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Una forma de resistencia (Razones para no tirar las cosas)

Alfaguara,

Madrid,

216 págs.

Una individualidad libre y vinculada con el mundo

Antonio Giménez Merino

Es muy común la sensación de que el tiempo y las certezas se escurren a idéntica velocidad, en un mundo cada vez más caótico y desarraigado. Para contrarrestarla se impone el cultivo de la interioridad, pero sin perder de vista el aspecto social de la experiencia. La del autor es evocada en su nuevo libro a través de algunos de sus objetos personales, mostrándonos que las cosas tienen un lenguaje, “un punto de vista propio a la hora de mirar la realidad” (como explicó tan bien Pasolini en una joyita pedagógica del siglo pasado: “Genariello”, Cartas luteranas, Trotta, 1997). Nuestras pertenencias evocan una existencia compartida, son trozos de nosotros, y por ello la batalla por reapropiarnos de su significado, a contracorriente de su acumulación inútil, es a la vez personal y política.

Una vez leídos, los buenos libros como éste pasan a ser parte de esos objetos íntimos, un refugio en tiempos tan poco propicios para cultivar la ilusión, el amor y las lealtades, vedados al hacer en común. Una forma de resistencia invita a una lectura calma, creativa, cómplice con la democrática oferta que nos hace su autor de escuchar con él lo que dicen sobre nosotros las cosas que nos envuelven, observadoras silenciosas de nuestra vidas. Estamos ante una verdadera lección de cosas que no puedes perderte, lector.

29 /

6 /

2012

¿Cómo viven los vivos con los muertos? Hasta que el capitalismo deshumanizó a la sociedad, todos los vivos esperaban la experiencia de la muerte. Era su futuro final. Los vivos eran en sí mismo incompletos. De esa forma vivos y muertos eran interdependientes. Siempre. Sólo una forma de egotismo extraordinariamente moderna rompió esa interdependencia. Con consecuencias desastrosas para los vivos, ahora pensamos en los muertos en términos de los eliminados.

John Berger
Doce tesis sobre la economia de los muertos (1994)

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