La política electoral, si bien no debe desestimarse, no puede ubicarse en el centro de ninguna acción política radical seria, orientada a cambiar las instituciones que sustentan el sistema político, desmantelar las ideologías hegemónicas y fomentar el tipo de conciencia de masas en que habría de basarse un cambio social y político desesperadamente necesario.
José Manuel Barreal San Martín
La escuela de la ignorancia
El discurso oficial del gobierno de España y del partido que lo sustenta tiende a correlacionar el problema educativo con la “falta de presupuesto”, además de otras causas relacionadas con la crisis actual. Es, entonces, cuando el gobierno acomete la ley educativa recientemente aprobada y que antes propició la última huelga general en la enseñanza. Además de carecer de un mínimo consenso. Una ley que concita la protesta de estudiantes, profesorado y familias, así como de personas no vinculadas directamente con la enseñanza, tal como se ha demostrado. Sin embargo, no minusvalorando la raíz de las protestas, el problema es más profundo, más insidioso, más irreconocible. No se trata tanto de dinero o de valores, sino que el discurso del gobierno, por boca de su ministro de “deseducación”, obedece a una cuestión de diseño social, de decisión política consciente para destruir lo que queda de escuela pública y evitar una “ Escuela de verdad”.
Jean-Claude Michéa, filósofo francés anticapitalista, en su libro La escuela de la ignorancia (Acuarela Libros, Madrid, 2002), deja patente y explícito qué se quiere o al menos qué se intenta desde políticas capitalistas neoliberales con respecto a la escuela. Estando la Ley Wert enmarcada en esa línea, sigamos, pues, al referido profesor y apliquemos su discurso a nuestro país.
«Así fue como, por ejemplo, en septiembre de 1995, “quinientos políticos, líderes económicos y científicos de primer orden» que se consideraban a sí mismos la élite mundial, tuvieron que reunirse en el Hotel Fairmont de San Francisco para contrastar sus puntos de vista acerca del destino de la nueva civilización. El foro estuvo presidido por una voluntad de lograr la más estricta eficacia: “Los conferenciantes sólo disponen de cinco minutos para introducir el tema: ninguna intervención durante los debates debe sobrepasar los dos minutos.» Una vez definidos estos principios, los reunidos reconocen, como una evidencia que no merecía discusión, que «en el próximo siglo, dos décimas partes de la población activa serían suficientes para mantener la actividad de la economía mundial». Partiendo de bases tan sinceras, surgió el principal problema político al que el sistema capitalista se vería confrontado en las próximas décadas: ¿cómo podría la élite mundial mantener la gobernabilidad del ochenta por ciento de la humanidad sobrante, cuya inutilidad había sido programada por la lógica liberal?»
La solución que acabó imponiéndose como la más razonable fue la propuesta por Zbigniew Brzezinski «on el nombre de «tittytainment». Con esta palabra-baúl se trataba simplemente de definir un «cóctel de entretenimiento embrutecedor y de alimento suficiente que permitiera mantener de buen humor a la población frustrada del planeta». Tal análisis, cínico y despreciativo, tiene la evidente ventaja de definir, con toda la claridad deseable, el pliego de condiciones que las élites mundiales asignan a la escuela del siglo XXI. Partiendo de este análisis, se puede deducir, con un mínimo margen de error, las formas a priori de toda reforma destinada a reconfigurar el aparato educativo según los únicos intereses políticos y financieros del capitalismo. Veamos.
«Es obvio, que un sistema de estas características deberá conservar un sector de excelencia, destinado a formar a las distintas élites, que serán cada vez más necesarias a medida que la economía mundial se vaya recrudeciendo; y otro, el más numeroso, el de los que el sistema destina a seguir desempleados, o empleados de forma precaria y flexible».
En mi opinión, dos claros campos educativos se dirimen en este panorama. Para el veinte por ciento escogido, la educación costosa, la transmisión de los saberes reales, así como el aprendizaje de los comportamientos cívicos; el resto, sencillamente, no representa ningún interés para el sistema. De hecho, en ciertas circunstancias sociales, puede llegar a suponer una amenaza para su seguridad. Obviamente, es en esta escuela para la mayoría donde deberá enseñarse la ignorancia en todas sus formas posibles. Ejemplo de lo dicho es el proyecto de la llamada “Ley Wert” o LOMCE.
El resumen es escalofriante: El sistema educativo que se está fraguando, con el beneplácito de las oligarquías financieras, el gobierno del PP y de la jerarquía eclesiástica será un sistema pobre y amoral en el que las masas (vistas como un peligro) serán lobotomizadas de su sentido crítico y así puedan creerse las explicaciones simplistas de las cosas. Ese “populacho” que la derecha desprecia no tendrá acceso a la educación de calidad. Meras personas hedonistas, consumidoras e inmaduras. De eso trata la futura escuela: privar de la libertad y de crítica a la mayoría de las personas susceptibles de ser educadas.
10 /
5 /
2013