La política electoral, si bien no debe desestimarse, no puede ubicarse en el centro de ninguna acción política radical seria, orientada a cambiar las instituciones que sustentan el sistema político, desmantelar las ideologías hegemónicas y fomentar el tipo de conciencia de masas en que habría de basarse un cambio social y político desesperadamente necesario.
María Dolores Nieto Nieto y Francisco Sánchez del Pino
Aportaciones al debate de las elecciones europeas
Una prioridad necesaria: la articulación social de pueblos, barrios y ciudades
I.- Europa en la crisis: de la “ingobernabilidad de las democracias” (Comisión Trilateral) al golpe global de la Troika
Los medios de comunicación de masas han guardado silencio acerca de lo que acaso sea el rasgo distintivo más acusado de la nueva administración: todas sus figuras preeminentes -el Presidente, el Vicepresidente y los Secretarios de Estado y Defensa- son miembros de la Comisión Trilateral y de la Asesoría de Seguridad Nacional (Brzenzinski era su director).” Noam Chomsky, en “La administración Carter y la Comisión Trilateral”, Revista Materiales nº 3, mayo-junio de 1977.
La crisis del sistema capitalista es general y viene de lejos. A mediados de la década de los años 70, en un periodo de tiempo en el que las luchas obreras y de liberación nacional aún se dejaban sentir en Europa, en el mundo, comenzó a gestarse una contraofensiva del capitalismo en el plano militar, económico y sociocultural.
La Comisión Trilateral, que se había fundado en 1973 a iniciativa de David Rockefeller como “una administración auténticamente común” del sistema internacional por parte del capitalismo de EE.UU, Europa Occidental y Japón, no tardómucho en suministrar un conjunto de orientaciones para pasar a la ofensiva a nivel mundial tras la experiencia de los años 60. Así, en 1975, se publica “La crisis de la democracia”, un informe encabezado por Huntington, Crozier y Watanuki, tres intelectuales a su servicio de cada una de aquellas zonas estratégicas, que alertaban sobre la “ingobernalibilidad de las democracias capitalistas” y planteaban la necesidad de superar el “exceso de democracia” y la extensión “de medidas de apatía y no compromiso por parte de algunos individuos y grupos” como un prerrequisito para la “democracia”.
Los parlamentos de las “democracias” formales habían venido funcionado como espacio privilegiado de la formación de la voluntad de la clases dominantes cuando ninguna de las fracciones de las mismas tenía un poder económico tan superior al de las demás que resultaran inútiles los pactos y las alianzas coyunturales entre ellas y mientras la desagregación de las clases dominadas fuera tal que su intervención en la formación de la política del estado no pusiera en peligro el sistema de relaciones de producción.
Así, con la contrarrevolución capitalista de los años 80, la victoria del neoliberalismo, el impulso de una segunda globalización capitalista (facilitada por la automatización, la cibernética, la nuclearización y, con posterioridad, la aparición de internet y las biotecnologías) y la financiarización de la economía, se iniciaba el asalto de las posiciones conquistadas por las clases trabajadoras. Tras aquellos “treinta años gloriosos” de la victoria antifascista y anti-nazi en la guerra revolucionaria, le seguirían cuarenta años de contrarrevolución de capitalismo neoliberal.
Tras la derrota de los intentos revolucionarios y de extensión político-militar de la construcción de vías industriales no capitalistas y la integración definitiva los países del Sur de Europa (ahora convertidos en su periferia (“pigs”) tras varias décadas de “modernización destructiva”) en el “proyecto atlántico”, se impulsa la construcción de una Unión Europea (Maastricht-Amsterdam) que, tras la “unificación alemana” deviene una gran área económica europea hoy claramente hegemonizada por una Gran Alemania en Europa.
Garantizar hoy aquella “gobernabilidad” de la economía de mercado y la “estabilización” institucional, sin mediación alguna y no limitada por la población ni la democracia (ejecutivos fuertes, bipartidismo funcional y “grandes coaliciones”, extensión del derecho de “excepción” y penal del “enemigo y el control social) , es el motor principal de la crisis actual, esto requiere el control social de las personas y la reducción de la política a mero gobierno de las cosas lo que ha llevado a la destrucción de las formas de “partido” como instrumentos de representación de proyectos sociales y de transformación del mundo existente.
Necesitamos volver a repensar la “vida política” si verdaderamente se quiere mantener un horizonte y una perspectiva de democratización real y de emancipación humana en la actualidad. Y ello requiere, en primer lugar, una nueva articulación y autoorganización de las poblaciones y las clases dominadas superando el “policismo institucional” (el oxímoron de la “revolución parlamentaria”) y “el elitismo vanguardista”.
Se trataría de impulsar un amplio movimiento intelectual, político y práctico que contribuya a erosionar la ideología de sujeción originada en la sociedad clasista; un movimiento por el que cualquier persona, partiendo de las condiciones sociales de existencia que la limitan, participa en la configuración de idealidades nuevas, destruyendo el aspecto de clase de la cultura, especialmente la moral clasista, y estableciendo con las demás personas relaciones nuevas no sólo en el terreno de la producción sino en el de las representaciones intelectuales.
Pensar iniciativas electorales sin priorizar esa orientación de democratización anticapitalista de las sociedades es engañar y engañarse.
II.- Una prioridad necesaria: La articulación social de pueblos, barrios y ciudades, un escenario necesario contra las políticas de la nueva “Gran Alemania”
“Todos aquellos que se dedican en producir y reproducir la ciudad tienen un derecho colectivo no solo a lo que producen sino también a decidir qué se debe producir, dónde y cómo. Hay que construir mecanismos democráticos (distintos de la presente democracia del poder del dinero) para decidir cómo revitalizar la vida urbana fuera de las relaciones de clase dominantes, y siguiendo “nuestros” (de los productores de urbanización y urbanismo) más íntimos deseos…Esta es la fuerza proletaria que debe ser organizada si se quiere cambiar el mundo. Este es el cómo y el dónde del que partir si queremos organizar toda la ciudad. Los productores urbanos deben ponerse en pie y reclamar su derecho a la ciudad que colectivamente producen. La transformación de la vida urbana y sobre todo la abolición de las relaciones de clase en la producción de la urbanización será una de las vías, si no la única, hacia una transición anti-capitalista. Esto es lo que la izquierda debe imaginar como elemento central de su estrategia política en los años venideros.” David Harvey “El capitalismo contra el derecho a la ciudad”, pág. 56 y 57, Cuaderno nº1 de R-Existencias, Colección Federalismo Municipalista, editado en 2013 por la Asamblea Local de IU de Jaén”
Si bien décadas de neoliberalismo han restaurado el poder de clase de las élites mas ricas agravando la fragmentación social y la pobreza, en ese proceso han ido ocurriendo todo tipo de movimientos urbanos que tratan de reconfigurar la ciudad. En un lado la guerra emprendida contra la sociedad, por la Troika y sus grupos financieros, dirigida hacia lo que queda del sector público municipal con la deuda como coartada. En el otro lado, la ciudad, los barrios, los territorios de la vida cotidiana, espacios donde emergen nuevos escenarios del conflicto social.
Dos hechos recientes remiten a la idea de las ciudades como centro de acumulación capitalista y línea de frente en las luchas de clase por el control del acceso a los bienes comunes (Harvey): La reforma de la ley de administración local, en el lado de la expropiación y el conflicto de Gamonal, en el lado de la respuesta social. Ambos son expresión tanto de los procesos de acumulación por desposesión en el medio urbano como de los conflicto sociales que se derivan.
Reivindicar el derecho a la ciudad y construir formas de poder ciudadano en la toma de decisiones sobre los procesos de urbanización, no sólo significa hoy responder al dilema poder de los especuladores contra los derechos ciudadanos, sino que sitúa lo local como espacio desde el que articular resistencias frente al proyecto de la Troika, creando y recreando el profundo cambio de valores que otro modo de producir, vivir y consumir requiere.
Las elecciones al Parlamento Europeo que se celebran el próximo mes de mayo abren la ocasión de situar, sobre la mesa del debate público, la centralidad del papel de las instituciones de la Unión Europea, como parte integrante de la Troika, en la desposesión sistemática que las poblaciones vienen padeciendo. Un expolio que va más allá de la crisis propiamente dicha, y que a su vez la alimenta como herramienta, empleando como correa de transmisión la totalidad de las administraciones públicas, desde la central, pasando por la autonómica, hasta la local. Este proceso electoral abre la posibilidad de una expresión considerable de rechazo popular a esas políticas que, además, trascienda a la mismas elecciones para permitir una amplia alianza ciudadana en torno a proyectos alternativos de ciudad, de país y de integración regional.
La línea de las encuestas hace prever un declive de los dos partidos que, en sus sucesivas presencias de gobierno central y sus simultáneas gestiones de gobiernos autonómicos, han aplicado con esmero las políticas dictadas de desmontaje de derechos y de trasvase masivo de recursos desde abajo hacia arriba, creando una situación social insostenible de desempleo y pobreza sin más perspectiva de salida que la que ofrece la salida física del país, imprescindible para reducir las cifras de desempleo por la vía de la pérdida de población activa. Izquierda Unida espera resultados relativamente buenos como consecuencia de esa caída del bipartidismo, si bien, en gran parte, sobre la base de un crecimiento porcentual que se asienta en unas cifras de participación preocupantemente escasas. Resulta evidente que a la articulación del bloque político y social mayoritario le queda aún un largo camino por recorrer, un camino a veces obstaculizado por los mismos mecanismos o prácticas de presencia institucional que se discuten desde muchos movimientos sociales.
III.- Cómo hallar el lugar de Izquierda Unida
“Alguien pregunta: ¿todavía eres marxista? La devastación que produce la obtención de beneficios, según la define el capitalismo, es hoy mucho mayor que nunca. Casi todo el mundo lo sabe. ¿Cómo es posible, entonces, no hacerle caso a Marx, quien profetizó y analizó esta devastación? Se podría responder que la gente, mucha gente, ha perdido sus coordenadas políticas. Sin mapa alguno, no saben a donde se dirigen.” John Berger “Dónde hallar nuestro lugar (por qué sigo siendo marxista) en http://www.rebelion.org/noticia.php?id=176570
La irrupción de otras candidaturas del ámbito de la izquierda puede leerse como un intento de conexión político-electoral con parte de esos sectores de la población que actualmente no encuentran un referente claro de representación entre los actores políticos «tradicionales», tal y como expresan los elocuentes porcentajes de abstención referidos. Si la voluntad que impulsa tales iniciativas es la de ayudar a articular una mayoría social en torno a un proceso unitario, el hecho debiera ser bienvenido. Izquierda Unida tiene, en este contexto, una responsabilidad especial como organización política hasta ahora mayoritaria dentro del espacio de referencia de la izquierda, y como tal, reconociéndose como «necesaria pero no suficiente», a ella le corresponde poner en marcha los mecanismos necesarios para que no se obstaculicen las condiciones de posibilidad de un consenso necesariamente amplios y unitarios, entre otras cuestiones, en torno a la elección de la candidatura y los/las cabezas de lista.
Tres tareas nos parecen importantes ahora: 1ª) Situar las elecciones europeas como un marco adecuado para realizar una pedagogía cultural y social contrario al carácter imperialista de la UE y la destrucción social que conllevan sus políticas, haciéndolo desde el marco territorial y las ciudades en la perspectiva de un municipalismo solidario y cooperativo. 2ª) Primar la articulación de movimientos sociales y gentes en la lucha por los bienes necesarios. 3ª) Hacer un gran esfuerzo para conquistar un proceso de diálogo entre los diversas iniciativas electorales de cara a las elecciones europeas para alcanzar un acuerdo de unidad verdadera y concreta, sin soberbias ni autosuficiencias.
Jaén febrero de 2014
[María Dolores Nieto Nieto y Francisco Sánchez del Pino son coordinadora y coordinador de IU en la ciudad de Jaén]
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