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Antonio Antón

Capas y clases sociales en Cataluña

Marina Subirats, en su libro Barcelona: de la necesidad a la libertad. Las clases sociales en los albores del siglo XXI (Universitat Oberta de Catalunya, 2012), ha realizado una profunda y detallada investigación sobre la estructura social de Cataluña, con datos de 2006. Es el estudio más amplio sobre la división en clases sociales realizado en España en estas décadas. Se analizan 248 variables agrupadas en 15 ámbitos temáticos que son los siguientes (con número de variables): Nivel de estudios y hábitos culturales (15); Trabajo productivo (18); Tipos familiares (12); Consumo (11); Recursos económicos (21); Vacaciones (6); Equipamiento del hogar (18); Vivienda (17); Formas de relación (12); Tiempo libre (34); Origen geográfico (6); Salud (6); Entorno (29); Expectativas (8), y Voto y asociacionismo (6). Por tanto, se incorporan factores económicos, sociales, de estilo de vida y comportamiento social, con un enfoque multidimensional.

En su análisis se comprueba la realidad de siete tipos distintos de capas sociales (más la clase corporativa y los sectores marginales que no aparecen con suficiente impacto estadístico en las encuestas pero que sí se evidencian): cuatro capas o subclases integradas en las clases medias (Empresarios con asalariados, Nueva clase media, Jóvenes de clase media y Autónomos) y tres en la clase trabajadora (Trabajadores jóvenes y adultos, Trabajadores viejos e Inmigrantes recientes).

El resumen de su distribución global es la siguiente (p. 199): clases medias 40,4% y clase trabajadora 59,6%. Las clases trabajadoras son ampliamente mayoritarias respecto de las clases medias; coincide globalmente con mi investigación «Sujetos y clases sociales» (Estudio n.º 83 de la Fundación 1º de Mayo), aunque con alguna pequeña diferencia. En su valoración se da una gran importancia a la conformación de la clase corporativa como clase dominante, hasta tal punto que excluye de las clases altas o élites dirigentes a otros sectores de la llamada ‘burguesía’ catalana, como grandes empresarios y altos gestores. No obstante, como estadísticamente es inferior al 1% no se refleja en sus resultados. El otro matiz es en relación con la valoración de los autónomos que explicamos más tarde.

Podemos resaltar la existencia dentro de las clases medias de una capa diferenciada por edad, los ‘jóvenes de clase media’ con rasgos distintos de la ‘clase media adulta’ y de los ‘jóvenes de clase trabajadora’ (e inmigrantes). Igualmente, dentro de las clases trabajadoras distingue a los trabajadores ‘viejos’ de los ‘jóvenes y adultos’, bloque este último que forma una misma fracción. La distinción no solo es por la edad sino que viene acompañada de unas referencias culturales y estilos de vida diferentes (emigrantes de la península, castellano hablantes y con poca cualificación). Dentro de la clase trabajadora, también distingue al segmento de ‘inmigrantes recientes’ (extranjeros).

La tabla adjunta muestra una clasificación corregida de sus resultados. Globalmente, me parecen adecuados los criterios metodológicos empleados. Es importante la distinción compartida entre clase social objetiva y clase social como agente colectivo, siendo éste el aspecto más relevante desde el punto de vista sociopolítico. Aquí se explican dos matices relevantes sobre su clasificación. A partir de sus propios datos, se han agrupado de forma diferente varios segmentos por criterios interpretativos distintos a los suyos.

Uno, tiene poco impacto cuantitativo pero sí cualitativo en la interpretación de las élites dirigentes. Es la incorporación dentro de las clases altas o dominantes, además de la llamada clase corporativa —la más dominante y con influencia internacional— de otras dos capas minoritarias —suman un punto—: gestora —asalariada de alta dirección— y gran empresariado —propietarios—. Ambas pertenecen a la ‘burguesía’ (como dice la propia autora) y tienen un peso económico y político particular; por ello, esos segmentos, que en su investigación aparecen dentro de las clases medias (nueva clase media y empresarios), aquí se extraen de ellas y se clasifican entre las clases altas (aunque estén subordinadas a la clase corporativa, como capa más dominante).

Dos, en esta reinterpretación se adscribe un sector significativo de autónomos (4,8 puntos) a las clases trabajadoras, cuando en su texto se acumulan a las clases medias. Subirats reconoce acertadamente que una parte del asalariado (profesional, técnico…) pertenece a la (nueva) clase media (no a la clase trabajadora aunque tengan un salario, como hacen otros investigadores). Pero, en el caso de los autónomos, aunque admite su segmentación interna, no considera que el segmento de ingresos bajos y medio-bajos y empleo incierto, aunque no sean asalariados, forma parte de las clases trabajadoras, tal como se hace aquí, en que se distinguen de los autónomos de clase media. Tiene también una importancia cuantitativa no menor, ya que afecta al 70% de los mismos en Cataluña y el conjunto de España.

Por tanto, respecto de sus resultados, las clases medias se deberían reducir casi seis puntos (5,8) e incrementar un punto la clase alta y 4,8 puntos las clases trabajadoras. El aspecto relevante no es la diferencia cuantitativa en la distribución de las clases sociales, partiendo de que cinco puntos arriba o abajo no son muy relevantes, sino en la caracterización de la minoría poderosa, la gran mayoría subordinada de las clases trabajadoras, (entre el 60% y los dos tercios) y la dimensión significativa de las clases medias, (entre un tercio y un 40%), aunque muy inferior a las clases trabajadoras.

Asimismo, hay que recordar que el elemento principal para analizar las clases sociales como sujetos colectivos y su impacto sociopolítico es el ‘comportamiento social’ (su experiencia incluido su subjetividad), cuestión que se tiene cuenta en esa investigación.

Una vez reelaborada esa clasificación, los resultados de la situación de clase en Cataluña, tal como aparecen en la tabla, son: clase alta o dominante, 1,2%; clases medias, 34,4%; clases trabajadoras, 64,4%. No obstante, hay que recordar que la muestra de los datos es del año 2006, es decir, antes de la crisis socioeconómica, y que estos años se han reducido algo las clases medias y se han ampliado las clases trabajadoras, particularmente el segmento en desempleo. Considerando ese impacto, no son muy distintos a los datos globales que con distintos criterios y fuentes sobre la población activa se explican en el informe citado para el conjunto de España.

La interpretación sociopolítica y cultural de los distintos agentes sociales y políticos, y del conjunto de la sociedad y la ciudadanía activa, es imprescindible y fundamental para explicar, de forma completa, relacional e histórica, la reconfiguración de las clases sociales en España y su dimensión social.

Podemos terminar diciendo que lo que ha pasado en nuestra sociedad no ha sido la desaparición de las clases, sino la ocultación de sus signos más evidentes, que ha servido para instaurar la idea más general de que tales divisiones habían dejado de existir (Subirats, 2012: 401).

 

[Antonio Antón es profesor honorario de Sociología de la Universidad Autónoma de Madrid]

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2014

¿Cómo viven los vivos con los muertos? Hasta que el capitalismo deshumanizó a la sociedad, todos los vivos esperaban la experiencia de la muerte. Era su futuro final. Los vivos eran en sí mismo incompletos. De esa forma vivos y muertos eran interdependientes. Siempre. Sólo una forma de egotismo extraordinariamente moderna rompió esa interdependencia. Con consecuencias desastrosas para los vivos, ahora pensamos en los muertos en términos de los eliminados.

John Berger
Doce tesis sobre la economia de los muertos (1994)

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