La política electoral, si bien no debe desestimarse, no puede ubicarse en el centro de ninguna acción política radical seria, orientada a cambiar las instituciones que sustentan el sistema político, desmantelar las ideologías hegemónicas y fomentar el tipo de conciencia de masas en que habría de basarse un cambio social y político desesperadamente necesario.
Rodrigo de Castilla
Invectiva contra el neorregeneracionista
El neorregeneracionista es un espécimen intelectual tan listo como frívolo.
El neorregeneracionista es políticamente transversal y arraiga, con diferente intensidad, tanto en los ambientes progres como neoliberales.
El neorregeneracionista está presente en toda Europa pero se desarrolla con particular facilidad en el sur del continente, y por lo tanto también en España (naciones históricas incluidas).
El neorregeneracionista pregona su pensamiento mediante el artículo periodístico y la tertulia política de radio y televisión.
El neorregeneracionista, pues, escribe y habla durante todo el día y, por ende, apenas le queda tiempo y ganas de leer.
El neorregeneracionista se cree la reencarnación del intelectual regeneracionista de principios del siglo XX. Pero es sólo su versión caricaturizada.
Y eso porque el neorregeneracionista lleva hasta el paroxismo un defecto que ya estaba presente en los análisis de los regeneracionistas originales: enjuiciar los problemas de una sociedad en base a criterios morales, literarios e (seudo)históricos.
Para el neorregeneracionista, estos criterios son eternos y consustanciales a la manera de vivir de los pueblos de España. Y además, remiten a un juicio negativo acerca de la naturaleza antropológica de estos mismos pueblos.
En efecto, el neorregeneracionista está convencido de la bondad de las “leyendas negras” que apuntan a un endémico retraso socioeconómico y cultural del país y a su periódica inclinación al “guerracivilismo”.
Naturalmente, el neorregeneracionista desconoce —y si no lo desconoce razona como si lo desconociese— que todos los países de su entorno geográfico, incluso aquellos que más admira por su “modernidad”, han sufrido a lo largo de su historia guerra civiles, profundas divisiones entre corrientes de pensamiento, fracturas sociales y resistencias por parte de las clases dominantes a favorecer una evolución progresiva de sus sociedades.
En suma, el neorregeneracionista es víctima del provincianismo cultural que él mismo recrimina a sus conciudadanos.
Ello no obstante, el neorregeneracionista sabe que el relato sobre la “España negra” le es funcional en cualquier momento y situación: cuando las cosas van bien, dirá que España se aleja al fin de su retraso ancestral y se encamina hacia la suspirada “regeneración”; y cuando van mal, afirmará que el país vuelve a su penosa condición original.
Por eso el neorregeneracionista tiene siempre una respuesta para todo y para todos.
Eso sí, el neorregeneracionista es consciente de que sus relatos, leyendas y “narrativas políticas”, le permiten soslayar la tarea, propia de los intelectuales, de estudiar la causalidad histórica por la que se han generado los problemas que padecen sus conciudadanos.
Porque el neorregeneracionista no conoce la economía e ignora el alcance y características de los problemas sociales e institucionales de su país, ya que pasa de los aburridos (pero esenciales) datos y estadísticas que reflejan su auténtico estado.
Dicho de otro modo, el neorregeneracionista evita la complejidad de la sociedad. En él todo se simplifica y trivializa con metáforas, ocurrencias estilísticas, analogías históricas y citas unamunianas, orteguianas, vicensvivianas, costianas, etc.
Pero, y lo que es más importante, al soslayar la complejidad de la sociedad, el neorregeneracionista evita el tener que analizar y evaluar las decisiones de la “élite dirigente” que, desde hace más de 35 años, gobierna este país que va camino del colapso.
No, el neorregeneracionista sabe que, escudándose en sus leyendas y relatos metahistóricos y —cómo no— interclasistas, puede trasladar la responsabilidad de los problemas actuales a toda la sociedad, en bloque.
En definitiva, y de mirar bien, el neorregeneracionista culpabiliza a sus lectores de la situación del país: del paro, de la corrupción, de las disfuncionalidades de una administración pública en quiebra, etc. Al tiempo que, de forma ingenua y simplona, ensalza la modernidad y la eficiencia de los países del norte y de la Unión Europea. Los mismos países e instituciones que ahora dictan las draconianas políticas de austeridad que van desmoronando tanto el tejido productivo como la cohesión social de los países del sur.
Es por todo ello por lo que:
No habrá una regeneración de España sin el conocimiento riguroso de su historia y de su presente por parte de los ciudadanos.
O, lo que es lo mismo, no habrá una regeneración de España sin un conocimiento riguroso de la acción desplegada por las “élites” dirigentes en las últimas décadas ni de su repercusión en la vida de la sociedad en su conjunto (y de las clases trabajadoras en particular).
No habrá una regeneración de España si su sociedad interioriza un complejo de inferioridad (que el neorregeneracionista intenta inocularle por todos los medios) respecto a otros países de Europa y a las instituciones ademocráticas de la Unión Europea, cuyos dirigentes practican una política que colinda con el imperialismo manifiesto (con la colaboración de una clase política española sobre la que el mismo neorregeneracionista evita pronunciarse).
No habrá, en fin, una regeneración de España mientras individuos como los neorregeneracionistas sigan creando opinión y contribuyendo a moldear el sentido común de la población.
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25 /
11 /
2013