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José A. Younis Hernández

Servir al enemigo guardando silencio

Tres ONG remiten un correo para convocar una “meditación” por el pesimismo reinante. Reproduzco dicho correo y hago a continuación una reflexión crítica sobre el contenido “ideológico” de dicha convocatoria. Este es el texto de la convocatoria: “Meditación multitudinaria en Las Canteras. El 3 de diciembre tres ONG canarias convocan un encuentro silencioso en la playa de Las Canteras (frente al Reina Isabel) como respuesta a la actual corriente de pesimismo, lanzando un mensaje a la sociedad para encontrar la paz y la felicidad en un@ mism@. De 20:30 a 20:50 se realizarán veinte minutos de meditación o silencio, sin instrucciones, al toque de unas campanillas. Durante la meditación se rogará silencio absoluto a los participantes y centrarse en la respiración y las sensaciones en el cuerpo. No habrá charlas, discursos, simplemente un encuentro con aquellos que quieran estar presentes y vivir la espontaneidad del momento”.

Podrán ser bienintencionados, a lo mejor, pero como dijo Goethe, queriendo hacer un bien resultó un mal. Sí, pero de esos males sutiles que pasan inadvertidos para los que el mundo no va bien porque es la gente la que no cambia, mientras se renuncia al análisis de los mecanismos de sugestión colectiva que produce el orden social opresivo que tiene, en el consenso paralizante del triángulo poder-política-economía, la muralla de contención de la siempre pendiente cuestión social.

¿Es posible tanta escasa lectura de la realidad social, tanta despolitización y psicologización? ¿Respuesta a la actual corriente de pesimismo? Claro, nos merecemos ser culpables por estar, ¿o ser?, pesimistas a pesar de los libros de autoayuda y el sonríe hasta morir y por no aprovechar esta oportunidad de tres ONG de mostrar que somos culpables de pesimismo. ¿Hay algo espontáneo en la crisis concebida y proyectada por poderes reales que tienen planes reales? ¿La paz y la felicidad en uno mismo? Claro, ya entiendo, si he perdido la paz y la felicidad es solo culpa mía, porque si no encuentro la paz y la felicidad en mi «interior» ninguna otra alteración hace tanta mella. ¿No será la mayoría silenciosa de la que tanto habla el PP, verdad?

En otras palabras, el discurso político del cambio social sigue estando muy alejado del lugar donde debería estar porque su lugar lo ocupa la individualidad, el sujeto particular, desplazando al sujeto histórico y político. El sistema capitalista siempre ha puesto en crisis al sujeto, oprimiéndolo hasta reducirlo a consumo y producción, porque cuando las cosas van bien pocos se acuerdan de las opresiones de unos muchos. Que los malestares siempre han estado ahí, sotto voce, y que, cuando sobresalen descaradamente porque toca crisis, entonces los gobernantes hacen de terapeutas de las masas sufrientes asimilando el pesimismo ajeno como una pena propia que comprenden: “muchas de las decisiones que tomamos y que tomaremos no son agradables, las circunstancias nos obligan a hacerlo”; “este gobierno no puede decidir entre un bien y un mal, este gobierno tiene que decidir entre un mal y un mal peor”. Como dijo Tony Judt, utilizan un vocabulario “pretendidamente ético” para reforzar sus argumentos económicos.

Hablando de ahora, cuando supuestamente más ha asomado el diablo su rabo, ¿cómo debemos adaptarnos a los cambios que trae esta crisis? ¿Comprando más libros de autoayuda para sentir instantes de felicidad, la paz en uno mismo y para vivir la espontaneidad del momento? No deja de ser paradójico que, en tiempos de más regresión del yo humano más cooperativo, crezcan las necesidades emocionales de compensación; de ahí mayores ventas de libros de autoayuda, espiritualidad y socorro emocional de las iglesias y la religión a las que acuden más las personas para satisfacer sentimientos de pertenencia y comunidad (extraviados en los vericuetos de una economía y una política que restan todo esto)

Se nos pide esfuerzo y comprensión, paciencia y buena voluntad, pues los gobernantes no adoptan restricciones y recortes porque les guste, dicen para justificarse, sino porque no les queda otro remedio. Con ello nos engañan con el discurso implícito de las fuerza ciegas de la historia, pero la historia no es ciega sino que es producto de decisiones humanas y de situaciones que ellos, los que mandan, han creado para su beneficio. ¿Por qué si no, se salvan bancos al mismo tiempo que se permiten los desahucios? ¿Qué debemos hacer para resolver toda esta disonancia cognitiva y adaptarnos a la crisis (al cambio que no elegimos)? ¿Cómo manejar y gestionar nuestra personalidad para movernos en el mar proceloso de estos momentos históricos? ¿Debemos ir a meditar para encontrarnos en paz con nosotros mismos si no es con nosotros mismos con quienes tenemos una deuda? ¿Debemos hacer cursos de desarrollo personal y actualizar nuestro yo para aguantar los golpes? ¿O más bien debemos formarnos disciplinadamente en cursos de capacitación profesional o en conseguir títulos, en vez de acudir a manifestaciones y protestas colectivas claras y contundentes? ¿Tal vez será mejor quedarnos quietos porque nada de lo que hagamos mejorará las cosas? La respuesta de la política que hace los recados ordenados por las condiciones socioeconómicas implantadas por la ideología dominante del mercado es que cambiemos nuestra personalidad y no el entorno social. Tal parece la raíz de esta propuesta que traslada el debate de los derechos y de las luchas sociales del espacio político al espacio ético y emocional.

Es lo mismo que hizo y planteó el liberalismo de finales del XIX, para quienes la pobreza y la exclusión social no debía resolverse en el espacio político de los derechos de los ciudadanos sino en el espacio ético de la caridad y de la buena voluntad de los ricos si, voluntariamente, querían socorrer a los pobres, pero a los pobres que se portaran bien y no armaran jaleo. Bueno, pues veo lo mismo en esta propuesta: salir corriendo del espacio de la política para arrojarnos en brazos de nuestras propias sensaciones físicas, vamos, un encuentro contigo mismo ante un mundo hostil. Mucho narcisismo y muy poco sentido de la vida en común.

Lo irónico es que los convocantes de este encuentro dicen que no hay “instrucciones”, pero se rogará silencio absoluto para centrarse en el aquí y ahora somato-psíquico y vivir el encuentro de forma espontánea (y no seas bobo); no hay instrucciones, pero se lanzará un mensaje a la sociedad de paz y felicidad. Ya. Desgraciadamente, los reyes magos y la navidad ya han sido secuestrados y, la felicidad y la paz, tienen un precio que no todo el mundo puedo comprar y pagar en el mercado de los valores financieros y la mercantilización de las emociones. A lo mejor son estas ONG las que, al amparo del deseo de más felicidad colectiva, ofrecen a cambio y de contrabando una rebaja al por menor de felicidad privada, más indulgente con la mala conciencia de los desafectos de la acción política y que, de paso, aprovechará la oportunidad de un marketing social bien aprovechado frente al adelgazamiento de las ayudas económicas de los gobiernos.

 

[Fuente: La Provincia. Diario de Las Palmas]

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2013

¿Cómo viven los vivos con los muertos? Hasta que el capitalismo deshumanizó a la sociedad, todos los vivos esperaban la experiencia de la muerte. Era su futuro final. Los vivos eran en sí mismo incompletos. De esa forma vivos y muertos eran interdependientes. Siempre. Sólo una forma de egotismo extraordinariamente moderna rompió esa interdependencia. Con consecuencias desastrosas para los vivos, ahora pensamos en los muertos en términos de los eliminados.

John Berger
Doce tesis sobre la economia de los muertos (1994)

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