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No me cuentes tu vida

Planeta,

Barcelona,

464 págs.

Antonio Giménez Merino

El protagonista de esta novela es un ser neurótico. Lo que parece de lo más natural si se ha sido capaz de sobrevivir al tiempo presente manteniendo una idealidad vinculada a la experiencia de la posguerra, la esperanza del militante y la derrota objetiva del presente. Como dice él mismo: “Aunque la situación no acompañe, existe siempre una posibilidad de negociar el argumento de nuestra vida. No hay por qué entregarse ni a la policía de un dictador ni a la zafiedad de este mundo que nos están preparando”. Las batallitas que constituyen las vivencias de este padre para su hijo se convierten, en este cuaderno novelado dirigido a él, en un cabo tendido entre pasado y presente: en aquél revive la memoria de las dictaduras (y de las resistencias) española y rumana, unidas paradójicamente a través de los requiebros de la intrahistoria de las familias que convergen en los dos protagonistas más jóvenes. En el presente de éstos, a su vez, encuentran los mayores un espejo donde mirarse y proyectarse hacia el futuro: “Es muy difícil jubilarse cuando aprieta el invierno y se tiene un hijo, un nieto, alguien que nos obliga a compartir unos metros cuadrados de la palabra futuro. Es igual de absurdo que olvidarse de la palabra pasado cuando existen unos padres, una abuela, con balcones abiertos por necesidad a la memoria. Pensar en el futuro se parece mucho a poner una casa, decidir el uso de sus habitaciones y la disposición de los muebles”.

El libro es fiel a las constantes de fondo de la obra de García Montero: honestidad con la primera persona y con el lector, diálogo con el pasado para comprender el presente, desarrollo de la acción inundado de reflexión, inconformismo. Una lectura emocionante y bella.

31 /

5 /

2013

La principal conversión que los condicionamientos ecológicos proponen al pensamiento revolucionario consiste en abandonar la espera del Juicio Final, el utopismo, la escatología, deshacerse del milenarismo. Milenarismo es creer que la Revolución Social es la plenitud de los tiempos, un evento a partir del cual quedarán resueltas todas las tensiones entre las personas y entre éstas y la naturaleza, porque podrán obrar entonces sin obstáculo las leyes objetivas del ser, buenas en sí mismas, pero hasta ahora deformadas por la pecaminosidad de la sociedad injusta.

Manuel Sacristán Luzón
Comunicación a las jornadas de ecología y política («mientras tanto», n.º 1, 1979)

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