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Seymour M. Hersh

¿El sarín de quién?

En agosto y septiembre de 2013, Barack Obama, Francois Hollande y David Cameron acusaban al gobierno sirio de haber utilizado armas químicas cerca de Damasco causando la muerte de 1.400 opositores. Afirmando que Siria había violado «la línea roja», los tres dirigentes de Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña anunciaban la preparación de una expedición militar punitiva contra el régimen acusado de haber usado armas químicas. Poco después, Londres se retiraba del plan de ataque, lo mismo hacía Washington y París se veía en la imposibilidad de seguir adelante sin el respaldo de sus socios. Al analizar los hechos, el conocido periodista estadounidense Seymour Hersh demuestra que el presidente Obama en realidad no sabía lo que había pasado en la periferia de Damasco y que mintió cuando dijo tener pruebas de la culpabilidad del gobierno sirio. Seymour Hersh realizó este artículo excepcional a pedido del semanario The New Yorker, que finalmente lo rechazó. El autor lo propuso entonces al Washington Post, que también lo rechazó. Finalmente fue publicado en el Reino Unido por la London Review of Books.

* * *

Este otoño cuando Barack Obama trató de convencernos de que Bachar al-Assad era responsable de los ataques con armas químicas del 21 de agosto en los alrededores de Damasco, no contó toda la historia. En algunos casos, omitió importantes datos de inteligencia y en otros presentó suposiciones como hechos.

Lo más significativo es que falló en reconocer algo que era conocido por la comunidad de inteligencia de Estados Unidos: que el ejército sirio no era el único protagonista en la guerra civil siria con acceso al gas sarín, el agente neurotóxico que un estudio de la ONU concluyó había sido utilizado —sin precisar la responsabilidad— en el ataque con cohetes.

En los meses previos al ataque, las agencias de inteligencia de Estados Unidos produjeron una serie de informes altamente secretos, que culminaron en una Orden de Operaciones formal —un documento de planificación que precede a una invasión terrestre— citando evidencia de que el Frente al-Nusra, grupo yihadista afiliado a al-Qaeda, había llegado a dominar la técnica de fabricación del gas sarín y que era capaz de producirlo en cantidades. Cuando se produjo el ataque al-Nusra debió haber sido uno de los sospechosos, pero la administración estadounidense seleccionó los datos de inteligencia para justificar un ataque contra Assad.

En la alocución televisiva sobre Siria que dirigió a la nación el 10 de septiembre de 2013 [1], Obama culpó firmemente al gobierno de Assad por el ataque con gas neurotóxico en el vecindario de Ghouta controlado por los rebeldes, y dejó en claro que estaba dispuesto a respaldar sus advertencias públicas hechas con anterioridad de que, cualquier uso de armas químicas cruzaría una “línea roja”: “El gobierno de Assad mató con gases a más de 1.000 personas, dijo.

“Sabemos que el régimen de Assad es responsable […] es por eso que, luego de una cuidadosa reflexión, he decidido que es interés de la seguridad nacional de Estados Unidos responder al uso de armas químicas con un ataque militar selectivo.”

Obama iba a la guerra para concretar una amenaza hecha en público, pero lo hacía sin saber a ciencia cierta quién hizo qué en la madrugada del 21 de agosto.

La administración Obama había deformado la información disponible

Obama citó una lista de lo que parecían ser pruebas arduamente obtenidas de la culpabilidad de Assad:

“Sabemos que en los días previos al 21 de agosto, el personal de armas químicas de Assad se preparó para un ataque cerca de una zona donde mezclan el gas sarín. Distribuyeron máscaras antigases a sus tropas, luego dispararon cohetes desde una zona controlada por el régimen a 11 vecindarios que el régimen ha estado tratando de limpiar de fuerzas de oposición”.

La convicción de Obama fue confirmada en aquel momento por el jefe de su equipo, Denis McDonough, quien declaró al New York Times: “Nadie con quien he hablado duda de los datos de inteligencia” que conectan directamente a Assad y a su régimen con los ataques con gas sarín.

Pero en recientes entrevistas con oficiales de inteligencia y militares activos o ya retirados, comprobé la existencia de una fuerte preocupación, y a veces de cólera, sobre lo que percibieron en varias ocasiones como una manipulación deliberada de la información.

Un oficial de inteligencia de alto nivel, en un correo electrónico enviado a un colega, calificó las aseveraciones de la administración sobre la responsabilidad de Assad de “ardid”. El ataque, escribe, “no fue obra del régimen actual”.

Un ex alto funcionario de inteligencia me dijo que la administración Obama había alterado la información disponible —en términos de momento y secuencia— para que el presidente y sus asesores hicieran parecer la inteligencia recuperada después del ataque como si hubiese sido recogida y analizada en tiempo real, en el momento que el ataque estaba ocurriendo. La distorsión, dijo el oficial, le recordaba el incidente del golfo de Tonkín en 1964, cuando el gobierno de Johnson invirtió la secuencia de las interceptaciones de la NSA [La hoy célebre National Security Agency. Nota de la Red Voltaire.] para justificar uno de los primeros bombardeos contra Vietnam del Norte. El mismo funcionario dijo que había una inmensa frustración dentro de la burocracia militar y de inteligencia: “Los muchachos levantan los brazos al cielo diciendo: ‘¿Cómo podemos ayudar a este tipo [Obama] si él y sus socios de la Casa Blanca van inventando la información sobre la marcha?’”.

La administración no tenía más información que el público

Las quejas se centran en lo que Washington no tenía: ningún aviso previo de la supuesta fuente del ataque. La comunidad de inteligencia militar produce desde hace años un resumen matutino de inteligencia altamente confidencial, conocido como el Morning Report, destinado al secretario de Defensa y al jefe del Estado Mayor Conjunto, una copia también va al asesor de seguridad nacional y al director nacional de inteligencia. El Morning Report no incluye ninguna información política o económica, sino que proporciona un resumen de importantes acontecimientos militares en todo el mundo, con toda la inteligencia disponible sobre ellos. Un consultor de inteligencia me dijo que en algún momento después del ataque él mismo examinó los informes desde el 20 hasta el 23 de agosto. Durante dos días —20 y 21 de agosto— no hubo ninguna mención de Siria. El 22 de agosto el tema principal en el Morning Report era Egipto; un artículo posterior mencionaba un cambio interno en la estructura de mando de uno de los grupos rebeldes en Siria. Ese día, nada se observó sobre el uso de gas neurotóxico en Damasco. No fue sino hasta el 23 de agosto que el uso de sarín se convirtió en tema dominante, a pesar de que cientos de fotografías y vídeos de la masacre se difundieron viralmente en cuestión de horas en YouTube, Facebook y otros sitios de las redes sociales. En aquel momento, la administración no sabía más de lo que sabía el público.

El 21 de agosto Obama salió temprano de Washington para una agitada gira de conferencias de dos días en Nueva York y Pennsylvania. Según la oficina de prensa de Casa Blanca, fue informado más tarde ese día sobre el ataque y el creciente furor público y de los medios. La falta de inteligencia interna inmediata se hizo evidente el 22 de agosto cuando Jen Psaki, portavoz del Departamento de Estado, dijo a los periodistas:

“No podemos determinar de manera concluyente el uso [de armas químicas]. Pero estamos concentrados cada minuto y cada día, desde que estos acontecimientos sucedieron… en hacer todo lo que está a nuestro alcance por comprobar los hechos”.

Para el 27 de agosto el tono de la administración se había endurecido, cuando Jay Carney, secretario de prensa de Obama, dijo a la prensa —sin proporcionar ninguna información precisa— que cualquier sugerencia de que el gobierno sirio no era responsable “es tan absurda como las sugerencias de que el ataque mismo no ocurrió”.

No existía información sobre las intenciones sirias en los días previos al ataque

La ausencia de alerta inmediata dentro de la comunidad de inteligencia estadounidense demuestra que no había información de inteligencia sobre las intenciones de Siria en los días previos al ataque. Y hay por lo menos dos maneras de que Estados Unidos tuviese de antemano ese tipo de información. Las dos aparecen mencionadas en uno de los documentos estadounidenses de inteligencia altamente confidenciales publicados en los últimos meses por el ex contratista de la NSA Edward Snowden.

El 29 de agosto, el Washington Post publicó fragmentos del presupuesto anual para todos los programas nacionales de inteligencia, agencia por agencia, proporcionados por Snowden. Luego de consultar con la administración Obama, el periódico decidió publicar sólo una pequeña parte del documento de 178 páginas, cuya clasificación está por encima de top secret, pero resumió y publicó un artículo que abordaba ciertas problemáticas.

Una de esos problemas era la ausencia de vigilancia sobre la oficina de Assad. El documento dice que la red mundial de escuchas electrónicas de la NSA fue “capaz de controlar las comunicaciones cifradas entre los funcionarios militares de alto rango al inicio de la guerra civil”. Pero fue “una vulnerabilidad que las fuerzas del presidente Bachar al-Assad, aparentemente detectaron más tarde”. En otras palabras, la NSA ya no tenía acceso a las conversaciones de la dirección militar de alto rango en Siria, que habría incluido las comunicaciones cruciales de Assad, como las órdenes para un ataque con gas neurotóxico. (En sus declaraciones públicas posteriores al 21 de agosto, la administración Obama nunca dijo tener información específica conectando personalmente al propio Assad con el ataque.)

Sensores NRO fueron sembrados cerca de todas las instalaciones de almacenamiento de armas químicas conocidas en Siria

El informe del Washington Post también proporciona la primera indicación sobre la existencia de un sistema [estadounidense] de sensores secretos dentro de Siria, sistema diseñado para proporcionar una alerta temprana sobre cualquier cambio en el estado del arsenal de armas químicas por parte del régimen. Los sensores son supervisados ​​por la Oficina Nacional de Reconocimiento (NRO, por sus siglas en inglés), la agencia que controla todos los satélites de inteligencia estadounidenses en órbita.

De acuerdo con el resumen del Washington Post, la NRO también se encarga de “recopilar los datos de los sensores colocados en el terreno” dentro de Siria. El ex funcionario de inteligencia, quien tenía un conocimiento directo del programa, me dijo que los sensores de la NRO se han implantado cerca de todos los sitios de almacenamiento de armas químicas conocidos en Siria. Esos sensores están diseñados para proporcionar un monitoreo constante del movimiento de ojivas químicas almacenadas por los militares.

Pero mucho más importante, en términos de alerta temprana, es la capacidad de los sensores para alertar a la inteligencia de Estados Unidos e Israel, cuando las ojivas están siendo cargadas con gas sarín. (Como país vecino, Israel siempre ha estado alerta de los cambios en el arsenal químico sirio, y colabora estrechamente con la inteligencia estadounidense en materia de alertas tempranas.)

Una ojiva química, una vez cargada con gas sarín, tiene una vida útil de unos pocos días —el agente neurotóxico comienza a corroer el cohete casi de inmediato—. Es un arma de destrucción masiva que se usa o se pierde. “El ejército sirio no dispone de 3 días para preparar un ataque químico”, me dijo el ex funcionario de inteligencia. “Creamos el sistema de sensores para poder lanzar una alerta temprana, como una alarma aérea o una alarma de incendio. No se puede esperar 3 días para lanzar la alerta porque todos los involucrados estarían muertos. O se hace ahora o eres historia. No puedes pasar 3 días preparándote para disparar gas neurotóxico”.

Los sensores no detectaron ningún movimiento en los meses y días anteriores al 21 de agosto, dijo el ex funcionario. Por supuesto, es posible que el sarín se suministrara al ejército sirio por otros medios, pero la ausencia de alerta significa que Washington fue incapaz de monitorear los eventos en Ghouta Oriental en el momento que estaban ocurriendo.

Los sensores habían funcionado en el pasado, y la dirección siria lo sabía demasiado bien. En diciembre pasado, el sistema de sensores recogió muestras de lo que parecía ser la producción de sarín en un depósito de armas químicas. No estaba inmediatamente claro si el ejército sirio estaba haciendo un simulacro de producción de sarín como parte de un ejercicio (todos los ejércitos constantemente llevan a cabo ese tipo de ejercicios) o si realmente estaban preparando un ataque. En aquel momento, Obama advirtió públicamente a Siria que el uso de sarín era “totalmente inaceptable”, un mensaje similar también fue transmitido por vía diplomática. Posteriormente se determinó que se trataba de una serie de ejercicios, según el ex funcionario de inteligencia: “Si lo que los sensores detectaron en diciembre pasado fue tan importante que el presidente tuvo que llamar y decir “Ya basta», ¿por qué el presidente no emitió la misma advertencia 3 días antes del ataque con gas en agosto?”.

Si pudiese hacerlo, la NSA vigilaría, por supuesto, la oficina de Assad durante todo el día, dijo el ex funcionario. Otras comunicaciones —de distintas unidades del ejército en combate en toda Siria— serían mucho menos importantes y no se analizarían en tiempo real. “Hay, literalmente, miles de frecuencias de radio tácticas utilizadas por las unidades de campo en Siria para las comunicaciones rutinarias banales”, dijo. “Se necesitaría un gran número de técnicos criptológos de la NSA para escucharlas, y la utilidad sería nula”, pero la “charla” se almacena habitualmente en los ordenadores. Cuando se percibió la magnitud de los acontecimientos del 21 de agosto, la NSA montó un esfuerzo integral para buscar cualquier vínculo con el ataque, buscando en el archivo completo de comunicaciones almacenadas. Se seleccionan entonces una o dos palabras claves y se emplea un filtro para encontrar las conversaciones relevantes.

“Lo qué pasó aquí es que los vagos de la inteligencia de la NSA comenzaron con un hecho —el uso de sarín— y llegaron a encontrar la charla que pudiera tener algo que ver con eso”, dijo el ex funcionario. “Eso no conduce a una evaluación de alta fiabilidad, a menos que se empiece con la seguridad absoluta de que Bachar al-Assad dio la orden y se comience entonces a buscar algo que respalde esa creencia”. El proceso de selección fue similar al utilizado para justificar la guerra contra Irak.

Ningún periodista crítico fue invitado

La Casa Blanca necesitó 9 días para encontrar sus argumentos contra el gobierno sirio. El 30 de agosto se invitó un selecto grupo de periodistas de Washington (no fue invitado al menos el reportero a menudo crítico, Jonathan Landay, corresponsal de seguridad nacional del McClatchy Newspapers) y se les entregó un documento cuidadosamente etiquetado como una «evaluación del gobierno”, en vez de una evaluación de la comunidad de inteligencia. Lo que se exponía en aquel documento eran esencialmente factores políticos para respaldar la argumentación de la administración [estadounidense] contra el gobierno de Assad. Pero era más específico de lo que sería Obama más tarde en su discurso del 10 de septiembre: la inteligencia estadounidense, afirmaba, sabía que Siria había comenzado la “preparación de municiones químicas” tres días antes del ataque.

En un agresivo discurso pronunciado más tarde ese mismo día, John Kerry proporcionó más detalles. Dijo que el “personal de armas químicas” de Siria “estaba en el terreno, en la zona, haciendo los preparativos” antes del 18 de agosto. “Sabemos que a los elementos del régimen sirio se les dijo que se prepararan para el ataque, que se pusieran las máscaras antigases y que tomaran las precauciones asociadas con las armas químicas.”

La evaluación de la administración y los comentarios de Kerry hacían pensar que la administración había estado siguiendo la pista del ataque con gas sarín en el momento en que estaba sucediendo. Es esa versión falsa pero no impugnada, la que recibió amplia difusión en aquel momento.

El número de muertos fluctúa considerablemente

Una reacción imprevista llegó en forma de quejas del Ejército Sirio Libre y de otros, sobre la ausencia de aviso. “Es increíble que no hayan hecho nada para advertir a la gente o tratar de detener al régimen antes del crimen”, le dijo a Foreing Policy, Razan Zaituneh, miembro de la oposición, que vivía en una de las ciudades afectadas por el gas sarín.

El Daily Mail fue más contundente:

“Informes de inteligencia dicen que funcionarios estadounidenses sabían sobre el ataque con gas neurotóxico en Siria 3 días antes de que este acto matara a más de 1 400 personas –incluyendo más de 400 niños.”

El número de muertes atribuibles al ataque varió considerablemente, desde por lo menos 1 429, como anunció inicialmente la administración Obama, a cifras mucho más bajas. Un grupo de derechos humanos sirio informó de 502 muertes; la asociación Médicos Sin Fronteras los situó en 355 y un reporte francés enumera 281 muertes conocidas.

La cifra sorprendentemente precisa de Estados Unidos, según informó más tarde el Wall Street Journal, no se basaba en un recuento de cadáveres reales sino en una extrapolación de los analistas de la CIA, que escanearon más de cien vídeos de YouTube de Ghouta Oriental utilizando un sistema informático y buscaron imágenes de los muertos. Dicho de otra manera, era poco más que una conjetura.

La prensa estadounidense casi no menciona la modificación de la versión inicial

Cinco días más tarde, un portavoz de la Oficina del Director de Inteligencia Nacional respondió a las quejas. En una declaración a la Associated Press se dijo que los datos de inteligencia sobre las anteriores afirmaciones de la administración no se conocían en el momento del ataque sino que se obtuvieron sólo después:

“Seamos claros, Estados Unidos no observó en tiempo real cuando este horrible ataque se llevó a cabo. La comunidad de inteligencia pudo reunir y analizar la información después de los hechos y determinar que elementos del régimen de Assad de hecho habían dado pasos para preparar el uso de armas químicas.”

Pero la prensa estadounidense ya tenía su historia y el cambio de versión recibió escasa atención. El 31 de agosto, el Washington Post, basándose en la evaluación del gobierno, había informado vívidamente en su primera plana que la inteligencia estadounidense había podido grabar “cada paso” del ataque del ejército sirio en tiempo real, “desde los intensos preparativos para el lanzamiento de los cohetes hasta las evaluaciones posteriores a la acción por parte de funcionarios sirios”. El Washington Post no publicó la corrección de la AP y la Casa Blanca mantuvo el control de la narrativa.

La conclusión de Obama fue apresurada

Así que, el 10 de septiembre, cuando Obama dijo que su gobierno sabía que el personal de armas químicas de Assad había preparado el ataque con antelación, no estaba basando su declaración en una observación previa de lo que iba sucediendo sino en comunicaciones analizadas días después del 21 de agosto.

El ex funcionario de inteligencia explicó que la búsqueda de la charla relevante condujo al ejercicio detectado en diciembre [de 2012], en el que, como Obama dijo más tarde al público, el ejército sirio movilizó personal de armas químicas y máscaras antigases fueron distribuidas a sus tropas.

La evaluación de la Casa Blanca y el discurso de Obama no fueron descripciones de los acontecimientos concretos que terminaron con el ataque el 21 de agosto sino el relato de la secuencia que los militares sirios habrían seguido para cualquier ataque químico. “Armaron una historia de fondo”, dijo el ex funcionario, “y hay un montón de piezas y partes diferentes. El patrón que utilizaron se remonta a diciembre”.

Es posible, desde luego, que Obama no estuviese al tanto de que este recuento se obtuvo de un análisis del protocolo del ejército sirio para llevar a cabo un ataque con gas, en vez de utilizar evidencias directas. De cualquier forma, Obama había hecho un juicio apresurado.

Evidencia potencial desplazada y posiblemente manipulada

La prensa haría lo mismo. El informe de la ONU del 16 de septiembre [2], que confirmaba el uso de sarín, fue cuidadoso en señalar que el acceso de sus investigadores a los puntos atacados, 5 días después del ataque con gas, se había desarrollado bajo control de las fuerzas rebeldes. El informe de la ONU advierte:

“Al igual que en otros sitios, los puntos han sido muy transitados por otras personas antes de la llegada de la misión (…) Mientras estuvimos en esos lugares, llegaron individuos acarreando otras municiones sospechosas, indicando que la evidencia potencial estaba siendo movida y posiblemente manipulada.”

Sin embargo, el New York Times utilizó ese informe, al igual que lo hicieron funcionarios estadounidenses y británicos, para afirmar que proporcionaba evidencia crucial que respaldaba las afirmaciones de la administración. Un anexo del informe de la ONU reprodujo fotografías de YouTube de algunas municiones recuperadas, incluyendo un cohete cuyas características “coinciden” con las características de un cohete de 330 mm. El New York Times escribió que la presencia de esos cohetes demostraba esencialmente que el gobierno sirio fue el responsable del ataque “porque las armas en cuestión no habían sido previamente documentadas o reportadas [como armas] en poder de la insurgencia”.

Análisis de trayectoria «completamente descabellados»

Theodore Postol, profesor de tecnología y seguridad nacional en el MIT, revisó las fotos de la ONU con un grupo de sus colegas y llegó a la conclusión de que el cohete de gran calibre era una munición improvisada que fue muy probablemente fabricada localmente [3]. Me dijo que era «algo que se podía producir en un taller mecánico de modesta capacidad”. El cohete de las fotos, agregó, no coincide con las especificaciones de un cohete similar, pero más pequeño, que se sabe forma parte del arsenal sirio.

El New York Times, de nuevo basándose en los datos del informe de la ONU, también analizó la trayectoria de vuelo de 2 de los cohetes usados que se creía que contenían sarín. Y llegó a la conclusión de que el ángulo de tiro “indica directamente” que el disparo se hizo desde una base del ejército sirio a más de 9 kilómetros del punto de impacto.

Postol, quien se ha desempeñado como asesor científico del jefe de operaciones navales en el Pentágono, dijo que las afirmaciones efectuadas en el New York Times y en otros medios “no se basaron en observaciones reales”. Él llegó a la conclusión de que los análisis de la trayectoria de vuelo en particular, fueron, como él mismo dijo en un correo electrónico, “totalmente descabellados”, ya que un estudio minucioso del alcance de los cohetes improvisados demostró que era “improbable” que fuera de más allá de dos kilómetros.

Dos semanas después del 21 de agosto, Postol y un colega, Richard M. Lloyd, publicaron un análisis donde estimaron correctamente que los cohetes implicados llevaban una carga de gas sarín mucho mayor que lo estimado previamente. El New York Times informó detalladamente sobre ese análisis, describiendo a Postol y Lloyd como “reconocidos expertos en armas”. El estudio posterior de Postol y Lloyd sobre las trayectorias y el rango de vuelo de los cohetes, que contradecían reportes anteriores del New York Times, fue enviado por correo electrónico la semana pasada a ese diario, que hasta ahora sigue sin publicar nada al respecto.

La Casa Blanca no tenía ninguna prueba directa que implicara al ejército ni al gobierno sirios

La tergiversación de la Casa Blanca de lo que sabía sobre el ataque fue similar a su disposición a ignorar los datos de inteligencia que podían contradecir su narración. Esa información se refería al Frente al-Nusra, grupo rebelde islamista clasificado por Estados Unidos y la ONU como organización terrorista. Al-Nusra es conocido por haber llevado a cabo decenas de atentados suicidas contra los cristianos y otras sectas musulmanas no sunitas dentro de Siria, y por haber atacado a su supuesto aliado en la guerra civil, el Ejército Libre Sirio (ELS). Su objetivo declarado es derrocar el régimen de Assad e instaurar la sharia. (El 25 de septiembre al-Nusra se unió a otros grupos rebeldes islamistas para repudiar el ELS y otra facción secular, la Coalición Nacional Siria.) [4]

La avalancha de interés estadounidense en al-Nusra y el gas sarín surgió de una serie de ataques con armas químicas en pequeña escala, en marzo y abril. En aquel momento, el gobierno sirio y los rebeldes insistieron cada uno en que el otro era el responsable. La ONU finalmente llegó a la conclusión de que cuatro ataques químicos se habían llevado a cabo, pero no asignó responsabilidades. Un funcionario de la Casa Blanca dijo a la prensa a finales de abril que la comunidad de inteligencia había evaluado “con distintos grados de confiabilidad” que el gobierno sirio era responsable de los ataques. Assad había cruzado la “línea roja” de Obama.

La evaluación de abril llegó a los titulares, pero algunas advertencias importantes se perdieron en el camino. El funcionario no identificado que estuvo en el contacto con la prensa reconoció que las evaluaciones de la comunidad de inteligencia “no son suficientes por sí mismas”. Dijo:

“Queremos investigar más allá de esas evaluaciones de inteligencia para recabar los hechos para que podamos establecer un conjunto de información creíble y corroborada que luego puede guiar nuestra toma de decisiones.”

En otras palabras, la Casa Blanca no tenía evidencia directa de la participación del ejército sirio o del gobierno, hecho sólo ocasionalmente señalado en la cobertura de la prensa. El duro discurso de Obama hizo efecto en el público y el Congreso, que ven a Assad como un asesino despiadado.

Dos meses más tarde, un comunicado de la Casa Blanca anunció un cambio en la evaluación de la culpabilidad de Siria y declaró que la comunidad de inteligencia tenía ahora “alto grado de confianza” en que el gobierno de Assad era responsable de por lo menos 150 muertes por ataques con gas sarín. Se generaron más titulares y se le dijo a la prensa que Obama, en respuesta a la nueva información de inteligencia, había ordenado un incremento de la ayuda no letal a la oposición siria. Pero una vez más hubo advertencias significativas. Los nuevos datos de inteligencia incluyeron un informe de que las autoridades sirias habían planeado y ejecutado los ataques. No se proporcionaron detalles, ni se identificaron las fuentes. La declaración de la Casa Blanca dijo que el análisis de laboratorio había confirmado el uso de gas sarín, pero también dijo que un hallazgo positivo del agente neurotóxico “no nos dice cómo o dónde fueron expuestos los individuos ni quienes fueron los responsables de la diseminación”. La Casa Blanca adicionalmente declaró:

“No tenemos ninguna información corroborada confiable que indique que la oposición en Siria ha adquirido o utilizado armas químicas.”

Esa declaración contradijo la evidencia que estaba llegando en aquel momento a las agencias de inteligencia de Estados Unidos.

Al-Nusra y su uso de gas sarín

Desde finales de mayo, me dijo el consultor de inteligencia, la CIA ya había informado a la administración Obama sobre el Frente al-Nusra y su trabajo con el gas sarín, y había enviado informes alarmantes de que otro grupo fundamentalista sunita activo en Siria, al-Qaeda en Irak (AQI), también conocía la ciencia de la producción de gas sarín.

En aquel momento, al-Nusra estaba operando en zonas cercanas a Damasco, incluyendo la Ghouta Oriental. Un documento de inteligencia emitido a mediados del verano mencionaba extensamente a Ziyaad Tariq Ahmed, experto en armas químicas anteriormente al servicio de los militares iraquíes, de quien se decía que se había trasladado a Siria y que estaba operando en la Ghouta Oriental. El asesor me dijo que Tariq había sido identificado “como un elemento de al-Nusra con un historial de fabricar gas mostaza en Irak e implicado en la fabricación y uso de sarín”. El ejército de Estados Unidos lo considera un blanco de alto perfil.

Al-Nusra era capaz de obtener gas sarín y utilizarlo

El 20 de junio un cable altamente confidencial de 4 páginas resumiendo lo que se había podido saber acerca de las capacidades de al-Nusra en materia de gases neurotóxicos fue transmitido a David R. Shedd, director adjunto de la Agencia de Inteligencia de Defensa. “Lo que se informó a Shedd era extenso y exhaustivo”, dijo el consultor. “No era un montón de “creemos que”. Me dijo que el cable no hizo ninguna valoración de si los rebeldes o el ejército sirio habían iniciado los ataques en marzo y abril, pero sí confirmó los informes anteriores de que al-Nusra era capaz de obtener y utilizar el gas sarín. También se obtuvo —con la ayuda de un agente israelí— una muestra del sarín que había sido utilizado.

Según el consultor, aquella muestra no volvió a mencionarse nunca más en los cables.

Las fuerzas rebeldes podían atacar a las tropas estadounidenses con gas sarín

Independientemente de aquellas evaluaciones, el Estado Mayor Conjunto, previendo que las tropas estadounidenses podían recibir la orden de entrar en Siria para apoderarse del arsenal de agentes químicos del gobierno, pidió un análisis de todas las fuentes potenciales de amenaza. “La Orden de Operaciones (Op Order) proporciona lo que va a servir de base en la ejecución de una misión militar, si se ordena realizarla”, explicó el ex funcionario de inteligencia.

“Esto incluye la posible necesidad de enviar soldados estadounidenses a una instalación química siria para que no cayese en manos de los rebeldes.
Si los rebeldes yihadistas fuesen a invadir el lugar, se suponía que Assad no nos atacaría porque estaríamos protegiendo las sustancias químicas para que no cayesen en manos de los rebeldes.
Todas las Op Orders incluyen datos de inteligencia sobre las posibles amenazas. Tuvimos técnicos analistas de la Agencia Central de Inteligencia [CIA], la Agencia de Inteligencia de Defensa [DIA], la gente de armas y personal de I&W [Indicios y Alarmas] trabajando en aquel problema […]
Y llegaron a la conclusión de que las fuerzas rebeldes eran capaces de atacar a una fuerza estadounidense con gas sarín porque eran capaces de producir ese gas letal.
El análisis se basó en datos de reconocimiento y datos de inteligencia de origen humano, así como en la intención manifestada y en la capacidad técnica de los rebeldes.”

Hay pruebas de que en el verano algunos miembros del Estado Mayor Conjunto estaban preocupados ante la posibilidad de una invasión terrestre contra Siria, así como por el aparente deseo de Obama de dar apoyo no letal a las facciones rebeldes.

En julio, el general Martin Dempsey, jefe del Estado Mayor Conjunto, presentó una sombría evaluación, diciéndole al Comité de Servicios Armados del Senado en un testimonio público, que se necesitarían “miles de miembros de las fuerzas especiales y de otras fuerzas terrestres para incautar el ampliamente disperso arsenal de armas químicas de Siria, junto con ‘cientos de aviones, barcos, submarinos y otros agentes’”. Estimados del Pentágono hablaban de 70.000 hombres, en parte porque las fuerzas estadounidenses tendrían que vigilar también los arsenales coheteriles de Siria ya que el acceso a grandes volúmenes de productos químicos para hacer gas sarín sin los medios para lanzarlos sería de poco valor para una fuerza rebelde. En carta al senador Carl Levin, el general Dempsey advirtió que la decisión de apoderarse del arsenal sirio podía tener consecuencias no deseadas:

“Hemos aprendido en los últimos diez años, sin embargo, que no basta simplemente alterar el equilibrio de poder militar sin la cuidadosa evaluación de lo que hace falta para preservar un Estado que funcione […] Si las instituciones del régimen colapsan en ausencia de una oposición viable, podríamos provocar involuntariamente la llegada de extremistas al poder o que se pierda el control de las armas químicas que queremos controlar.”

La CIA se negó a hacer comentarios para este artículo. Los voceros de la DIA y de la Oficina del Director de Inteligencia Nacional dijeron que no estaban al tanto del informe de Shedd y, cuando les comunicamos las coordenadas específicas del documento, dijeron que no lograban encontrarlo. Shawn Turner, director de asuntos públicos de la Oficina del Director de Inteligencia Nacional, dijo que ninguna agencia de inteligencia estadounidense, incluida la DIA, “ha evaluado que el Frente al-Nusra haya logrado desarrollar una capacidad técnica para la fabricación de sarín”.

«El Frente al-Nusra es […] el más eficaz y está ganando fuerza»

Funcionarios de asuntos públicos de la administración no están tan preocupados por el potencial militar de al-Nusra como lo ha estado Shedd en sus declaraciones públicas. A finales de julio, en el Foro Anual de Seguridad de Aspen, en Colorado, Shedd hizo un alarmante recuento de las fuerzas de al-Nusra. En la grabación de su presentación, Shedd dice: “He contado no menos de 1 200 grupos diferentes en la oposición.” “Y dentro de la oposición, el Frente al-Nusra es […] el más eficaz y está ganando fuerza.” Esto, dijo, “es muy preocupante para nosotros. Estoy muy preocupado de que si no se controla, los elementos más radicales” —también citó a al-Qaeda en Irak— “tomarán el control”. La guerra civil, prosiguió, “sólo puede empeorar con el tiempo […] la violencia por venir es aún inconmensurable”.

Shedd no habló de las armas químicas en su discurso. No podía hacerlo porque los informes que su oficina recibió eran altamente clasificados.

Una serie de despachos secretos provenientes de Siria informaban durante el verano que miembros del ESL se quejaban ante los agentes de inteligencia estadounidenses sobre los repetidos ataques de los combatientes de al-Nusra y de al-Qaeda contra sus fuerzas. Los informes, según los consultores de inteligencia que los leen, presentaban pruebas de que al ESL “le preocupan más los locos que Assad”. El ESL se compone en gran parte de desertores del ejército sirio. El gobierno de Obama, comprometido con el fin del régimen de Assad y con su continuo apoyo a los rebeldes, ha tratado en sus declaraciones públicas posteriores al ataque de restar importancia a la influencia de las facciones salafistas y wahabitas. A principios de septiembre, John Kerry asombró en una audiencia ante el Congreso con una afirmación repentina de que al-Nusra y otros grupos islamistas eran protagonistas menores en la oposición siria. Y luego se retractó.

En sus declaracones públicas y privadas posteriores al 21 de agosto, la administración desestimó la inteligencia disponible sobre el posible acceso de al-Nusra al gas sarín y siguió afirmando que sólo el gobierno de Assad estaba en posesión de armas químicas. Ese fue el mensaje transmitido en las diferentes sesiones secretas con los miembros del Congreso en los días posteriores al ataque, cuando Obama estaba buscando apoyo para su planeada ofensiva con misiles contra instalaciones militares sirias. Un legislador con más de dos décadas de experiencia en asuntos militares me dijo que él salió de una de esas sesiones informativas convencido de que “sólo el gobierno de Assad estaba en posesión del gas sarín y no los rebeldes”.

Del mismo modo, tras la publicación del informe de la ONU el 16 de septiembre, confirmando que el gas sarín fue utilizado el 21 de agosto, Samantha Power, la embajadora de Estados Unidos en la ONU, dijo en una conferencia de prensa: “Es muy importante tener en cuenta que sólo el régimen [Assad] posee sarín y no tenemos ninguna evidencia de que la oposición cuenta con sarín.”

No se sabe si la información altamente clasificada sobre al-Nusra fue puesta a disposición de la oficina de Power, pero su comentario es un reflejo de la actitud que se extendió a través de la administración.

“La suposición inmediata fue que Assad lo había hecho”, me dijo el ex funcionario de inteligencia.

“El nuevo director de la CIA, [John] Brennan, se abalanzó sobre esa conclusión […] conduce hasta la Casa Blanca y dice: ‘¡Miren lo que traigo!’.

Todo fue verbal, ellos sólo agitaron la camisa ensangrentada. Había una enorme presión política para llevar a Obama […] a ayudar a los rebeldes y existía la ilusión de que esto [vincular a Assad con el ataque con sarín] forzaría la mano de Obama: “Este es el telegrama Zimmermann de la rebelión siria y ahora Obama puede reaccionar”. Voluntarismo a ultranza por el grupo de Samantha Power dentro de la administración.

Desafortunadamente, algunos miembros del Estado Mayor Conjunto, que fueron alertados de que Obama iba a atacar, no estaban tan seguros de que eso fuese nada bueno.”

La idea de un ataque estadounidense con misiles contra Siria nunca convenció a la opinión pública

La proposición de ataque estadounidense con misiles contra Siria nunca obtuvo el apoyo del público y Obama dio un rápido giro hacia la ONU y la propuesta de Rusia para el desmantelamiento de las armas químicas de Siria. Cualquier posibilidad de acción militar se evitó definitivamente el 26 de septiembre, cuando la administración Obama se unió a Rusia en la aprobación de un proyecto de resolución de la ONU llamando al gobierno de Assad a deshacerse de su arsenal químico.

El retroceso de Obama trajo alivio a muchos oficiales militares de alto rango. (Un asesor de alto nivel de operaciones especiales me dijo que el mal concebido ataque estadounidense con misiles sobre aeródromos militares sirios y emplazamientos de misiles, como en un principio estaba previsto por la Casa Blanca, habría sido “como proporcionar apoyo aéreo a favor de al-Nusra”.)

La distorsión por parte de administración de los hechos que rodearon el ataque con gas sarín plantea una pregunta inevitable: ¿conocemos realmente toda la historia de la voluntad de Obama de alejarse de su amenaza de bombardear Siria por haber cruzado la “línea roja”?

Obama había dicho tener argumentos sólidos. Pero de repente prefirió llevar el asunto al Congreso y luego aceptar la oferta de Assad de renunciar a sus armas químicas. Parece posible que en algún momento Obama se haya visto directamente ante información contradictoria, ante evidencia lo suficientemente convincente como para llevarlo a cancelar su plan de ataque y a enfrentar las críticas que seguramente vendrían de los republicanos.

Las fuerzas rebeldes como al-Nusra también tendrían que desarmarse

La resolución de la ONU, adoptada el 27 de septiembre por el Consejo de Seguridad, maneja indirectamente la idea de que las fuerzas rebeldes, como al-Nusra, también estarían obligadas a desarmarse:

“Ninguna de las partes en Siria debe emplear, desarrollar, producir, adquirir, almacenar, conservar o transferir armas [químicas].”

La resolución también pide la inmediata notificación al Consejo de Seguridad en caso de que cualquier “actor no estatal” adquiera armas químicas. Ningún grupo aparece citado por su nombre.

Mientras que el régimen sirio continúa el proceso de eliminación de su arsenal químico, la ironía es que, después de que el arsenal de agentes precursores de Assad sea destruido, al-Nusra y sus aliados islamistas podrían terminar como la única facción dentro de Siria con acceso a los ingredientes que permiten la fabricación de gas sarín, un arma estratégica única en la zona de guerra. Puede que haya más que negociar.

 

Notas

[1] «Discurso de Barack Obama a la Nación sobre Siria]», por Barack Obama, Red Voltaire, 10 de septiembre de 2013.

[2]Report of the investigation into the alleged use of chemical weapons in the Syrian Arab Republic, concerning the incident which occurred in the Ghouta area of Damascus on 21 August 2013”, Voltaire Network, 16 de septiembre de 2013.

[3] «Los errores de Estados Unidos sobre la masacre de la Ghoutta», Red Voltaire, 18 de enero de 2014.

[4] NdlR: El autor define el ESL y la Coalición Nacional Siria (CNS) como laicos porque sus instancias no se definen a sí mismas en el plano religioso. Pero ninguno de los dos se ha declarado nunca favorable a un Estado laico en el sentido latino de ese término, o sea un Estado que no interviene en la esfera religiosa. Hasta fines de 2012, las unidades de al-Qaeda estuvieron luchando en Siria bajo la etiqueta del ESL mientras que la CNS se halla bajo control de Arabia Saudita.

 

[Fuente: Voltairenet.org]

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La política electoral, si bien no debe desestimarse, no puede ubicarse en el centro de ninguna acción política radical seria, orientada a cambiar las instituciones que sustentan el sistema político, desmantelar las ideologías hegemónicas y fomentar el tipo de conciencia de masas en que habría de basarse un cambio social y político desesperadamente necesario.

Noam Chomsky
The Precipice (2021)

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