¿Cómo viven los vivos con los muertos? Hasta que el capitalismo deshumanizó a la sociedad, todos los vivos esperaban la experiencia de la muerte. Era su futuro final. Los vivos eran en sí mismo incompletos. De esa forma vivos y muertos eran interdependientes. Siempre. Sólo una forma de egotismo extraordinariamente moderna rompió esa interdependencia. Con consecuencias desastrosas para los vivos, ahora pensamos en los muertos en términos de los eliminados.
José Luis Gordillo
Elecciones en Iraq
El principal objetivo que persiguen los americanos en Iraq es un gobierno vasallo, fiel y obediente. Este gobierno debe, entre otras cosas, permitir la instalación de bases militares norteamericanas que hagan de Iraq algo así como un «campamento base» desde el que poder llevar a cabo otras operaciones político-militares en la zona de Oriente Medio. Debe ser también un gobierno no hostil al Estado de Israel y, a poder ser, un aliado suyo. En ningún caso podrá derogar los muchos decretos de contenido económico que ha dictado el virrey Paul Bremer y que han convertido a Iraq en un verdadero paraíso terrenal para las grandes corporaciones multinacionales. Cualquier gobierno que se atreva a derogar esos decretos será depuesto, en última instancia por la fuerza de las armas. El gobierno vasallo que necesitan los americanos deberá, asimismo, seguir al pie de la letra los dictados de Washington en todo lo que se refiera a los precios del petróleo y a la OPEP (lo cual puede incluir provocar su disolución si eso es lo que interesa). Sólo si los norteamericanos consiguen todos estos objetivos podrán considerar exitosa la invasión y ocupación de Iraq. Si no los consiguen, habrán protagonizado la aventura político-militar más desastrosa desde la guerra de Vietnam.
Como se puede ver, la victoria de los americanos depende de que no haya en Iraq un gobierno soberano que libremente pueda decidir su política económica, su política exterior y su capacidad de influencia en las políticas de la OPEP. Claro está que también debe ser un gobierno reconocido como legítimo por la propia población o, al menos, por una parte significativa de ella. Asimismo, debe ser reconocido como legítimo por la «comunidad internacional». La celebración de unas elecciones en unas condiciones que ningún dirigente político occidental aceptaría calificar de «libres» si se dieran en su propio país (en especial si tuviesen como resultado su derrota electoral), únicamente persiguen dichos objetivos. ¿Qué tienen que ver, por tanto, dichas elecciones con una concepción mínimamente decente de «democracia»?
Pero lo más grave es que se supone que quienes nos seguimos oponiendo a la ocupación de Iraq debemos dedicarnos ahora a discutir y rebatir ese nuevo motto propagandístico. Y a lo mejor no tendremos más remedio que hacerlo dada la gran cantidad de «analistas» y de «expertos» dispuestos a tomarse en serio semejante rueda de molino. Si es así, los planificadores de las campañas de marketing del Pentágono habrán conseguido una victoria importante, ya que nuevamente habrán impedido que no se discuta sobre las motivaciones reales que han propiciado la invasión de Iraq y, en especial, que no se reflexione sobre las implicaciones del final de la era del petróleo y del inicio de la era de la lucha por la apropiación de los recursos escasos y no renovables.
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2005