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Mercè Pinya

Eurobarcevegas, Barcelona World o la falacia del mal menor

Estos días, Luigi Cabrini, director general de Sostenibilidad de la máxima Organización Turística Internacional (WTO), ha dicho en Mallorca, en uno de tantos congresos que a los que asiste que los proyectos no tienen que comprometer los recursos presentes ni futuros de las comunidades anfitrionas. Según este argumento, Barcelona World no tendría que echar a andar. Pero no esperen que él lo impida, está ocupado dando conferencias sobre la importancia del turismo.

El mal menor como estrategia

La corrupción fue la causa de la crisis. No es necesario repetir que todos los discursos que se han ido construyendo desde el poder, como el famoso “hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”, son solo intentos de articular un argumentario-cortina de humo. Una estrategia que ha tenido resultado. Como lo ha tenido también que la sociedad civil catalana vea el proyecto de Barcelona World como el mal menor y, en consecuencia, con buenos ojos.

Las formas, a menudo, nos quieren hacer olvidar el fondo y, tristemente, hay cosas que ya no nos sorprenden. Que los consejeros más importantes de un gobierno —entre ellos el de Sostenibilidad y Territorio. Sí, no es una broma— comparezcan en la sede del Ejecutivo acompañados de dos directivos de promotoras inmobiliarias para presentar un nuevo pelotazo después de todo lo que ha sucedido, como mínimo, nos tendría que empujar a la indignación. Seguramente habrá quien lo intente justificar diciendo que se trata de un proyecto estratégico para un país como Catalunya, con un índice de paro de cerca al 22% (datos del segundo trimestre de 2012) y que lo que hay que hacer es crear empleo. Vaya, la eterna discusión. ¿Es estratégico un modelo económico que nos ha conducido al colapso? Estratégicamente suicida, seguramente.

Decía el conseller de Empresa y Ocupación de la Generalitat de Catalunya, Francesc Xavier Mena, que este proyecto situará no solo a Tarragona, sino a toda Catalunya como destino turístico líder en Europa y en el mundo. ¿Es este el modelo turístico que queremos? En un momento en el que más de la mitad de los asalariados de España cobran menos de 1.000 euros al mes, cuesta rebatir un proyecto que dice que creará 20.000 puestos de trabajo directos, pero se tiene que tener sangre fría y no dejarse confundir. Supongo que a estas alturas no hace falta tampoco repetir aquello del “pan para hoy y hambre para mañana”. ¿Es este el país que queremos? ¿Un país que paga 400 euros a los profesores universitarios y que prefiere generar ocupación apostando por un turismo de masas que desfigura el territorio, no atrae o forma capital humano valioso, y tiene un coste ambiental altísimo.

Es de sobra conocido que el neoliberalismo pretende que el Estado o la Administración pública desaparezca en pro de sus intereses. Según la ideología hegemónica, los poderes públicos tienen que tender a la mínima interferencia en los asuntos empresariales. Sorprende, por eso, una vez más, que los máximos defensores de la desaparición de las políticas públicas corran a acogerse a los gobiernos de turno para mirar de conseguir privilegios, quien sabe si en forma de agilizaciones de trámites administrativos, en forma de exenciones fiscales o en forma de cambios legislativos o de normativas vigentes. En el caso de Port Aventura, no sería la primera vez. De hecho, el Govern de la Generalitat ya hizo una ley a medida para poder construir el parque temático el año 1989, la Ley de Centros Recreativos Turísticos.

Entonces, ¿cuál es el papel de las administraciones públicas, de los gobiernos? ¿Limitarse a seleccionar cuales inversiones privadas privilegia por encima de las demás? ¿Es esto lo que algunos llaman “política industrial”?

Desmontando falacias

Como decíamos, estas semanas se ha instalado un clima de opinión pseudofavorable al proyecto camuflado de “no podemos criticar el proyecto hasta que no tengamos más detalles.” No nos hacen falta más detalles para entender que 6 parques temáticos juntos —al lado de Port Aventura—, con seis hoteles temáticos de 2.000 habitaciones cada uno, con centros comerciales y casinos en cada área, que en total supondrán la construcción de un millón y medio de metros cuadrados y una previsión de visitas, según los promotores, de 10 millones al año, será más de lo mismo, pero a lo grande. ¿Hacen falta más detalles?

Los defensores de Barcelona World tienen un conjunto de argumentos, casi todos poco sólidos. El primero y más importante, no confesado del todo, es el de tener un premio de consolación ante la terrible “pérdida” de Eurovegas. Una especie de provincianismo que tanto daño ha hecho a la costa y al territorio del Mediterráneo, y que se basa en “no quedarse atrás”, y mucho menos de Madrid, sea lo que sea lo que se rifa. La cuestión es “no ser menos”.

Y hablando de Eurovegas, segunda falacia: a diferencia del proyecto de Sheldon Adelson, no habrá impacto ambiental porque los terrenos donde se quiere construir los seis parques temáticos ya son urbanizables desde el año 2000 y no afectan a una zona protegida, a diferencia de los que podría haber pasado con el proyecto de Adelson en el Baix Llobregat. Pero el impacto ambiental no significa que afecte únicamente a una zona protegida. El agua, la energía, la generación de residuos que provocará construir una nueva ciudad en Tarragona tendrá un coste absolutamente inasumible, en términos ambientales. Todo esto, sin tener en cuenta que los nuevos 6 parques temáticos se levantarán en unos terrenos catalogados como zona de riesgo químico. Recordemos que muy cerca de allí se ubica la industria petroquímica de Tarragona, con empresas como Dow Chemical, Ercros, Bayer Materialscience o Basf.

Pero el impacto de proyectos como Barcelona World no solo es ambiental, ni paisajístico: es también cultural. La tematización de la costa mediterránea va exactamente en contra de los intereses turísticos. Los ciudadanos viajan para conocer realidades diferentes, para gozar de culturas con sus especificidades vivas y en la calle; no en una vitrina. Construir seis moles de cemento con decorados de cartón piedra imitando otras culturas es, cuanto menos, surrealista. Pasear por la costa de Tarragona no será sentir ni gozar del Mediterráneo, sino recorrer miles y miles de metros llenos de farsa, con gente disfrazada de china, o rusa, con lucecitas artificiales, césped y neones.

Otro argumento es el de la rentabilidad. Se basa en una premisa cierta, pero que da lugar a una conclusión equivocada. Es cierto que Port Aventura es el único parque temático español que no es deficitario. Aun así, afirmar que seis Ports Aventura es garantía de éxito es, perdónenme, una de las falacias más cutres que he escuchado últimamente. Por otra parte, la política reiterada de reducción de puestos de trabajo y de una precarización laboral progresiva son los motivos principales de la viabilidad económica del parque, no nos engañemos.

Nueva falacia: Barcelona World es mejor que Eurovegas porque el promotor de este proyecto solicitaba hacer del recinto una suerte de zona franca para abaratar los costes laborales según su conveniencia y para que la Ley del Tabaco no tuviera efecto. ¿Alguien garantiza que las condiciones laborales en el nuevo proyecto serán decentes y dignas? Si nos fijamos en el panorama cercano, tenemos un ejemplo muy claro en las Islas Baleares donde este año se ha vivido una de las mejores temporadas turísticas desde el inicio de la crisis. Ocupación hotelera de más del 90% este verano, pero —¡esto sí!— casualidades de la vida, los baleares trabajan más horas que el resto de asalariados españoles, pero cobran por debajo de la media. El motivo, el predominio de trabajos de baja calificación, propios del sector servicios. Esto sin contar con la menor contratación por hacer el mismo trabajo, con la excusa de la crisis. Menos es más, como decía Mihes van der Rohe. Menos contratación, menos derechos laborales, menos garantías salariales, equivalen de acuerdo con este sistema a más riqueza… de los mismo de siempre.

El modelo de absorción de clientes

Bienvenidos a la Catalunya del futuro: la Catalunya resort que privilegia los proyectos basados en el ladrillo y en el turismo de masas, que privilegia los promotores inmobiliarios que han conducido el país al desastre, que privilegia los intereses norteamericanos por encima de las pequeñas y medianas empresas de Salou y alrededores… que lo tienen crudo. El modelo parque temático se basa en la absorción de clientela de otros negocios, en este caso, los pequeños, vinculados al territorio, los familiares, los que no han apostado por la economía especulativa, los verdaderos emprendedores.

Muchos de los pequeños empresarios que ahora dudan de si les conviene o no Barcelona World, y por supuesto aquellos que directamente se alegran pensando en que más turistas equivalen a más ingresos, pueden ir ahora a ver a sus homónimos de Cancún. Allá, el primer destino turístico mexicano, bajo la excusa del “no hay ni bares ni fronteras” los hoteleros montaron verdaderas ciudades de servicios dentro de los resorts. Tiendas, alquiler de coches, gimnasios, restauración, de todo. El todo-incluido no significa que te den comida y bebida a cualquier hora. Esto no es todo. Significa que meten la ciudad dentro del hotel, y quitan a los turistas motivos para salir fuera. Por si fuera poco, los que están alojados en hoteles más convencionales, donde solo se puede dormir, se siente atraídos por estas “maravillas” temáticas y asisten en masa con la familia para pasar el día, comprar, beber, mientras los pequeños comerciantes lo miran desde la barrera, impotentes, con la tienda vacía.

En una Catalunya que históricamente ha sacado pecho de ser la abanderada de la emprendeduría, que la Generalitat apueste por hacer seis parques temáticos en uno de los polos turísticos del país es un insulto a aquellos que han hecho las cosas bien. Es un insulto a los pequeños empresarios que tienen restaurantes, bares, tiendas… que ya no pueden bajar la persiana si Barcelona World la sube. Seis hoteles resort vendrían a ser como el caballo de Atila, para que se hagan una idea.

Los terrenos de Eurovegas son de Realia (Bankia). La Generalitat ayuda a La Caixa a deshacerse de suelo y Esperanza Aguirre, a Bankia

Realia es una gran inmobiliaria que en medio de la locura del ladrillo se dedicó a comprar importantes paquetes de suelo, para tomar posiciones de privilegio. En Ibiza, hasta se atrevieron a comprar terrenos al “amo de la isla”, Abel Matutes, con la condición de poder tener un aprovechamiento por encima de lo que marca la normativa.

Fruto de estas apuestas arriesgadas y al límite, Caja Madrid, uno de sus propietarios, acumuló un importante agujero del que solo saldrán con el dinero de todos. Bankia (antes Caja Madrid) gestionó de manera nefasta el boom del ladrillo, y cuando el crack ha llegado, los “liberales” que la gestionaban han tocado a las puertas del Estado, para socializar la pérdida. Esperanza Aguirre seguro que ha estado muy contenta de poder colocar terrenos de Bankia a Eurovegas.

Curiosamente, otro paralelismo: los terrenos de Barcelona World son de La Caixa, la entidad de referencia en Catalunya que también abrazó con euforia las periferias de las ciudades y núcleos urbanos esperando que su crecimiento triplicara el precio del suelo. Tampoco no fue bien esta filosofía de “crecimiento inagotable” en el caso de los alrededores de Port Aventura. Por esto, la operación con Barcelona World le vendrá como anillo al dedo a La Caixa, sobrada de terrenos que tenían que ser un pelotazo y que ahora están muertos de risa por la crisis.

Bañuelos, un crack detrás de otro

El impulsor de esta inversión y que tiene que arreglar la economía catalana es Enrique Bañuelos. Se hizo millonario de la noche a la mañana con su inmobiliaria, Astroc, que compró grandes cantidades de terreno. El crecimiento exponencial del precio del suelo le hizo rico, una de las mayores fortunas españolas. Pero como solo basó su negocio en la especulación, cuando el precio bajó, la caída fue mortal. Hasta la Audiencia Nacional lo investigó por posible alteración del precio de las cosas.

Se marchó a Brasil, donde ha intentado rehacer el imperio, aunque en estos momentos la cotización de sus empresas pierde valor de manera preocupante.

De todas manera, el incombustible Bañuelos dice que aportará un 20% del capital, y quedará ver quienes son los otros inversores y como se implican. Por mucho que estos nuevos resorts prometan arreglar todos los problemas de la economía catalana, seguro que el especulador necesitará todo su arte para convencer importantes inversores en una aventura que sobredimensiona la oferta de alojamiento y la restauración, y que, de hacerse, supondrá un golpe irreversible para los pequeños y medianos negocios turísticos de la zona.

Las elecciones

La más que comprensible efervescencia de la convocatoria de elecciones en Catalunya quizás nos hará olvidar todo aquello que no tenga que ver estrictamente con la relación de Catalunya con España. Por tanto, el disparate de Barcelona World, es decir, el modelo territorial, no parece tener muchos números para aparecer en el debate electoral. Una lástima. Saber qué país queremos tiene más que ver con el territorio de lo que muchos piensan.

[Mercè Pinya es colaboradora de Alba Sud]

28 /

9 /

2012

¿Cómo viven los vivos con los muertos? Hasta que el capitalismo deshumanizó a la sociedad, todos los vivos esperaban la experiencia de la muerte. Era su futuro final. Los vivos eran en sí mismo incompletos. De esa forma vivos y muertos eran interdependientes. Siempre. Sólo una forma de egotismo extraordinariamente moderna rompió esa interdependencia. Con consecuencias desastrosas para los vivos, ahora pensamos en los muertos en términos de los eliminados.

John Berger
Doce tesis sobre la economia de los muertos (1994)

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