La política electoral, si bien no debe desestimarse, no puede ubicarse en el centro de ninguna acción política radical seria, orientada a cambiar las instituciones que sustentan el sistema político, desmantelar las ideologías hegemónicas y fomentar el tipo de conciencia de masas en que habría de basarse un cambio social y político desesperadamente necesario.
Juan-Ramón Capella
¿Tiene remedio el Psoe para la izquierda?
¿Tiene remedio el Psoe para la izquierda? Así parecía creerlo el grupo de personas de izquierda que se propusieron participar desde fuera en una conferencia de ese partido.
La conferencia ya ha tenido lugar, y no ha aportado más que lo que se podía esperar: una dosis añadida de cosmética.
El Psoe ha sido una gran empresa de servicios políticos, como otros partidos socialistas —singularmente el alemán y el francés—. Tiene en común con ellos haber apostado desde los años ochenta del pasado siglo por políticas económicas neoliberales. Eso significa que esa gran empresa de servicios (de recaudación de votos, entre otras cosas) es un instrumento de los designios estratégicos del capital financiero. Su perspectiva para llegar al poder en España está hoy por hoy muy lejos si nos atenemos a la fuerza que tuvo en el pasado: tal vez sueñe con lograr en la próxima legislatura una mayoría relativa, pero hoy por hoy eso está más que verde, y las iniciativas que ha tomado hasta ahora no parecen acercarle a ella.
El Psoe está siendo abandonado por sus militantes de base (los que son algo más que votantes), y es cada vez más un partido de cargos públicos.
Lo que más fácil tiene el Psoe, dado su desgaste ya experimentado y el que experimenta ahora el Partido Popular, es aspirar a componer con éste un gobierno de concentración en el que, compartiendo como siempre con el Pp la política neoliberal, pueda imponer, si se materializara cierta recuperación económica, algún gasto social que sirviera para recauchutarle de nuevo en el futuro. También podría ofrecer algún apaño para la cuestión catalana y maquillajes constitucionales menores, de esos que se hacen por arriba. Con eso conseguiría un pequeño éxito político y podría dar algo de trabajo a los numerosos empleados de la empresa que se han quedado a dos velas en esta legislatura.
Me parece ilusorio creer que en esta situación el Psoe pueda dar un verdadero vuelco a su política. Pues eso supondría abandonar el neoliberalismo económico, esto es, la ubre de la que ha mamado después de la dictadura. Y tampoco se ve a sus dirigentes y a sus cuadros estar por la labor de reaparecer en los agrupamientos sociales en los que hace muchos años, muchísimos, anidó. «Partido socialista», referido al Psoe, es un verdadero anacronismo.
En esta situación las bienintencionadas personas de izquierda que tienen en la mente que a pesar de todo el Psoe recaudará aún muchos votos —pues la realidad social es la que es, ya que este país no ha tenido educación política en décadas y décadas—, y por eso tratan de acercarse a esa empresa-partido para susurrarle al oído prédicas de izquierda, no pueden cosechar otra cosa que buenas palabras, y quizá algún ofrecimiento. En plata, polítiquería de la vieja.
Más sentido tendría ofrecer a los antiguos activistas del Psoe disgustados con éste un lugar para el activismo fuera de él, a la izquierda de ese partido, en los movimientos cívicos que finalmente acaso logren aportar a la sociedad algo políticamente innovador.
Esta crisis ha puesto en movimiento multitud de burbujas políticas pequeñas. Si cristalizan en una gran ilusión colectiva vertebrada pueden hacer saltar las válvulas de seguridad del sistema. Entre ellas, por supuesto, la siniestra gran coalición que puede surgir tras las próximas elecciones generales.
El objetivo institucional estratégico de la izquierda no puede ser otra cosa que una asamblea constituyente que establezca reglas del juego nuevas y más democráticas. Pero eso no es desde luego todo: está la cuestión de la Unión Europea, un desastre para nosotros; y están las cuestiones centrales del trabajo y ecológica. Nada de esto se puede abordar si no cobra forma un sueño colectivo de adaptación a una forma de vivir más igualitaria, menos depredadora y más solidaria.
27 /
11 /
2013