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Miguel Muñiz

En 2020, ¿primeras Olimpiadas Radioactivas de la historia de la humanidad?

Como se suele decir, la operación iba viento en popa.

Han pasado solo dos años desde el inicio de la catástrofe de Fukushima, pero parece que hayan pasado dos décadas. Un concienzudo trabajo de (des)información, de noticias puntuales e inconexas y de silencios calculados, había dado sus frutos: que el desastre nuclear que se continúa desarrollando en Japón pasase casi desapercibido; un desastre mayor del que en su día supuso Chernóbil, con implicaciones a nivel mundial; pero que se intenta presentar, una y otra vez, como un “accidente industrial” sin mayores consecuencias. Y es que el trabajo tenía precedentes, el mecanismo funcionó a la perfección con ocasión de la catástrofe (silenciada) de la nuclear de Kashiwazaki-Kariwa, en 2007.

La campaña para implantar el olvido también había tenido éxito en Japón, donde en el verano de 2012 se habían conectado a la red 2 de los 46 reactores que, oficialmente, aún se consideran operativos. Un primer paso prometedor para vencer la resistencia política y social que está impidiendo la puesta en marcha de los otros 44 [1].

Después vinieron las elecciones a la Cámara baja, el 16 de diciembre de 2012, en las que el tema Fukushima fue literalmente borrado de la agenda de debate político, como fruto de un acuerdo entre los principales medios de comunicación y los partidos mayoritarios. Esas elecciones devolvieron la mayoría absoluta (294 escaños de un total de 480) al Partido Liberal Democrático (PDL), el partido tradicional de la derecha japonesa, y pro-nuclear donde los haya. Y las “buenas noticias” continuaron durante 2013: el 21 de julio, en las elecciones al Senado, el PDL obtuvo otra sonada victoria: 59 representantes (lo que en coalición con el Partido Nuevo Komeito, con 20 representantes, le daba la mayoría absoluta en las dos cámaras). Claro que la participación en esas elecciones fue de un 52%, la tercera más baja desde el final de la segunda guerra mundial, un indicador del grado de cansancio y desorientación de una parte importante de la sociedad japonesa; pero, a efectos de los intereses de los que mandan, ese porcentaje ya estaba bien.

Sin embargo, en las elecciones del Senado no fue tan fácil dejar de lado Fukushima; Taro Yamamoto [2], un joven y conocido actor que ha participado activamente en la campaña de denuncia de la situación de contaminación radioactiva que vive Japón, logró un escaño como independiente por la circunscripción de Tokio, quedando en cuarto lugar, con 666.684 votos y, además, en tercer lugar, también obtuvo representación la representante del Partido Comunista Japonés (JCP), Yoshiko Kira, con 703.901 votos; una formación política, el JCP, que también denuncia lo que está pasando con Fukushima.

Un detalle que permite hacerse una idea de la situación social en Japón lo constituye el hecho de que comenzasen a circular acusaciones contra Taro Yamamoto tan solo unas horas después de confirmarse su elección, llegando a ser calificado en twitter como “racista” frente a los campesinos, a causa de sus denuncias sobre la contaminación de algunos productos agrícolas [3].

Todo ello merece una reflexión, ya que muestra la otra cara de las personas que, en ordenadas colas silenciosas, llenas de disciplina, dignidad y contención, provocaron nuestro respetuoso asombro al verlas en las informaciones que se pasaban en las horas posteriores al terremoto y el “tsunami”, y en el inicio de la catástrofe nuclear.

El rechazo que amplios sectores sociales del Japón muestran hacia personas o informaciones que cuestionan la versión oficial de lo que pasa, manteniendo su confianza en lo que explican el gobierno y las empresas pese al cúmulo de mentiras y ocultamientos que se ha desvelado desde marzo del 2011, tiene su máxima expresión en el número indeterminado de personas, con preparación y medios económicos, que se marchan de Japón debido al rechazo o las amenazas directas que produce su postura crítica. Existe un sector de campesinos que rechaza indignado cualquier sugerencia de contaminación radioactiva de sus cosechas, y hay amplios sectores sociales que han interiorizado y asumido la versión del gobierno.

Las personas que han abandonado Japón preocupadas por su salud y la de sus familiares son extremadamente cautelosas a la hora de opinar y de contactar con sus compatriotas residentes en Europa, América, u otros lugares de Asia; ya que existe una fuerte cohesión internacional en apoyo de lo que dicen las autoridades.

Es en este contexto donde hay que situar la petición del gobierno japonés para organizar los Juegos Olímpicos de 2020. Presentada el 17 de julio de 2011, cuando la reconstrucción de la devastación provocada por el terremoto y el “tsunami” y los interrogantes abiertos por la catástrofe nuclear aconsejaban prudencia económica, la candidatura conjugaba otros factores: aumentar la cohesión patriótica, incrementar la proyección internacional “positiva”, recuperar la “normalidad”, y reforzar la campaña de olvido.

Y fue entonces, a pocas semanas de la elección de la sede olímpica, cuando comenzaron a llegar las noticias de las filtraciones de agua radioactiva en Fukushima.

Al principio, como es normal, la información eludió referencias concretas a fugas, simplemente el 1 de septiembre se informó de que se habían detectado “fuertes niveles de radiación” alrededor de los tanques de almacenamiento [4]. Aunque el 19 de agosto ya se habían reconocido fugas de agua radioactiva [5], se siguió la conocida pauta de no establecer relaciones causales y “limitarse a los hechos”. Y los “hechos” se multiplicaron: los días 5, 7, 10, y 12 de septiembre, se reconocieron nuevas fugas; para acabar admitiendo, el día 15 (una vez pasada la elección de la sede olímpica), que la situación era “muy grave”, y que el flujo de agua radioactiva al océano era continuado e inevitable [6]. Además, el 16 de septiembre, un tifón llegó a las costas del Japón con lluvias intensas y, desde Fukushima, TEPCO vertió 1.130 toneladas de agua de lluvia contaminada por la mezcla con aguas subterráneas, aguas que tenían «supuestamente» menos de 30 Becquerelios de radiación por litro [7].

Estos episodios continuados de fuga de agua radioactiva han supuesto un duro golpe para unos políticos, y una industria, que se habían dedicado, entre enero y abril de 2013, a realizar giras internacionales de promoción y “venta” de la tecnología nuclear japonesa, presentándola como la más avanzada, ya que incluso permitía “superar” las secuelas del “accidente”.

El día 8 de septiembre se decidió la sede de las Olimpiadas 2020. Para reforzar la imagen de seguridad, el 3 de septiembre se detuvo el primero de los dos reactores que se habían vuelto a conectar en julio del 2012; y el 15, una vez conocido el resultado, se desconectó el segundo, y último. La excusa: el mantenimiento de los sistemas y su evaluación por la Autoridad Reguladora Nuclear. Por segunda vez, desde marzo del 2011, todo Japón funciona con electricidad de origen no nuclear.

La elección de Japón como sede olímpica fue un triunfo para el gobierno del Primer Ministro (en adelante, PM) Shinzo Abe, pero también abre numerosos interrogantes que afectan a la política de imagen. Existen demasiadas variables fuera de control: las dobles fugas de agua radioactiva y los vertidos, el peso de la generalizada contaminación por Tritio, los niveles de seguridad en alimentos y bebidas, los problemas de construcción de las instalaciones de contención en Fukushima (muro y sistema congelador), la aparición de más y más casos de cáncer de tiroides y enfermedades relacionadas, etc.; cosas que pueden volver a amenazar la imagen de “normalidad” conseguida. Destacan, sin embargo, dos problemas de fondo:

En su discurso de agradecimiento por la elección, el PM Abe realizó afirmaciones que pueden ser difíciles de mantener en los siete años que faltan para la celebración de las Olimpiadas: entre ellas estacan dos: «… permítanme asegurarles que la situación está bajo control . No ha tenido nunca y tampoco nunca tendrá un impacto sobre Tokio … «
y «… El impacto del agua contaminada está aislado en un área de 0,3 kilómetros cuadrados, que alberga la planta nuclear de Fukushima, y que está totalmente bloqueado…».

Ambas afirmaciones resultan problemáticas; la segunda, a la luz de los datos disponibles, es manifiestamente falsa; pero la primera resulta temeraria. Requerirá un control de la información sin precedentes contener cualquiera de las noticias que hablan de la aparición de zonas de contaminación aisladas en lugares inesperados (los “hots points”), o bien de la aparición de alimentos con dosis de radiación peligrosas, noticias que pueden darse en el momento menos esperado [8].

El segundo problema atañe a la propia industria nuclear. Los Juegos Olímpicos brindan una excelente coartada para respaldar una eventual puesta en funcionamiento de los reactores en aras de la “seguridad energética”; una coartada aún mejor que las olas de calor que sirvieron de pretexto para la conexión de dos reactores en el verano del 2012, pero una coartada que eleva el factor de riesgo enormemente. La industria nuclear japonesa, el llamado “pueblo nuclear” [9], está muy lejos de haberse rendido [10], y los próximos siete años serán claves.

¿Veremos en un futuro inmediato los primeros Juegos Olímpicos Radioactivos desde la antigüedad griega?

Agradecimiento: este artículo no hubiese sido posible sin la desinteresada colaboración de personas japonesas que residen en Barcelona, y cuyos nombres se omiten por motivos obvios. A todas ellas mi reconocimiento y gratitud.

 

Notas

[1] En Japón es costumbre que los municipios en los que se hallan ubicadas las centrales nucleares den permiso a las empresas para su puesta en funcionamiento. La resistencia de estos a darla, fruto de la presión ciudadana, ha dado origen a diversas maniobras políticas por parte del gobierno central. Entre otras, la creación de un nuevo organismo de seguridad, la Autoridad Reguladora Nuclear, que revisa en profundidad el estado de las centrales antes de declararlas “aptas”. Las causas de la creación de dicho organismo, cuando ya existían otros anteriormente (el NISA y el NSC), y la luchas desarrolladas para decidir su composicion, merecerian un libro.

[2] Entrevista a Taro Yamamoto, en inglés, en el Asahi Shimbun. http://ajw.asahi.com/article/behind_news/politics/AJ201307300090 y un video en el que explica su posición (subtitulado en inglés) con imagenes de sus actividades en http://www.youtube.com/watch?v=tnpkBgQgtzY

[3] http://ex-skf.blogspot.com.es/2013/07/japanese-upper-house-election-taro_21.html

[4] Ver http://www.rtve.es/noticias/20130901/continua-fuga-agua-radiactiva-fukushima/744160.shtml

[5] Ver http://www.excelsior.com.mx/global/2013/08/19/914449

[6] Ver http://resumenesdesdefukushima.blogspot.com.es/2013/09/del-lunes-9-de-septiembre-2013-al.html. El seguimiento semanal de Tsa desde el blog http://resumenesdesdefukushima.blogspot.com.es/ es modélico, superando, con mucho, el que realizan determinados “expertos”

[7] http://www.elperiodico.com/es/noticias/sociedad/fukushima-vierte-mar-1130-toneladas-agua-con-baja-radiactividad-2664532

[8] Algunos ejemplos ; http://www.cronica.com.mx/notas/2011/568347.html, http://www.rpp.com.pe/2012-11-17-detectados-peces-con-altos-niveles-de-radiactividad-en-rios-de-fukushima-noticia_541140.html, http://noticiasdeabajo.wordpress.com/2012/03/10/alimentos-radiactivos-en-japon/, o http://sociedad.elpais.com/sociedad/2013/09/24/actualidad/1380018128_446519.html

[9] http://www.bloomberg.com/news/2013-07-14/to-re-start-nukes-japan-must-raze-nuclear-village-.html

[10] http://www.japanfocus.org/-Jeff-Kingston/3986 y
http://thediplomat.com/pacific-money/2013/07/03/shinzo-abe-japans-nuclear-salesman-in-chief/

[Miguel Muñiz es Miembro de Tanquem Les Nuclears–100% Renovables]

26 /

9 /

2013

La política electoral, si bien no debe desestimarse, no puede ubicarse en el centro de ninguna acción política radical seria, orientada a cambiar las instituciones que sustentan el sistema político, desmantelar las ideologías hegemónicas y fomentar el tipo de conciencia de masas en que habría de basarse un cambio social y político desesperadamente necesario.

Noam Chomsky
The Precipice (2021)

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