La política electoral, si bien no debe desestimarse, no puede ubicarse en el centro de ninguna acción política radical seria, orientada a cambiar las instituciones que sustentan el sistema político, desmantelar las ideologías hegemónicas y fomentar el tipo de conciencia de masas en que habría de basarse un cambio social y político desesperadamente necesario.
Juan-Ramón Capella
Abandonar al pueblo saharaui
El cambio de posición del actual gobierno español en relación con el conflicto del Sáhara deja a los antiguos ciudadanos españoles a los pies de los caballos del rey de Marruecos. Se abandona la posición establecida por la ONU para la resolución del conflicto entre el antiguo Sáhara español y Marruecos: la autodeterminación del pueblo saharaui, a la que se niega el ocupante marroquí. España sigue siendo, para las Naciones Unidas, la potencia administradora del territorio.
No se trata solo de una posición de principio de los saharauis: cualquiera puede comprender que un pueblo que jamás perteneció a Marruecos no quiera vivir bajo la férula de un sátrapa, verse sometido a un régimen político que les ha hecho la guerra, que no consigue ser ni siquiera mínimamente una democracia política.
Nos hemos quedado sin una explicación plausible del cambio de postura del gobierno español. Se ha hablado de un problema menor, de la coercitiva renuencia marroquí a impedir la emigración ilegal a España. Pero esa cuestión, que afecta muy poco a la sociedad española, no explica ni puede explicar un cambio político cargado de consecuencias.
Ese cambio, por empezar por ahí, está en contra del deseo de la gran mayoría de los ciudadanos españoles.
La estulticia política de no haber informado siquiera a Argelia, ni mucho menos haberla consultado, acerca del cambio de posición, cuando es Argelia la principal sostenedora de los saharauis, va a tener consecuencias pese a lo que anda diciendo el gobierno español. Argelia acaba de proponer la construcción de un gasoducto que la conecte con Italia. Si se realiza quizá España pueda conseguir aún su gas a un precio favorable, pero no podrá percibir peaje alguno por el paso del gas argelino hacia los países del centro de Europa.
Y de momento los marroquíes siguen cerrando el paso por su territorio de ese gas: la entrega del gobierno al rey de Marruecos ha sido prácticamente incondicional.
Por lo visto el sátrapa marroquí, cuyos negocios privados están ligados a los fosfatos de Bucraa, quiere ahora instalar en el Sáhara paneles fotovoltaicos para alimentar la producción industrial de hidrógeno: un nuevo negocio.
Hace unos meses también los Usa cambiaron de posición, en este asunto, en contra de la resolución de las Naciones Unidas. Seguramente eso está detrás del cambio de posición de Sánchez: ha hecho lo que le manda su señorito. Pero seguimos sin enterarnos de qué hay por debajo de todo eso. ¿Bases americanas en Marruecos? ¿Hipotéticas amenazas contra las Canarias? Alguien tendría que explicárnoslo.
De paso, la Otan excluye de su protección a Ceuta y Melilla. No nos protege de nada. A los saharauis solo les protege Argelia. La política exterior de España parece carecer de principios, de plan y de estabilidad. Los sucesivos gobiernos solo saben meternos en fregados cada vez mayores. El penúltimo, Afganistán.
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4 /
2022