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Agustín Moreno

Paisaje después de las urnas

Las elecciones europeas del 25 de Mayo expresan la desafección ciudadana hacia un proyecto que está fracasando en sus objetivos fundacionales y que aplica políticas neoliberales de ajuste para empobrecer a los países del sur y de la periferia. Esto lo demuestra la escasa participación de la ciudadanía europea. Es muy preocupante el avance de la ultraderecha racista y xenófoba. Las pocas buenas noticias son el triunfo de Syriza en Grecia y los avances de la izquierda opuesta a la austeridad en países como España. En España sigue la altísima abstención, que alcanza al 54%. Si el nivel de participación mide la salud del sistema y el crédito de las fuerzas políticas, la deslegitimación es de tal calibre que los grandes partidos deberían hablar muy bajito de ahora en adelante. ¿Se podía esperar, acaso, que los que han sido incapaces de defender nuestros intereses en España lo fueran a hacer en Europa? Tampoco ha animado a la participación el conocimiento de los privilegios que conlleva ser parlamentario europeo (8.000 euros brutos al mes, más gastos y dietas) en un país azotado por el paro y la miseria. Primera conclusión: hay que debatir y proponer aquello que interesa a la ciudadanía para recuperar la credibilidad perdida por los incumplimientos de los programas electorales.

El bipartidismo ha sufrido un duro golpe. La caída de apoyos que sumaban el PP y del PSOE ha pasado del 81% a menos del 50%, lo que supone una pérdida del 30% de los votos. La suma de votos del PP y PSOE solo llega a los siete millones y medio, perdiendo más cinco millones entre los dos en relación a 2009. En términos de porcentaje sobre censo electoral PP y PSOE representan muy poco. Lo debía intuir Felipe González cuando lanzó su propuesta de gran coalición, haciendo de vocero de la oligarquía española. Como dice Gregorio Morán de él: cuando los tahúres se hacen viejos, aseguran que su única salida es la de crupier: dar cartas para que jueguen los que pueden ganar.

La mayor caída es la del PP. Obtiene 16 o 18 puntos menos que en las europeas de 2009 o en las generales de 2011. Ello tiene una especial significación: no hay impunidad para los recortes y las agresiones antisociales, y nadie ha creído lo de la recuperación. Segunda conclusión: el 25-M se ha convertido en un plebiscito contra los recortes y la corrupción. La imagen de la calle Génova vacía era muy significativa para un partido que ha ganado en escaños a los demás ¿Qué va a celebrar si ha pasado de la mayoría absoluta a solo un 26% y solo le ha votado el 11% del censo electoral?.

El PP no puede sacar la lectura de que se ha legitimado su política con estos datos. Además, se confirma que Rajoy empieza a estar amortizado. Se ha equivocado en el candidato, en la estrategia de bajo perfil, en sus (no) comparecencias. Lo ha hecho, especialmente, con la política aplicada: recortes para todos (suman 82.500 millones de euros en cuatro años, siendo responsable de la mayoría de ellos) para salvar a la banca y los beneficios de las empresas del Ibex. Se abrirá de inmediato en el PP el debate sobre la estrategia y los candidatos para las elecciones de 2015. Muchos de los candidatos autonómicos y locales no querrán aparecer en la foto con Rajoy porque les quita votos. Veremos si todo no deriva en la apertura de una crisis interna.

En cuanto al PSOE, a pesar del tremendo desgaste del PP, por su política y sus torpezas, no han sido capaces de recuperar terreno y siguen perdiendo apoyos electorales. No es suficiente el reconocimiento de su derrota, aunque sea loable. Necesitan urgentemente su renovación-regeneración, de dirigentes y, sobre todo, de su programa, que debería girar de forma clara y sincera hacia la izquierda.

La izquierda ha conseguido un gran avance. Enhorabuena a toda ella: a Izquierda Plural que triplica sus resultados, a Podemos que irrumpe espectacularmente y a Equo-Compromís que obtiene escaño. La suma de los resultados obtenidos está cerca del 20%. Pero se puede sacar una tercera conclusión: una propuesta político-electoral unitaria ilusionante podría haber ganado por su efecto multiplicador y haber movilizado a muchas personas indignadas que se han quedado en casa. Estamos hablando de haber alcanzado un resultado igual o superior a los del PSOE y el PP. De colocar a la izquierda en unos niveles de voto que inquietaran a los poderes fácticos y devolvieran la esperanza a la ciudadanía. No es un sueño, es una propuesta de trabajo y una obligación moral y política para la izquierda.

En Cataluña se refuerza el impulso soberanista y republicano. Con el avance de los partidos que lo defienden y la mayor participación del electorado, a pesar de que una fuerza ascendente como la CUT renunció a presentarse. Gana ERC, que se está convirtiendo en la nueva fuerza hegemónica, por delante de CIU. Se hunden el PP y el PSC. Cuarta conclusión: hay que abordar la cuestión catalana y ver si es posible todavía encontrar un modus vivendi para la convivencia entre España y Cataluña, que seguramente debería pasar por un proceso constituyente hacia una república federal.

Para terminar este análisis de urgencia sobre los resultados de las elecciones del 25 de Mayo y el nuevo paisaje en el que nos encontramos, tres reflexiones finales.

• Continuidad de la movilización. Es lo que desgasta a las políticas de ajuste. Cuando no se negocia nada y se imponen políticas antisociales, hay que echar a los responsables del poder. Esa es también la lección del triunfo de Syriza en Grecia: los griegos han hecho más huelgas generales que ningún otro país y cuando se sale a las calles se toma más conciencia que cuando se está cabreado pero en casa.

La izquierda debe unirse de cara a 2015. El 25 de mayo ha sido una primera ocasión no aprovechada desde el punto de vista de la unidad. Los buenos resultados no deben llevar a la autocomplacencia. Hay que empezar a trabajar la unidad para dar respuesta al anhelo de cambio que se ha manifestado. Y se tiene que construir esa unidad mirando hacia afuera más que hacia adentro, al futuro más que al pasado, a lo nuevo más que a lo viejo, a la participación más que a los aparatos. El año próximo se celebran todas las elecciones posibles: locales, autonómicas y generales. Nos jugamos demasiado. El reto es acordar un programa de mínimos, buscar candidatos competentes y honestos, sumar la mayor parte de fuerzas de la izquierda. Se necesita una victoria política para cambiar la política del país.

La situación es tan catastrófica que no pueden esperar los pobres, los parados, los desahuciados, los trabajadores en general. No nos vale con que haya triunfos parciales, como ayuntamientos en los que se produzca un empoderamiento de la ciudadanía. Está muy bien, pero no es suficiente: hace falta un proyecto global de cambio. Y ello significa cambiar la política y la manera de hacer política. Gobernar al servicio de los ciudadanos, recuperar con leyes lo que nos han robado con leyes estos años: derechos laborales, sociales, educativos, sanitarios, etc. Para conseguirlo no sobra nadie, faltan muchas personas, organizaciones y movimientos por incorporarse al proceso de cambio. No habría, incluso, que descartar al PSOE si es capaz de renovarse y girar a la izquierda y se comprometiera, por ejemplo, a la derogación del artículo 135 de la CE.

Porque siempre que ha habido cambios políticos de gran calado, vinieron precedidos por grandes acuerdos de unidad. Hay que recordar momentos históricos como el Pacto de Ostende que terminó con el reinado de Isabel II, el Pacto de San Sebastián que trajo la Segunda República, la Platajunta democrática para acabar con el franquismo.

Trabajar con el horizonte de un proceso constituyente. Ya lo dije en otro artículo: Se necesitará una generación entera de trabajo obstinado para la gigantesca tarea de hacer de España un país habitable de nuevo. Ello pasa por frenar el proceso deconstituyente que vivimos y que está vaciando los elementos garantistas y democráticos que había en la Constitución de 1978. Como dice Pisarello, pasa por una revuelta democratizadora que suponga la elaboración de una nueva Constitución. Regeneración democrática, participación-movilización ciudadana y unidad de las fuerzas progresistas son las claves.

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2014

La política electoral, si bien no debe desestimarse, no puede ubicarse en el centro de ninguna acción política radical seria, orientada a cambiar las instituciones que sustentan el sistema político, desmantelar las ideologías hegemónicas y fomentar el tipo de conciencia de masas en que habría de basarse un cambio social y político desesperadamente necesario.

Noam Chomsky
The Precipice (2021)

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