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El Lobo Feroz

Minucias comentadas

China en la Luna

Los científicos chinos han conseguido colocar un robot explorador en la Luna. Todo un gran logro tecnológico —lo tecnológico es la deidad de los progresistas—. Y eso no gracias a la iniciativa privada, sino por decisión del Estado. El nuevo y bien organizado mandarinato chino que conocemos con el nombre de partido comunista se sentirá sin duda muy satisfecho. Ahora puede decir que no sólo ha conseguido sacar del hambre a mil millones de personas sino que ha puesto un robot en la Luna. Ni la Unión Europea ni el Japón, que yo sepa, lo tienen, y en cambio están metiendo en el hambre cada vez a más personas.

Las prioridades del mandarinato chino resultan sin embargo, por decirlo discretamente, curiosas: es el país más contaminante del mundo, y en muchas ciudades chinas hay que moverse con mascarilla: todos lo hemos visto por la televisión, y en este caso lo que hemos visto por la televisión parece verdad, porque a la propaganda maquilladora habitual de los noticiarios aún no le es posible filmar a millares y millares de chinos metidos en un smog impresionante, en un ambiente que a los también contaminados urbanitas europeos nos parece dantesco. Las fábricas chinas lanzan a la atmósfera toneladas de CO2, y lo hacen no sólo por las chimeneas sino rezumando humos por todas partes.

La irracionalidad china en las prioridades descrita no es sino una muestra más de lo que hacen los poderes públicos, en todas partes, con los dineros que le sacan a la gente. Basta pensar en los millones y millones de dólares que los contribyentes norteamericanos invirtieron en los missiles Vanguard o Minutemen, o en bombas atómicas y de hidrógeno, si vamos a eso, o España, con el portahelicópteros Dédalo o el jubilado Príncipe de Asturias (me refiero al portaaviones). Nada de eso ha servido para nada bueno, en realidad. En España tenemos ahora el Juan Carlos I, que tampoco sirve, digamos, para nada. (Entre paréntesis, ¡qué manía esa de añadir un ‘I’, un ‘primero’, cuando no hay segundo ni nunca lo habrá!).

Contradicciones del poder

Las contradicciones del poder vienen de antiguo. El cardenal Cisneros, por una parte fundador de la Universidad de Alcalá, por otra parte hizo quemar todos los libros árabes que había en Granada. Al ser la literatura en árabe la más científica de su tiempo no hay manera de saber lo que nos hemos perdido —no sólo nosotros— gracias a la regencia de ese purpurado caballero.

La subasta de la luz

Es un procedimiento muy complejo, muy complejo, muy complejo, de formación de precios. La luz se contrata para todos al precio más alto de los ofertados por los productores de electricidad. Las grandes compañías son duales: tienen empresas productoras, por un lado, y distribuidoras, por otro. El lado productor es el que se beneficia de los precios altos; el distribuidor, en cambio, acusa déficits de tarifa y aparece aquí el Estado. Cada gran compañía juega con las dos barajas. Y así se forma el precio de la luz para el consumidor. En teoría las grandes compañías dicen que están perdiendo y en realidad están ganando. Tienen, claro está, otros negocios, fuera de España: por eso pueden repartir tranquilamente beneficios sin sonrojarse y afirmar al mismo tiempo que cada vez se les adeuda más dinero. Consiguen cobrar caro como suministradores de electricidad a los particulares, y al mismo tiempo convertir a esos mismos particulares, como ciudadanos, en deudores suyos a través de la intervención del Estado.

Como el procedimiento es complicado, tal vez se podria simplificar nacionalizando las grandes compañías. Quizá entonces sería posible que la luz distribuida fuera, en primer lugar, la de menores costes ecológicos y de producción, y luego la de quienes la generan a costes mayores. Naturalmente, nacionalizar es tabú para economistas, empresarios, periodistas y políticos neoliberales: el Estado, dicen, no entiende de economía. Pero ¿entiende de economía el mercado de la luz?

Cañón de agua

La policía española quiere dotarse de un nuevo cañón de agua para emplearlo en las manifestaciones. El método es eficaz, pero tiene sus peligros —el agua disparada puede romperte la cabeza contra el bordillo de la acera. Y luego está la delicada cuestión del madero en cuyas manos se pone. El franquismo también tuvo su cañón de agua; con la mala fortuna de que la primera vez que lo usó, para dispersar a estudiantes de la Facultad de Derecho de Madrid, regó principalmente al Decano de la Facultad y a provectos e ilustrísimos catedráticos de Derecho que trataban de apaciguar los ánimos. El asunto fue de tanta envergadura que acabó en la mesa del consejo de ministros. Franco dictaminó que se trataba de un problema de descoordinación y que los ministros del interior y de educación debían coordinarse.

Días después Camulo Alonso Vega, el ministro de gobernación, un general amigo de Franco, telefoneó al ministro de educación, Lora Tamayo, para pegarle un chorreo: «Hemos de coordinarnos y la cosa es muy sencilla: se trata de conseguir que los funcionarios obedezcan. Los míos me obeden a mí, pero los suyos no le obedecen a usted» El atribulado Lora intentó excusarse: «Es que los míos piensan». Don Camulo le colgó el teléfono y Lora, a los dos días, fue cesado como ministro de educación.

Se supone que el cañón de agua de ahora será más potente y moderno y lo manejará un madero moderno. Con los tiempos que corren y un poquillo de mala suerte, tal vez acabe regando a los de Rouco y compañía. Pero no caerá esa breva: lo más probable es que, ante la que se avecina, alguien descubra que un cañón de agua es poco. Que para proteger a las personas hacen falta más cañones.

Lo que más sube

No, no es la factura de la luz; ni tampoco la indignación. Lo que más sube es la insensatez de tantos conciudadanos nuestros que siguen llevando una vida consumista —entiéndaseme: se trata de modos de vida consumistas, no de cantidad de consumismo— como si no pasara nada.

La tesis de Pujols

El escritor Francesc Pujols sostenía una tesis admirable por su sencillez y profundidad, pues alcanza a la quintaesencia del ideario nacionalista catalán. Decía más o menos así: «Día llegará en que los catalanes, por el mero hecho de serlo, lo tendremos todo pagado en todas partes».

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2013

¿Cómo viven los vivos con los muertos? Hasta que el capitalismo deshumanizó a la sociedad, todos los vivos esperaban la experiencia de la muerte. Era su futuro final. Los vivos eran en sí mismo incompletos. De esa forma vivos y muertos eran interdependientes. Siempre. Sólo una forma de egotismo extraordinariamente moderna rompió esa interdependencia. Con consecuencias desastrosas para los vivos, ahora pensamos en los muertos en términos de los eliminados.

John Berger
Doce tesis sobre la economia de los muertos (1994)

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