La política electoral, si bien no debe desestimarse, no puede ubicarse en el centro de ninguna acción política radical seria, orientada a cambiar las instituciones que sustentan el sistema político, desmantelar las ideologías hegemónicas y fomentar el tipo de conciencia de masas en que habría de basarse un cambio social y político desesperadamente necesario.
José Luis Gordillo
Carod-Rovira y el Comité de Actividades Antiespañolas
Seguramente, el mayor error de Carod-Rovira es haber creído que con ETA se podía hablar de «política» (tras haber descartado con realismo, supongo, hablar de una cosa llamada «ética»). Una de las principales diferencias entre el IRA/Sin Fein y ETA/Batasuna reside precisamente ahí: en la, por comparación, más bien escasa inteligencia «política» del grupo armado vasco. Si ese bien tan preciado hubiera estado mejor repartido entre sus capitostes, la decisión de disolver la banda la habrían tomado hace lustros, porque ¿alguien duda todavía de que con cada nuevo asesinato aumenta el tanto por ciento de los brutos y, con ello, el número de los votantes del PP? La entrevista de Carod con ETA merece, por tanto, el calificativo de patinazo mayúsculo o de gran metedura de pata, pero nada más. El presidente de Galicia, que también lo es del Partido Popular, fue ministro en gobiernos franquistas que dictaron penas de muerte. Eso no fue obstáculo para que los dirigentes de la oposición democrática se reunieran después con él para hablar de política y de muchas cosas más. Y nadie piensa que esas reuniones convirtieran a sus contertulios en cómplices o en cooperadores necesarios de los crímenes del franquismo, que es lo que el gobierno ha sugerido del dirigente de ERC en relación a los crímenes de ETA.
El acto de Carod-Rovira revela ingenuidad, pero también algo más. Hay que vivir en una burbuja para creer que algo así podía pasar desapercibido a los servicios secretos o que, si finalmente era conocido por el gran público, el previsible escándalo no pasaría de ser una tormenta en un vaso de agua. No parece, pues, que el dirigente nacionalista haya tenido una consciencia clara de con quien se estaba jugando los cuartos (para utilizar una expresión traducida literalmente del catalán), tanto por lo que se refiere a ETA como por lo que atañe al gobierno.
Carod parece desconocer que el partido popular, con la inestimable ayuda de ETA y el apoyo político del PSOE, ha convertido el antiterrorismo en una «técnica» de gobierno directamente extraída de El concepto de lo político, de Carl Schmitt. Eso le ha permitido difundir y manejar con mucha habilidad un clima de intimidación que, con toda propiedad, merece el nombre de neomacarthista. El macarthismo histórico, el que tomó un gran impulso gracias al Comité de Actividades Antiamericanas del senador Joe McCarthy, se basaba en un furibundo anticomunismo. Ahora el comunismo ha sido sustituido por el terrorismo, pero todo lo demás es igual o incluso peor: las leyes de excepción, los abusos policiales, la suspensión de derechos, el ambiente inquisitorial, la caza de brujas, las listas negras, la vigilancia de los servicios secretos, la grosería intelectual, las calumnias, etc. El linchamiento de Carod, por parte del gobierno y de la jauría mediática que le apoya, nada tiene que envidiar al padecido por Julio Medem, Javier Madrazo, Fermín Muguruza, Juan María Atutxa, Juan José Ibarreche, Francisco Letamendía, los activistas del movimiento okupa o del movimiento antiglobalización y tantos otros. Huelga decir que una nueva mayoría absoluta del PP no haría más que incrementar sus ladridos y sus mordiscos.
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1 /
2004