La política electoral, si bien no debe desestimarse, no puede ubicarse en el centro de ninguna acción política radical seria, orientada a cambiar las instituciones que sustentan el sistema político, desmantelar las ideologías hegemónicas y fomentar el tipo de conciencia de masas en que habría de basarse un cambio social y político desesperadamente necesario.
Antonio Madrid Pérez
Breves apuntes para una crónica del X Congreso de la Comisión obrera nacional de Cataluña (CCOO)
Barcelona 14-16 de diciembre de 2012
En la actividad de las personas que se animan a involucrarse en la defensa de los intereses colectivos de los trabajadores y las trabajadoras mediante la participación en un sindicato, hay momentos sorprendentes, indignantes, de duda, también de profunda solidaridad, reconocimiento y respeto… pero uno de los que se lleva la palma, por lo menos desde mi punto de vista, es la participación en los procesos congresuales. Estos procesos ponen de manifiesto parte de las dificultades que afrontan desde hace mucho tiempo las grandes estructuras de representación de intereses colectivos.
Richard Sennett explica con acierto en Juntos. Rituales, placeres y política de cooperación (Anagrama, 2012) que cuando las organizaciones se hacen más grandes y más fuertes, la burocracia levanta barreras entre la dirección y la base. Este proceso histórico supuso la pérdida de ‘relaciones cara a cara’ con la base del movimiento. Para Sennett, “éste es el precio que los movimientos políticos tienen que pagar por convertirse en grandes organizaciones”. No es preciso teorizar ahora sobre esta cuestión, quien tenga experiencia de participación en grandes organizaciones conoce de sobras esta realidad y las sensaciones confrontadas que generan.
Mucho de esto se evidencia en los procesos congresuales. No todos los congresos son iguales. Los hay tranquilos, es decir, los hay en los que antes de celebrarse al congreso o durante él las familias (léase corrientes de opinión o sensibilidades diferenciadas) han llegado a acuerdos y la resolución de los temas en discusión ha sido pactada con anterioridad. En otros congresos, a los que vamos a llamar movidos, los y las cabezas de familia andan a la greña y el congreso transcurre entre reuniones precipitadas, llamadas de teléfono, caras serias, propuestas de nombres, votaciones a las que no hay que faltar porque hasta el del apuntador es importante en el recuento final.
Se puede intentar resumir estas cosas y explicarlas a los compañeros y compañeras de sección sindical. Será una tarea ardua. Se puede intentar explicar a los trabajadores y trabajadoras. Será una proeza. Ni es fácil de explicar, ni mucho menos es fácil de comprender, no porque parte de los temas que habría que discutir y acordar no sean importantes en la defensa de los intereses colectivos, que lo son, sino porque el debate queda lejos de las bases. Porque en los procesos de toma de decisiones durante los congresos o durante la preparación de los mismos, además de las líneas fundamentales a seguir por el sindicato, también se decide, o prefija la decisión, acerca de sillas, cuotas de poder, quién sigue y quién se va. También en los congresos hay ganadores y perdedores. Hay de todo, como en botica.
Durante el Congreso, entre votación y votación, pensaba, al igual que muchos otros, que lo que allí se escenifica estaba muy lejos de la acción sindical diaria y de las preocupaciones y problemas de la gente. No es que no hubiera temas importantísimos a discutir, no es esto. Lo que ocurre es que el juego de las negociaciones por puestos en listas, cargos dentro de la estructura, zonas de influencia, proyectos de futuro… quedan muy lejos de los afiliados y de los trabajadores. A esto se suma la intuición confirmada de que buena parte de los que acuden al congreso en representación de la afiliación tienen tan solo una parte de la información, ya que en realidad se tiene una información superficial de lo que está ocurriendo. La información de fondo, lo que ocurre bajo la mesa, la tienen unos cuantos que son los protagonistas de la partida. En esta situación, cuando se percibe, tener la sensación de votante utilizable, de convidado figurante, es inevitable. A partir de esta sensación, cada uno decide a qué juega o si directamente no participa en ese juego.
En el X Congreso de la Comisión obrera nacional de Cataluña se han aprobado por mayoría cuestiones como la creación y desarrollo de la figura del sindicalista de referencia, en el marco de un modelo al que se llama “sindicalismo de proximidad” que redefine funciones y prioridades en la acción de los delegados y delegadas; se han aprobado medidas reorganizativas del sindicato que hay que examinar desde el punto de vista de la democracia interna y de la relación con la sociedad, también en relación a la concreción del carácter socio-político de CCOO; se ha suprimido la unión sindical comarcal del Barcelonés que ha pasado a ser un área de trabajo específica integrada en la dirección de la Comisión obrera nacional de Cataluña. Cuestiones todas ellas importantes, pero que han sido trasladadas de arriba abajo.
Lo más preocupante de estas situaciones, que no son nuevas en términos históricos, es que las discusiones de fondo sobre las ideas y sobre los planes de actuación no llegan a la gente. No sólo no llega a la gente, sino que tendencialmente no se habla con ella. Las necesidades de continuidad de la propia estructura y de una parte de quienes trabajan en ella se pueden acabar imponiendo sobre la discusión de cuestiones fundamentales. Esto no sólo supone un distanciamiento respeto a las condiciones de vida de la gente, sino una desagregación interna.
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