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José Manuel Barreal San Martín

Mayo del 37 y la izquierda: ayer y hoy

Este año se cumple el 75 aniversario de los acontecimientos que tuvieron lugar en Barcelona entre los días 3 y 6 de mayo de 1937. Unos sucesos que, más allá de la razón de unos y la sinrazón de los otros, y a la luz que hoy arroja la historia, resultaron estériles y yermos para la causa que se dilucidaba por aquellas fechas.

Se sabe que los acontecimientos que ensangrentaron las calles de Barcelona se debieron a enfrentamientos entre organizaciones de la izquierda catalana y española: el POUM marxista y la anarcosindicalista CNT contra el PSUC y el PCE, marxistas-leninistas, dominados estos últimos por la tendencia inspiradora de Iósif Stalin. Tendencia que propició una persecución implacable contra los poumistas y anarquistas cuyo lamentable y estéril colofón fue el asesinato de Andreu Nin, máximo líder del POUM, y de Camilo Berneri, uno de los autores de la tradición anarquista más lúcidos e interesantes. Sin olvidar a Domingo Ascaso y a Francisco Martínez (de la FIJL).

Que los órganos del PCE jugaron un papel importante en la persecución del POUM y de anarquistas es sencillamente histórico. Así, Mundo Obrero no dudó en emplear los epítetos más duros: “El POUM, incitador a la rebelión, enemigo del pueblo (…). El POUM, aliado a lo más turbio de una organización sindical (…) ha incitado a la rebelión y ha consumado la rebelión (…). Es hora de exterminar al POUM”. O aquella frase para la historia del “derecho” de Dolores Ibárruri en un mitin, en Valencia en 1938, refiriéndose al proceso contra el POUM: “Es preferible condenar a cien inocentes que absolver a un solo culpable”. El PSUC —no así el PCE— admitió la equivocación de su partido en los acontecimientos de aquel mayo de 1937. Unos hechos que están suficientemente “juzgados” por la historia, aunque algunos se empeñen en negarlos o minimizarlos.

A la luz de los sucesos que se comentan, intentaré una aproximación a las querellas de la izquierda de ayer en relación con las que se sostienen actualmente en la izquierda. Efectivamente, ambas son distintas en el tiempo y en las circunstancias históricas, sociales y económicas. Pero una izquierda que cual “Piedra de Sísifo” deambula por la vida social y política en una interminable sucesión de momentos y caminos que hacen que nunca encuentre su sitio. Y que, lamentablemente, se mantiene distanciada. Me refiero a la izquierda llamada “alternativa”, “transformadora”, no a la representada por el social-liberalismo.

En el tiempo que se conmemora, mayo del 37, había una guerra civil, las organizaciones sindicales y políticas no eran, ni por asomo, las de hoy. Eso está claro. Pero veamos. Vivimos un tiempo en el que el interés general y el bien común están en entredicho; un tiempo de desigualdad y polarización social insoportables, que lleva a la indignación generalizada. Nos encontramos, pues, en una fase histórica que el inversionista y filántropo estadounidense Warren Buffet no duda en definir como “una guerra de clases, pero es mi clase, la clase rica, la que está realizando la guerra, y la estamos ganando”. Es decir, estamos en guerra. En palabras de Julio Anguita, los recortes en salud y educación del gobierno “y la amenaza con más” es “un delito de alta traición”. ¿No fue el período 1936-1939 un guerra de los de arriba contra el pueblo y el proletariado y una traición al gobierno legítimo de la República?

Más alto y claro, imposible. La clase capitalista —es decir, la dominante— ha tomado una decisión estratégica: declarar la guerra a las clases subalternas. Y el gobierno de España es cómplice de ello. ¿Cómo está respondiendo la izquierda, o las izquierdas, a la estrategia de guerra de la oligarquía financiera? En mi opinión, con una sorprendente e inquietante falta de perspectiva histórica y de horizonte estratégico. Debates, mesas ciudadanas, reuniones maratonianas… Es la otra “guerra”, incruenta por supuesto, que se desarrolla en el seno de la izquierda. Mientras, la gente honesta, de la calle, esa a la que tanto se llama en época electoral, contempla con asombro, y pienso que sin entender mucho, que su voto vale menos que la papeleta que deposita en la urna.

¿No ha llegado la hora, pregunto, de que desde la izquierda alternativa, transformadora y radical se ponga fin, al menos en forma de tregua, a la “guerra” que se libra entre parientes de la misma familia simplemente colocando sobre la mesa, en palabras del sociólogo Samir Amín, “la construcción de amplios bloques sociales alternativos anticapitalistas (…) para la audacia, para plantear un cambio radical”? Una izquierda que entiendo debería caminar no sólo, en efecto, defendiendo las conquistas alcanzadas socialmente y en el mundo del trabajo, sino también intentando mostrar un horizonte cercano para conquistar una democracia económica, más social y más participativa. Para ello habría que extraer conclusiones positivas de lo estériles que resultan, al igual que en mayo del 37, las desavenencias que actualmente constriñen a la izquierda. Ayer triunfó una dictadura. Hoy, se está bajo la férula de la dictadura de las finanzas. La democracia no es tal. La izquierda debería pensar en ello. ¿Lo está haciendo?

Sostengo, para finalizar, que aquellos momentos de lucha entre fuerzas de la izquierda catalana y española hay que pensarlos, actualmente, sin añoranzas ni nostalgias. Extrayendo, si es posible, enseñanzas para un mejor caminar en el recorrido de la izquierda en la actualidad. Esperemos.

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2012

La política electoral, si bien no debe desestimarse, no puede ubicarse en el centro de ninguna acción política radical seria, orientada a cambiar las instituciones que sustentan el sistema político, desmantelar las ideologías hegemónicas y fomentar el tipo de conciencia de masas en que habría de basarse un cambio social y político desesperadamente necesario.

Noam Chomsky
The Precipice (2021)

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