La política electoral, si bien no debe desestimarse, no puede ubicarse en el centro de ninguna acción política radical seria, orientada a cambiar las instituciones que sustentan el sistema político, desmantelar las ideologías hegemónicas y fomentar el tipo de conciencia de masas en que habría de basarse un cambio social y político desesperadamente necesario.
José Manuel Barreal San Martín
Mayo, el mes del 15M
En mayo hizo un año que el llamado movimiento de los “indignados”, más conocido como 15M, surgió por acción de las redes sociales y de convocatorias espontáneas en diferentes plazas públicas de innumerables ciudades y pueblos de España. El despliegue de personas que lo caracterizó hizo que su eco alcanzara a los medios de comunicación, aunque unos con más ganas que otros. Lo más sorprendente de la situación fue cómo algunas organizaciones de izquierdas los despreciaron en su inicio y luego intentaron monopolizar el movimiento. Ahora, se expresan afinidades con el 15M y existen acercamientos en diversos puntos. Desde los sindicatos llamados “mayoritarios” se mantiene una prudente distancia, cuando no rechazo.
Uno, en su humilde conocimiento del devenir social, sabe que todo poder político aspira a perpetuarse, de tal manera que los posibles cambios que lo puedan mover son extraños al mismo, siendo inmediatamente frenados con innumerables triquiñuelas. Y si en algo ceden, es para que al final se haga buena la máxima lampedusiana. La historia de las sociedades nos cuenta que ante cualquier tentativa por transformar la sociedad, aunque sea mínimamente, los detentadores del poder han reaccionado con violencia. Una violencia que a través del tiempo se ha ido perfeccionando para que parezca que no es tal.
El poder, actualmente, no puede justificarse por regla general con la fuerza bruta, que sin embargo emplea frecuentemente con generosidad. Son otros procedimientos más sofisticados los que para conseguir el objetivo de perpetuación pone en práctica. Esto es lo que ha ocurrido con el 15M. El poder político y algunos medios de comunicación han puesto en funcionamiento un instrumento más suave, más llevadero que la mera y grosera violencia: ignorar al 15M y todo lo que se mueve a su alrededor.
Las reuniones que se mantuvieron en asambleas multitudinarias fructificaron en una serie de propuestas y reclamaciones que se publicitaron en las plazas públicas, siendo Internet y las redes sociales el hábitat natural del 15M. Aquellas propuestas, que no están ni mucho menos periclitadas, fueron y son de gran variedad: eliminar el Senado, suprimir las pensiones vitalicias que los políticos obtienen tras ocho años ocupando el cargo, un sistema electoral más abierto, eliminar las injerencias del gobierno en la justicia, mayor transparencia en la gestión pública; pasando por el mantenimiento y la mejora del Estado del bienestar, medios de comunicación verdaderamente abiertos que reflejen todos los puntos de vista, conocer el montante de dinero que los poderes públicos han entregado a los bancos; sin olvidar la denuncia del insultante aumento del paro y la lucha contra los desahucios.
Ante esa panoplia de propuestas y otras, ¿alguien las ha escuchado en el Parlamento? Propuestas que no encontrarán respuesta. Y no la habrá porque abordar estas y otras cuestiones significaría afrontar cambios reales y profundos en esta insolente y obscena sociedad capitalista.
El problema, a mi juicio, es grave, no porque algo haya cambiado — todo sigue igual que antes— sino porque desde la política institucional no se darán respuestas, ni se tienen noticias de que la darán. Ellos, que se dicen y les decimos “nuestros representantes”, no han dedicado ni un segundo a estas peticiones. Eso sí, buenas palabras al 15M les sobraron para pasar posteriormente a la más absoluta ignorancia del tema. Y si lo hacen pondrán el énfasis en que no está España en estos momentos de “terrible crisis” para ocuparse de ello. Habrá otros momentos.
El 15M se queda arrinconado en su área. Se enfrenta a un mundo hostil que los ignora. Juegan en minoría. El equipo contrario, sus oponentes, tiene una apabullante troupe de medios y personas, además de dinero, que se encargará si no de vencer, ya que no les interesará, sí de narcotizar a la población respecto a las justas propuestas del movimiento de mayo.
Propuestas que se pueden resumir en tres ejes clave: democracia real, transparencia y justicia. Democracia real, porque la actual es una democracia en crisis, obsoleta, mediada por las finanzas, carnavalesca, siendo el voto cada cuatro años el único rasgo democrático que tiene. El resto es pura anestesia social.
Todo ello es posible porque existe la colaboración de una parte de la población, que desde el sofá contempla la vida pasar y solo “su casa, su misa y su María Luisa” es lo que le interesa; en fin, esa persona que vota cada cuatro años al candidato o candidata de los otros para echar al que gobierna. Están, por supuesto, en su derecho.
Para finalizar, dicen desde el movimiento 15M, y yo lo comparto, algo que está en la conciencia de todos o al menos de mucha gente: esta democracia no es real y la representación política no es seguir al pie de la letra los dictados de los centros de poder económicos ni recortar partidas sociales imprescindibles en presupuestos pactados al margen de la ciudadanía.
No sé si habrá pasado el tiempo para el 15M. Eso se verá en un futuro. De momento, y poco a poco, personas afines y militando en él han logrado evitar numerosos desahucios de familias que no podían pagar la hipoteca de sus pisos. Y eso, amigos, no es poco.
14 /
5 /
2012