la que fue su ideólogo y primer coordinador general. Diputado en el Congreso, renunció a sus cargos en 1988 y volvió a Asturies. Le ofrecieron encabezar la candidatura autonómica, pero exigió que programa y candidatura se decidieran en asambleas abiertas a la ciudadanía. No funcionó y la Izquierda Unida asturiana, encabezada por el entonces ortodoxo Gaspar Llamazares, le mandó a paseo. Los suyos, nunca le perdonaron que quisiera disolver el PCE en IU: «me excomulgaron», recuerda. Actualmente su salud es delicada tras un accidente laboral que sufrió en la mina, a la que volvió en 1990 tras abandonar la política, aunque sigue conservando esa magnífica oratoria de cuando estaba en la primera línea del partido.
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Usted ha afirmado que la publicación de su libro Por qué estorba la memoria y la irrupción de Podemos le hicieron romper un silencio de 20 años. Y es que su caso fue ejemplar, dejó la política y volvió a la mina. ¿Echa de menos que más políticos hubieran seguido su camino?
No soy quien para decir a cada cual qué camino tomar, ni pretendo ofrecer como modelo el que yo tomé. Lo que echo de menos es que no existan mecanismos para expulsar de la vida política a los ladrones, a los que incumplen sus promesas descaradamente, a los que influyen y se dejan influir a conveniencia, y para que paguen sus fechorías penalmente. Echo de menos normas exigentes que obliguen a la rotación de cargos en las instituciones del Estado, en partidos, sindicatos y en todos los puestos de representación social.
Hoy vemos cómo crecen los aforamientos de facto y la impunidad. Parece que nadie paga por sus actos.
Sí que paga alguien: los ciudadanos que cometen pequeños delitos y no tienen un amigo en el poder. Donde nadie paga es entre los de cuello blanco y si en algún caso los jueces obran en justicia, el diligente Gallardón tira de indulto rápidamente. En el caso Nóos, el fiscal no sólo recurre contra el juez que instruye el caso, sino que quiere sentar a éste en el banquillo, para que no cunda el ejemplo…
¿Por qué hubo tanta prisa en aforar al padre del rey? ¿Qué temían?
¡Es tan sumamente descarado! Yo viví en Madrid casi diez años y todo el mundo hablaba -eso sí, en voz baja- del petróleo, sus amigos árabes y unas cuantas cosas más; incluso del 23-F. Evidentemente había un pacto tácito para no tocar al rey. Pero llegó un momento en que las cosas se les fueron tanto de las manos -no sólo a la Casa Real, sino al propio sistema- que se resquebrajó todo y empezaron a aparecer cosas. ¿Y por qué se blinda al rey? Algo tendrá que esconder. Algo que, además, puede afectar al poder. ¡Incluso han aforado a la niña que es Princesa de Asturias! No confían que la monarquía se sostenga con el apoyo popular.
¿Con la Transición heredamos la impunidad y las elites del franquismo?
El régimen de impunidad se asienta en la inmodélica Transición. Se transita de dictadura a democracia conservando el viejo edificio y la cultura franquistas, judicatura, policía, ejército y el tinglado financiero-empresarial montado a la sombra del caudillo. Todo permanece intacto. Al edificio franquista entran nuevos valores pero, como está cargado de mugre, lo nuevo se corrompe. Ya en la etapa de Felipe González la corrupción era institucionalizada. No hubo ruptura democrática y la Transición pactada se hizo a golpe de amenazas. ¡Y más que amenazas! Por otra parte, las contrarreformas del Gobierno del PP nos conducen a la frontera del franquismo y la democracia es cada vez más papel mojado. La Troika nos pone la soga al cuello y el Gobierno da más vueltas de tuerca.
Hay un intento de las élites de generar una segunda Transición. ¿Puede funcionar y que Felipe VI consolide la monarquía?
La aparición de Podemos es un puñetazo en el estómago del sistema bipartidista, del que es puntal la Casa Real. Con la caída libre de PP y PSOE, temen que cambie la correlación de fuerzas en el Parlamento. Además, tras la abdicación, el juez Castro confirmó la imputación de la hija del Rey. Pero la segunda Transición de la que hablan los gobernantes no tiene nada que ver con el cambio político que necesita este país. El sistema está podrido y no hay ninguna institución que no esté tocada: Familia Real, patronal, grandes partidos y ni siquiera los sindicatos, aunque CCOO sale mejor parada. Ya no sirven parches: necesitamos la apertura de un proceso constituyente.
En relación a la memoria histórica, sigue vigente el discurso de «no remover el pasado»…
Cuando escribí el libro ¿Por qué estorba la memoria?, me entrevisté con muchos familiares de víctimas y es impresionante. Te sientas con un familiar que ha vivido una tragedia tremenda y que va a contar su historia, y allí están sus hijos, que de repente dicen: «Pero papá, nosotros no sabíamos nada de esto». Han pasado 60 años y no nos damos cuenta de hasta qué punto sigue vigente el miedo. Hay que explicar lo que significó el fascismo, poco conocido por las nuevas generaciones.
Todo esto explica que España aún esté plagada de símbolos fascistas. Y que sea la justicia argentina y no la española la que tome cartas en el asunto, con la oposición de nuestro poder político que obstaculiza la instrucción. Es una vergüenza para España. La querella argentina tuvo que ser impulsada por asociaciones civiles, mientras los partidos no se mojaron. No podemos borrar nuestra historia y hay que escribir un relato compartido de lo que fue aquello.
El PCE aceptó la monarquía cuando usted estaba en su dirección. ¿Se equivocaron?
A mí me tocó votar a favor de la monarquía y de la bandera. Fue en una reunión del Comité Central del PCE, donde esa cuestión no estaba en el orden del día. Parece ser que Carrillo recibió una llamada de Suárez. Santiago llegó con una declaración ya preparada que nos leyó. Al parecer los militares iban a venir a sacarnos de allí, no se sabía si para fusilarnos o para qué. Entonces, todos en un silencio absoluto, votamos sí a la monarquía y a la bandera. Entre paréntesis, creo que aquello ya estaba pactado por Carrillo.
Hemos de aceptar que las fuerzas de la oposición al régimen no reunieron la capacidad para provocar la ruptura, porque ni si quiera estaban unidas. Primero se creó la Junta Democrática, donde no estaba ni el PSOE ni otras fuerzas importantes. Después se creó la Platajunta, donde estaban todos, pero con una perspectiva de negociación. En aquellas circunstancias -y con un enorme deseo de que cesara la represión, salieran los presos, volvieran los exiliados…- se aceptó.
Lo que es inaceptable es que 35 años después el Estado democrático no haya condenado el golpe del 18 de julio de 1936 ni la dictadura. En la llamada ley de la Memoria Histórica, se dice «nos sumamos a la condena del Consejo de Europa que condena la dictadura franquista», en plan vergonzante y a la defensiva. No se han anulado las sentencias de los Consejos de Guerra y los guerrilleros de la primera resistencia siguen apareciendo como bandoleros. Y desde el punto de vista humanitario, es sangrante que montes y cunetas estén llenos de cadáveres.
Es curiosa la evolución de Felipe González: asesor de Carlos Slim, consejero delegado de Gas Natural.
González es la expresión más clara de para quiénes gobierna el bipartidismo. Y de ahí se explican las puertas giratorias: salen del Gobierno y entran en Gas Natural y otras grandes empresas, que les pagan, según el propio Felipe, por no hacer nada, hasta el punto de aburrirse. Sí, sí. Es lo que dijo, que iba a dejar Gas Natural porque «es muy aburrido». Me parece tremendo que se burle de esa manera de los ciudadanos. Algo sí que hará, influir, que para eso está. La casta no guarda ni las formas. Y en el PSOE no veo síntomas de renovación, aun manda Felipe aunque parezca increíble [el propio Pedro Sánchez le ha considerado su referente]. Además, la defensa tan cerrada de la institución monárquica y ese do de pecho de Rubalcaba en sus últimos días… Aunque no es fervor monárquico; sino defensa del bipartidismo. Pero lo tienen complicado porque Podemos abre nuevas perspectivas para el cambio. Y les tiene preocupados. No es causal la campaña tan carroñera contra ellos y, particularmente, contra Pablo Iglesias.
Cayo Lara dice que «no es justo hablar de la casta» y que no creía en ella.
Es absolutamente cierto que existe la casta. Quien no se sienta parte del establishmentde los mercados no tiene por qué sentirse aludido. Es más explícito que clase política y así lo percibe la sociedad. ¿Cuántos ciudadanos ven a los diputados por su barrio? Es una clase especial separada del resto de la ciudadanía.
Hay mucha gente que dice que Podemos les recuerda al espíritu del 1982.
Las situaciones son muy distintas. En aquel momento quien dirige el proceso son los franquistas y los poderes fácticos: el búnker, los militares… Hoy la situación es diferente, aunque no faltan campañas de criminalización. A Pablo Iglesias le han relacionado con el chavismo y con ETA. Y yo echo en falta que IU no haya salido al paso con fuerza denunciando la campaña contra Podemos. Porque es importantísimo que Podemos se consolide. Esa fuerza no se crea en un despacho entre cuatro personas, sino que emerge del flujo social. Me recuerda cuando, al calor de la revolución industrial, irrumpió el movimiento obrero a la vida política, hasta entonces en manos de oligarquías. Y cambiaron la manera de hacer política. Estamos en un cambio de época.
Usted fundó IU aunque ya no milite en ella, ¿la IU que usted quiso construir en 1986 se corresponde con la actual?
No. Si leemos los documentos de aquel momento sobre la «política de convergencia», la voluntad era crear un «movimiento social y político», diferenciado de los partidos tradicionales en crisis. La vocación originaria de IU se acercaba bastante a lo que representa Podemos, aunque la inercia de lo tradicional tuvo mucha fuerza. Ahora valoran como algo positivo que acudieron a las elecciones europeas con 12 organizaciones, pero eso se puede construir entre 47 personas en 7 locales. Y eso es a lo que estuvo aferrada IU hasta ahora.
Por ejemplo, Gaspar Llamazares, que fue coordinador general de IU, formó su grupo dentro de IU, Izquierda Abierta, pero luego llegó a Asturias y lo eligieron a dedo como candidato al Congreso. ¡Menuda Izquierda Abierta! Por otra parte, he leído una valoración de la dirección de IU sobre las elecciones europeas en la que ven a Podemos como algo pasajero y se dan por satisfechos porque suben sustancialmente. ¡Pero es que si en medio de la marea de descontento no sucediera eso, estarían en vías de desaparición! Podemos pone de manifiesto su incapacidad para atraer a esa nueva izquierda emergente. Desearía infinitamente que IU fuera consciente de lo que está sucediendo en este país y soltara lastre para poder compartir con Podemos y otras fuerzas la configuración de una nueva alternativa. Porque IU nació para eso, aunque sus últimos movimientos son esperanzadores, si no quedan sólo en promocionar nuevos valores.
¿Se refiere a la llegada de Alberto Garzón a la portavocía de IU?
Siempre he visto a Garzón como una inyección de aire fresco. Aunque, siendo sincero, hubo momentos en que tuve la impresión de que la inercia de lo tradicional le estaba quitando espontaneidad. Falta saber si es portavoz de un pensamiento mayoritario en la renovación de IU o no.
Lara dice también que «hay una parte del discurso de Podemos que nosotros nunca vamos a hacer porque no forman parte de nuestro ADN» y critica el «no somos ni de izquierdas ni de derechas». ¿Lo comparte?
IU arrastra conceptos del pasado, heredados del PCE. Hace 100 años las fronteras ideológicas estaban muy delimitadas. Hoy la frontera se refleja más por el programa que por la identificación con una doctrina. El PSOE dice que es de izquierdas, pero no su política. Es también importante presentar una imagen de coherencia. Si se quiere acabar con el bipartidismo casa mal gobernar en Andalucía con un PSOE corrompido hasta las cejas y en Extremadura con el PP. ¿Syriza habría tenido este resultado si hubiera aceptado entrar en el Gobierno con los restos del Pasok y Nueva Democracia?
Al crear IU usted propuso disolver el PCE.
IU nació con una vocación a la que no supo responder más adelante. Además, le tomó gusto a las instituciones parlamentarias, alejándose de los movimientos sociales. La gente coge un apego al puesto tremendo, al coche oficial y las dietas. Sigo pensando como en el 86, un PCE organizado dentro de IU no ayuda a su renovación y acercamiento a las fuerzas emergentes. Los candidatos a elecciones y dirección no pueden ser elegidos en recinto cerrado, cuando no a dedo, por un aparato que mueve todas las teclas, mientras que la militancia es un cero a la izquierda. Pero no basta con que los afiliados participen en el gobierno del partido, sino que tiene que estar fiscalizado por la sociedad civil y han de intervenir otros sujetos sociales. Los partidos del futuro, o como se llamen, no pueden condicionar el pensamiento de los militantes. ¿Qué es eso de que en el Parlamento el líder del partido levanta el brazo y todos voten sin reflexionar? Hay pavor a poner en solfa a los aparatos.
A mí se me excomulgó por querer disolver el PCE, pero no soy ningún renegado. Si mañana se presentara una situación como la que se vivía cuando tenía 15 años y hubiera que plantar cara a la dictadura, volvería al PCE. Pero 40 años de anticomunismo feroz en nuestro país hacen que esas siglas estén lastradas para la sociedad en la que tenemos que apoyarnos para construir la nueva alternativa de izquierdas. El mayor honor que se puede rendir a los hombres y mujeres del PCE que dieron su vida por la libertad es contribuir a que cristalice una alternativa, sin aferrarse a siglas. Si se es de izquierdas, hay que contribuir desinteresadamente. Lo demás es retórica del pasado.
En un documento de IU dice ser «el eje del proyecto alternativo». ¿Contribuye esa atribución a la convergencia? No son momentos de competir. Tampoco es el momento de aferrarse al cargo, sino de abrir paso a gente joven que interprete mejor la situación actual. La juventud no pasaba de la política, sino de los partidos tradicionales. Lo tradicional puede ayudar, pero ni pilotar ni hegemonizar lo nuevo.
¿Es necesario un frente de izquierdas?
No veo un frente de izquierdas clásico entre IU y Podemos. Podemos es muy heterogéneo y no todos los que les apoyan se sienten encantados con IU. Sí veo que trabajen juntos en los movimientos sociales. Y que en ayuntamientos pequeños fueran hacia candidaturas unitarias, donde elijan los vecinos, a miembros de IU, de Podemos o de ninguno. ¿La izquierda no quiere gobernar para el pueblo? Que el pueblo decida la candidatura en base a un programa, pero no que dos siglas se reúnan en un despacho y se repartan puestos mientras el pueblo no se entera de nada.
Por otra parte, he visto una postura muy respetuosa de Podemos hacia IU, pero he visto actitudes de IU que no me parece que ayuden mucho. Si vamos a hacer una reunión, no me convoquen como un invitado periférico, sentémonos y convoquemos conjuntamente: así se hace convergencia, no competencia.
Vive en Oviedo, ¿las fuerzas rupturistas pueden ganar en Oviedo (Podemos, 14.6%; IU, 9%, en las europeas) y en Asturias (Podemos 13.7%, IU, 12.9%) donde gobiernan PP y PSOE, respectivamente, desde hace dos décadas?
En Oviedo, si se buscara una forma de entendimiento sin tutelaje de nadie, una forma democrática y participativa, la alcaldía podría cambiar de manos. El PSOE está de capa caída y el alcalde es de un partido, el PP, que está llevando al país a las fronteras del franquismo. En Asturias, además, está el fenómeno de Foro y Álvarez Cascos, a quienes les votó mucha gente, incluida gente de izquierdas que buscaba regeneración. Pero Foro está en descenso y Podemos puede entrar en ese territorio. Y el PSOE, aunque salva algo los muebles, está débil. Si Podemos e IU encuentran fórmulas inteligentes y abiertas de entendimiento, pueden dar la sorpresa.
Usted fue secretario general de CCOO en Asturias y miembro de su dirección estatal, ¿no cree necesaria una regeneración de los sindicatos?
Estoy sorprendido por la indiferencia de los sindicatos hacia lo que está pasando. CCOO nació como un sindicalismo socio-político nuevo, pero terminó siendo un sindicato clásico, con gran aparato y muchos liberados. Son parte de la crisis del sistema, como los partidos. Pero da la impresión de que no va con ellos la cosa. El PSOE no renueva nada, pero hace alusiones a la necesidad de cambios. Los sindicatos ni eso.
Tengo grabada una imagen lapidaria. Cientos de manifestantes en las calles de Madrid, demandando referéndum sobre república o monarquía y los dos secretarios generales reunidos en Moncloa con Rajoy. Algunos movimientos sociales, como la PAH, cubren el vacío que han dejado. Por otra parte, algún dirigente de izquierdas dijo sobre ellos que «las críticas hay que hacerlas a puerta cerrada». Pero es que no es democrático lavar los trapos sucios en casa y contribuye a la desafección social. Las malas prácticas hay que denunciarlas públicamente y llevar a la calle el debate.
[Fuente: diario Público]
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8 /
2014