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El lector de Julio Verne

Tusquets,

Barcelona,

424 págs.

El Lobo Feroz

Walter Benjamin escribía que las novelas existen para ser devoradas. Y eso es lo que le ocurre al lector de este hermoso libro de Almudena Grandes: no puede evitar devorarlo. Se trata de la segunda entrega de esos «Episodios de una guerra interminable» que la autora inauguró con la excelente Inés y la alegría.

Los episodios de la resistencia guerrillera pueden ser narrados de muchas maneras. El frío relato de los hechos, la contabilidad de las atrocidades franquistas, sin embargo, exigen del lector una imaginación de la que éste a veces carece o que no está en condiciones de ejercitar. Por eso resultan mucho más reales y vivas las reconstrucciones artísticas, donde la novelista, como en este caso —o el narrador, como en la excelente Mañana no será lo que dios quiera, de L. García Montero—, toma a  su cargo la reconstrucción de la historia con toda la pretensión de ser fiel en propundidad a la historia, como es propio de un artista. Y esta novela contiene una notable novedad respecto de la que la precede en la serie: un importante aliento poético. Almudena Grandes confía el relato a un niño —dicho de otro modo: quien relata es la voz de quien fue un niño—, y esta voz constituye, junto con una notable recuperación de habla popular, de motes originalísimos, el gran flujo que arrastra en su corriente al lector, como debe ser.

En opinión del Lobo que suscribe, para no perdérsela.

12 /

3 /

2012

¿Cómo viven los vivos con los muertos? Hasta que el capitalismo deshumanizó a la sociedad, todos los vivos esperaban la experiencia de la muerte. Era su futuro final. Los vivos eran en sí mismo incompletos. De esa forma vivos y muertos eran interdependientes. Siempre. Sólo una forma de egotismo extraordinariamente moderna rompió esa interdependencia. Con consecuencias desastrosas para los vivos, ahora pensamos en los muertos en términos de los eliminados.

John Berger
Doce tesis sobre la economia de los muertos (1994)

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