La política electoral, si bien no debe desestimarse, no puede ubicarse en el centro de ninguna acción política radical seria, orientada a cambiar las instituciones que sustentan el sistema político, desmantelar las ideologías hegemónicas y fomentar el tipo de conciencia de masas en que habría de basarse un cambio social y político desesperadamente necesario.
En cartelera
Una de cal y otra de arena
Antonio Giménez Merino
Constantin Costa-Gavras, El capital, Francia, 2012, 114’
Es un clásico tratar de huir del trajín de estas fechas encerrándose en una sala de cine, actividad cada vez más meritoria por la escasez de buenas películas en cartelera, por el precio de las salas y por la propia escasez de éstas. Para el tentado a sucumbir a esa tentación recomendamos El capital, de Costa-Gavras, y rogamos que no vaya a ver, al menos sin aspirinas, Una pistola en cada mano, de Cesc Gay.
Un primer motivo de interés para ir a ver el nuevo film de Costa-Gavras es que haya sido denostado tanto por la generalidad de esos críticos de salón que se piensan con autoridad para salvar la vida a un film, como por la crítica supuestamente más radical. De lo primero es un ejemplo la ignorante y derechista reseña de Jordi Costa en El País, mientras que un ejemplo de miopía “anticapitalista” podría ser la de Carlos Soriano en En Lucha. Entre ambos extremos, recomendamos la bella reseña publicada en la web hyperbole — Revista Cultural de Intersecciones Creativas.
Basado en la novela homónima de Stéphane Osmont, El capital es un relato sencillo pero muy bien facturado sobre el poder omnímodo del capital financiero y la lógica destructora que lo impregna. Adopta acertadamente la forma de un thriller, el género tal vez más apropiado para contar el siniestro funcionamiento interno de dicho poder. Esto último tiene que ver con la eficacia de la película, ya que Costa-Gavras se adentra en la sociología de los gangsters de las finanzas internacionales (el protagonista proviene de Goldman Sachs) y su fría visión acerca del “capital humano”. El mundo de los trabajadores, por otro lado, es visto desde el ángulo de la alienación que ha caracterizado la etapa neoliberal, pero también desde su necesaria reconstrucción ante la evidencia de la celeridad y profundidad con que se están destruyendo las conquistas sociales del pasado
Cesc Gay, Una pistola en cada mano, España, 2012, 95’
En las antípodas de esta sociología del poder se sitúa Una pistola en cada mano, supuesto retrato antropológico de la gente llegada a los 40 en nuestro país, pero que no es más que una aburrida descripción heterocentrista de las congojas heterocéntricas de unos pijos de Barcelona sin el menor interés. Tal vez por eso, en este caso sí, haya sido recomendada en El País por su crítico de cabecera. El notable elenco de actores españoles, que seguramente optarán al Goya por este film, no debe llevar a engaño.
29 /
12 /
2012