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José Luis Gordillo

Información y propaganda en relación con Siria

Uno de los problemas básicos para formarse una opinión sobre los acontecimientos internacionales es la fiabilidad de la información que recibimos por parte de los gobiernos occidentales y de los grupos mediáticos que les apoyan. Desde el 11-S se supone que estamos inmersos en una guerra infinita de alcance planetario, la llamada guerra global contra el terror, que comporta entre otras cosas la difusión permanente de propaganda bélica. La, por ahora, frustrada intervención militar directa en Siria (puesto que la intervención clandestina comenzó hace más de dos años) lo ilustra a la perfección.

Como se sabe, hace poco más de un año, el 20 de agosto de 2012, Obama anunció su intención de intervenir en Siria si la dictadura de Al Asad utilizaba armas químicas contra su población. No mencionó armas biológicas, radioactivas, napalm, bombas de racimo o bombas de fósforo por ejemplo. Tampoco aludió a una posible masacre de civiles llevada a cabo con cualquier medio. Exactamente señaló el uso de las armas químicas como la “línea roja” que determinaría el paso de una fase de intervención más o menos encubierta a otra en que las bombas las lanzarían directamente las fuerzas armadas estadounidenses.

Hay quien piensa que eso fue una bravata, una improvisación o una frase dicha en un momento de ofuscación o descuido que después le ha pasado factura a Obama porque le “ha obligado” a anunciar una intervención militar que él, en realidad, no deseaba. Creer que el presidente de la primera potencia mundial amenaza con intervenir en un país de Oriente Medio porque “se siente obligado” a iniciar una guerra debido a unas palabras dichas hace una año, es de una ingenuidad que raya con la pura estupidez.

El régimen dictatorial de Al Asad está en el punto de mira de EE.UU. desde, como mínimo, septiembre de 2001 [1], después de que los atentados del 11-S proporcionaran a los dirigentes estadounidenses el apoyo de masas que necesitaban para llevar a cabo su programa de intervenciones militares en Asia Central y Oriente Medio.

A pesar de algunos intentos de Al Asad de congraciarse con los dirigentes de EE.UU, como la oferta que les hizo poco después del 11-S de torturar por encargo a algunos detenidos de las “rendiciones extraordinarias” (que los estadounidenses, por cierto, aceptaron), lo cierto es que ya durante la invasión de Iraq —el 27 de marzo de 2003, para ser más exactos— Donald Rumsfeld profirió amenazas directas contra Siria. Esas amenazas se acabaron concretando en un raid israelí el 6 de septiembre de 2007, teóricamente destinado a destruir una central nuclear. Las amenazas continuaron tras el asesinato, el 14 de febrero de 2005, del presidente de Líbano, Rafic Hariri, del que EE.UU. culpó a Al Asad. Esas amenazas, más la presión de otros países de la zona, aceleraron la salida de las tropas sirias del Líbano el 24 de abril del mismo año. Esa retirada hizo más fácil la invasión israelí de dicho país en el verano de 2006. El ejército hebreo volvió a atacar objetivos en Siria el 6 y 8 de mayo pasados, obviamente con la bendición de EE.UU.

Con todos esos antecedentes, lo que en realidad dijo Obama hace un año sería algo así como: “si a nosotros nos parece oportuno y conveniente atacar a cara descubierta al régimen de Al Asad, lo haremos; y cuando lo hagamos, utilizaremos el uso de las armas químicas como justificación”. Desde el punto de vista propagandístico, el tema de las armas químicas debió parecerle interesante por su gran impacto mediático. Desde los tiempos de la Gran Guerra, las armas químicas son especialmente odiosas para la opinión pública occidental.

Ahora que se ha acordado en la ONU proceder al desarme químico de Siria, merece la pena recordar que Israel firmó pero no ratificó la Convención para prohibir las armas químicas y que nunca ha firmado ni ratificado el Tratado de No Proliferación Nuclear ni la Convención para prohibir las armas biológicas. Por lo demás, hay evidencias de que Israel, que dispone de armas nucleares, químicas y biológicas en abundancia, utilizó en sus últimos ataques a Líbano y Gaza armas de nuevo tipo que incluyen productos tóxicos que dejan intacto el aspecto exterior de los cuerpos humanos pero al mismo tiempo penetran en su interior y desvitalizan los tejidos, carbonizan el higado y los huesos y provocan la coagulación de la sangre [2].

El 29 de enero del presente año, The Daily Mail [3] publicaba una noticia extraída de la página web de Infowars.com según la cual un hacker había pirateado un intercambio de correos electrónicos entre David Goulding, Director de Desarrollo de la empresa privada de seguridad Britam Defence Limited, y Phil Doughty, Director de Operaciones de la misma empresa en su delegación de los Emiratos Árabes Unidos. En ellos se comentaba un plan aprobado por la Casa Blanca consistente en llevar a cabo un ataque con armas químicas en Siria, del cual se haría responsable al régimen de Al Asad, para poder justificar a continuación una intervención militar. The Daily Mail tiene una tirada de dos millones de ejemplares y es el segundo periódico más leído de Gran Bretaña.

A principios del mes de mayo, en un caso claro de profecía autocumplida, ya hubo acusaciones norteamericanas sobre el uso de las armas químicas por parte de Al Asad, pero no tuvieron el efecto deseado porque Carla del Ponte, ex fiscal del Tribunal Penal Internacional y actual miembro de la Comisión de investigación de la ONU sobre Siria, declaró poco después que según los testimonio recogidos habían sido los rebeldes quienes habían utilizado el gas sarín [4].

El 21 de agosto se produjo un nuevo ataque con armas químicas del que otra vez los dirigentes norteamericanos volvieron a culpar a Al Asad. Y lo hicieron antes de que los inspectores de la ONU hubiesen iniciado sus investigaciones. Poco después empezaron a aparecer informaciones, como las publicadas en La Vanguardia el 1 de septiembre o en Público el 5 de septiembre, que apuntaban otras vez a los rebeldes como autores del ataque. Los dos periodistas de MintPress News que destaparon el asunto y eran la fuente de las informaciones de los diarios mencionados, Dale Gavlak y Yahya Ababneh, están recibiendo fuertes presiones procedentes de Arabia Saudí para que se desdigan de su reportaje [5]. Los inspectores de Naciones Unidas finalmente entregaron su informe el 15 de septiembre y en él sostenían que se había producido dicho ataque pero no sabían quiénes lo habían perpetrado. Una manera muy diplomática de dar carpetazo a la cuestión.

Vale la pena, en consecuencia, dar un repaso a las editoriales y artículos de opinión que se han escrito durante los primeros días de septiembre en los que se afirmaba, sin dejar el menor espacio para la duda, que Al Asad era el resposable de una masacre química contra su población. Sus autores merecen tanta confianza como los dirigentes políticos y empresariales que nos han dicho que los recortes de nuestros salarios y de nuestros derechos sociales se han hecho pensando sobre todo en nuestro bienestar.

Notas

[1] Según el testimonio de Wesley Clark, general de los EE.UU, en el programa de Amy Goodman emitido el 2 de marzo de 2007. Ver: http://www.youtube.com/watch?v=k9SEP33h9FU

[2] http://www.voltairenet.org/article180366.html

[3] http://2012thebigpicture.wordpress.com/2013/08/24/cached-copy-of-scrubbed-article-confirming-us-and-uk-backed-chemical-weapons-in-syria/

[4] http://www.elmundo.es/elmundo/2013/05/06/internacional/1367823655.html

[5] http://www.mintpressnews.com/official-statement-on-dale-gavlaks-involvement-in-syria-exclusive/169507/

27 /

9 /

2013

La política electoral, si bien no debe desestimarse, no puede ubicarse en el centro de ninguna acción política radical seria, orientada a cambiar las instituciones que sustentan el sistema político, desmantelar las ideologías hegemónicas y fomentar el tipo de conciencia de masas en que habría de basarse un cambio social y político desesperadamente necesario.

Noam Chomsky
The Precipice (2021)

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