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Gabriel González

La unidad empuja desde abajo

La unidad de los de abajo y las direcciones (cúpulas o aparatos) de los partidos

Sin un un proceso constituyente desde abajo para construir una fuerza política poderosa, hegemónica y representativa, frente a una hipotética confrontación electoral se dará la circunstancia de que la mayoría social que actualmente rechaza las políticas impuestas por la minoría gobernante sufrirá el voto disperso a la vez que concurrirá a esa confrontación con una sociedad escéptica a creer que de semejante dispersión podrá pergeñarse una respuesta solvente a los tremendos problemas que padecemos. Algunos optaremos por formaciones políticas minoritarias o en extremo minoritarias, engrosaremos la mayoría abstencionista o como mucho votaremos resignadamente por las opciones menos alejadas de nuestras aspiraciones de otro mundo que veremos difícilmente posible, sin motivos para implicarnos decididamente, con lo cual, y tras analizar los resultados, constataremos que siendo mayoría real quedaremos en situación de minoría en número de representantes en el Parlamento. Podremos echar la culpa a ley electoral, a “la abstención” o decir que somos ignorantes, etc. Todo ello escapes exculpatorios de una mirada superficial.

Esa situación facilitará a la minoría triunfante (PP–PSOE) obtener los apoyos suficientes para consolidar el modelo absolutista de los mercados (Podrían realizar algunos cambios menores, incluidos los territoriales y del modelo de estado, pero sin tocar el dogma neoliberal). Por tanto, no es suficiente una coalición electoral más o menos amplia de lo que hay, una Syriza a la española derrotada electoralmente y autocomplaciente porque “vamos por buen camino”. Sólo tenemos una opción, señalada por Rajoy: alcanzar la mayoría absoluta con nuestras propias fuerzas en las condiciones realmente existentes. Lo curioso de estas palabras de Rajoy, pronunciadas varias veces, no es que sean una indicación de nuestra debilidad, sino que son ahora indicativas de lo posible. Pero se deben cumplir algunos requisitos para que esta circunstancial mayoría social pueda emerger como fuerza creadora y constituyente de una nueva realidad: que aquéllos elementos con amplia visión y capacidad integradora logren constituir una dirección política del proceso superadora de las reticencias pseudo-ideológicas y capaz de implicar a la mayoría abstencionista en un proyecto vital radicalmente democrático y solvente. La responsabilidad fundamental en esta emergencia la tienen las direcciones de los partidos con aspiraciones de cambio, pero también los dirigentes de la sociedad civil organizada y las personas que viendo como el viejo régimen se tambalea pueden y deben decir su palabra ahora. No habrá una segunda oportunidad. No se pueden mantener las condiciones sociales a voluntad, todo cambia, todo se renueva, y el poder lo hace especialmente rápido, no requiere de grandes reflexiones y acuerdos entre muchas partes, el poder ve y actúa… salvo en momentos de debilidad aparente, y en el avance de nuestras fuerzas también hay obstáculos: esas pequeñas agrupaciones políticas que pretenden acceder a una posición de influencia en el conjunto del amplio movimiento para dirigirlo de acuerdo a sus intereses, sin comprender que sus intereses no son realizables en el terreno estricto de la competencia y que sólo podrán realizar una parte de ellos cediendo su parte al todo, para verse incluídas en la marea ciudadana en marcha. Así, icluídos en el anónimo colectivo, pueden ejercer su influencia dialogando, señalando las verdades, convenciendo. Pero también pueden, eso sí, mantenerse como dulces derrotados llevándose por delante nuestras aspiraciones de cambio. No debemos permitírselo.

Y tampoco instalarnos en la inacción esperanzada de que “ocurra algún cambio” No ocurrirá. Nosotros tenemos que provocar el cambio que queremos ver. Podemos proponer, desde abajo y sin “referentes”, nuestros puntos de vista, proyectos, acciones para la creación de esa fuerza política emergente. No contra los políticos o partidos actuales o sin ellos, pero no sin nosotros. Reflexionar conjuntamente las bases programáticas de gobierno para ser refrendadas por la mayoría social, discutir y proponer las personas que mejor pudieran representar al movimiento, para ser refrendadas también por la mayoría social.

Estamos hablando de un proyecto constituyente de los de abajo en una formación política para ganar las elecciones nacionales, autonómicas y locales, ahora y en las condiciones presentes. Descartemos, pues, los viejos pactos electorales de partidos minoritarios para ejercer la oposición. Descartemos también las coaliciones preelectorales incompletas y con ánimo de sumar matemáticamente supuestos votos estables que dejan estar la abstención en su estática indiferencia.

Descartemos la espera del príncipe azul revolucionario. Y si viene, echémoslo a patadas. Siendo lo que somos, con las fuerzas que tenemos y en el lugar en que estamos, hagamos la democracia ahora, desde aquí abajo y empezando por nuestro entorno más próximo, exigiéndonos excelencia en la acción.

 

[Fuente: Attac]

27 /

2 /

2013

La política electoral, si bien no debe desestimarse, no puede ubicarse en el centro de ninguna acción política radical seria, orientada a cambiar las instituciones que sustentan el sistema político, desmantelar las ideologías hegemónicas y fomentar el tipo de conciencia de masas en que habría de basarse un cambio social y político desesperadamente necesario.

Noam Chomsky
The Precipice (2021)

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