¿Cómo viven los vivos con los muertos? Hasta que el capitalismo deshumanizó a la sociedad, todos los vivos esperaban la experiencia de la muerte. Era su futuro final. Los vivos eran en sí mismo incompletos. De esa forma vivos y muertos eran interdependientes. Siempre. Sólo una forma de egotismo extraordinariamente moderna rompió esa interdependencia. Con consecuencias desastrosas para los vivos, ahora pensamos en los muertos en términos de los eliminados.
Antonio García Santesmases
Entre dos nacionalismos
Han sido unas semanas apasionantes que nos costará mucho olvidar. No exageraban los editorialistas que hablaban de las elecciones más importantes celebradas en España desde 1977. Lo eran porque en pocas ocasiones se ha discutido con tanta intensidad, con tanta fuerza, con tanta pasión, acerca de la identidad nacional de un país. Cuando se encienden las pasiones nacionales no cabe hablar únicamente de cómo repartimos los bienes de una comunidad sino que nos adentramos en un tema existencial sobre el que hay que definirse perentoriamente y sobre el que los contendientes antagónicos no admiten matices, no aceptan equidistancias, exigen adhesiones inquebrantables. Esto es lo que ha ocurrido en las elecciones catalanas y lo que nos espera en el futuro. Los grandes beneficiarios son los separatistas y los separadores; los perjudicados las distintas izquierdas y el catalanismo moderado. El PSC ha sobrevivido como ha podido tras una traumática escisión; Podemos ha sido golpeado brutalmente por los adalides del independentismo y no ha alcanzado las expectativas que tenía; Unió Democràtica ni siquiera ha tenido representación. Los independentistas han ganado y los nacionalistas españoles esperan tomar la revancha en las próximas elecciones generales.
Los que apoyaron el Estatut del 2006 han sido derrotados; los que se opusieron salen triunfantes. ERC y el PP votaron en contra del Estatut en el referéndum de aquel año. Hoy ERC ha logrado hegemonizar el espacio del nacionalismo catalán y Ciudadanos, que apareció en la vida política posicionándose en contra de la izquierda catalana, es la primera fuerza de la oposición. Intentemos recordar cómo se ha llegado a esta situación y qué nos espera a partir de ahora. Dos relatos en pugna han sido los hegemónicos.
No es la hora de la equidistancia
Algunos ingenuos creen que el resultado perjudica al Partido Popular. Se equivocan. Puede perjudicar a sus dirigentes, quizás a su líder, pero no a las ideas que defienden y a los valores que sustentan, el ideario liberal-conservador. Han encontrado un aliado imprescindible que les permite afianzar su posición. Ciudadanos no es menos beligerante con los nacionalismos que el Partido Popular; es un partido joven que permite tomar el relevo al viejo conservadurismo y puede ser el complemento ideal tras las próximas elecciones generales. La anomalía que vivíamos en España; el hecho de que no cuajara un partido liberal entre conservadores y socialistas, ha terminado. Ya no habrá que recurrir a los nacionalistas para conformar las mayorías parlamentarias. CiU como bisagra de la política española ha concluido su función. Ya no es necesaria.
El relato que ha sustentado esa victoria es simple pero contundente: todos nuestros males comenzaron con Zapatero. Nunca se debió aprobar el Estatut de Cataluña ni resucitar la memoria histórica; la izquierda española está acomplejada ante los nacionalismos periféricos y no es capaz de defender a la nación española sin complejos. Dos imágenes ayudan a visualizar esta posición. El acto en el Ateneo de Madrid de la plataforma Libres e iguales y la euforia desatada en la noche electoral en la sede de Ciudadanos. En el primer acto, conocidos escritores, importantes intelectuales y políticos socialistas hoy retirados pero que tuvieron una gran relevancia en el pasado, atacaron una vez más la dejación de la izquierda y la “blandura” del gobierno del Partido Popular. Afirmaron sin ambages que había que sacudirse los complejos y dejar atrás las reticencias ya que “con los energúmenos no se puede dialogar” y “no se puede ser equidistante entre unos y otros”; se arrogaron el monopolio en la interpretación de la constitución el sentido de Estado.
En el segundo acto, vivido en la sede de Ciudadanos, tras la victoria, la alegría lógica permitió dar salida a los sentimientos profundos y en ese momento los asistentes cantaron “España unida jamás será vencida”; “Cataluña Española”; “Soy español, español, español”. No era momento para proclamas cosmopolitas ni para ciudadanías constitucionales, ni para identidades compartidas. Frente a un ‘nosotros Catalán’, un ‘nosotros español’.
Ciudadanos se ha convertido en la primera fuerza en el cinturón rojo de Barcelona. ¿Apoyan los electores las recetas económicas del Señor Garicano? Lo dudo, pero se han sentido protegidos por un partido que ha sabido denunciar la campaña insidiosa del nacionalismo catalán que hablaba de la Cataluña productiva y la España subsidiada; alguien les ha devuelto el orgullo por sus orígenes; todo ello en una Cataluña donde no se puede mencionar la procedencia so capa de romper la unidad del pueblo de Cataluña y ser acusado de caer en el etnicismo.
Rajoy ha logrado fabricar independentistas y Mas ha posibilitado que Rivera se convierta en la segunda fuerza en la vida política catalana. Para uno y otro lo importante es aprovechar la polarización emocional y dejar a un lado las matizaciones, las identidades compartidas o los argumentos sofisticados. Patria como madre no hay más que una y se está con ella, con razón o sin ella.
El relato liberal-conservador ha sido implacable. No hay nada de lo que arrepentirse; todo lo que sean concesiones no hace sino incrementar las demandas de los nacionalistas periféricos; el federalismo no resolvería ninguno de nuestros problemas. Mantengámonos firmes en la posición y antes o después, desistirán. No parece que sea así, pero no importa. El anticatalanismo vende en el resto de España y entre el PP y Ciudadanos volveremos a conseguir una mayoría suficiente que permita de paso realizar las reformas que defiende el Señor Garicano y que aplaude el Ibex 35.
Somos un solo pueblo
Si los promotores de Libres e Iguales no admitían equidistancias ni matices y abominaban de los tibios que no eran capaces de plantar cara a los energúmenos, no ha sido menor la contundencia del nacionalismo catalán con las izquierdas que no se sumaban al secesionismo. Golpeado el PSC, con un electorado que ha emigrado hacia ERC o hacia Ciudadanos, la presa a cazar ha sido Podemos. Las cosas que ha tenido que escuchar el líder de la nueva formación son de antología. Ya podía decir que aceptaba el derecho a decidir; ya podía recordar que respetaría lo que los catalanes decidiesen que en cuanto traspasó la línea roja se le llegó a acusar de ser similar a Aznar y a la ultraderecha.
Todos los que somos profesores y tenemos ya cierta edad hemos descubierto en nuestras propias carnes lo difícil que es trasladar a la plaza pública consideraciones que en la academia son evidentes. Es evidente que el concepto de nación es discutido y discutible. Lo decimos todos los días en clase pero en cuanto lo dijo Zapatero, se organizó la tremolina. Los nacionalistas españoles más rancios se acordaron hasta de su abuelo y le invitaron a acompañarle a la mayor prontitud posible al cementerio
A Pablo Iglesias le ha ocurrido algo parecido. Se le ocurrió decir que llamaba a votar a todos aquellos que han construido la Cataluña actual y que no suelen participar en las elecciones autonómicas. Les pedía que estuvieran orgullosos de su origen y que enseñaran los dientes. Los nacionalistas más recalcitrantes le acusaron de todo y se tomó como un agravio propio del nuevo lerrouxismo de un “político español” que amenazaba una convivencia idílica y armoniosa. ¿Quién era Pablo Iglesias para poner en cuestión “nuestro modelo de convivencia”?
Este es el problema de los nacionalismos recalcitrantes que suelen ser enormemente intolerantes y no admiten disidencias. Para el nacionalismo español liberal-conservador el concepto de nación no es discutible porque nación no hay más que una que es España y todo lo demás son, llámese nación de naciones, federalismo plurinacional o pluralidad identitaria, zarandajas que todo lo confunden y nada solucionan.
Para el nacionalismo catalán, la nación es la catalana y hasta que no tenga un Estado propio no podrá realizar su identidad de una forma plena. Esa identidad se articula a partir de un pueblo que está unido en torno al mismo objetivo. Todo lo que sea señalar las diferencias de clase dentro de ese pueblo o subrayar las diferencias culturales no ayuda al objetivo y debe ser obviado. Podemos es bienvenido para socavar el sistema político español pero no para intervenir en el catalán. Si pretende hacerlo será equiparado (Artur Mas dixit) a Jose María Aznar y a la ultraderecha.
El escenario futuro
Son muchos los que en distintas tribunas en cuartopoder.es con mayor conocimiento que yo, por formar parte del ecosistema de Podemos, han planteado las luces y las sombras de la campaña catalana. Los expertos electorales tendrán muchas cosas que decir pero modestamente me permito señalar que a un líder se le descubre no sólo cuando tiene el viento a favor sino cuando tiene que operar en un mundo convulso, donde no puede inhibirse so pena de desaparecer. Por eso pienso que el liderazgo de Pablo Iglesias ha crecido a partir de las elecciones catalanas. Muchos de los suyos que esperaban más no lo verán así y muchos de sus adversarios no se lo reconocerán. La derecha española, que quería y quiere acabar a la vez con el independentismo y con el populismo, no es capaz de reconocer que sin Pablo Iglesias todo hubiera sido mucho más difícil, por no decir que imposible.
Los que decían que no estábamos ante un plebiscito al final no han hecho sino contar votos. Y si los independentistas no han ganado en votos ha sido por tan poco que algo habrá contribuido al resultado final la palabra de Iglesias: se ha desgañitado defendiendo que otra España es posible y mostrando que la España de las mareas, la España de los nuevos ayuntamientos, está ahí y Manuela Carmena es aplaudida a rabiar en Barcelona. No hay una animadversión a España; hay animadversión a una España y esperanza en otra. Pero la derecha no aprende. Se cegó con el Estatut; recogió firmas por toda España contra Cataluña y se lanzó a enmendar en el Tribunal Constitucional lo que habían aprobado los catalanes en referéndum. Las consecuencias están ahí y ahora que tienen ante sus ojos la posibilidad de buscar la colaboración con una España distinta sigue con el sambenito de los populistas antisistema. Parecería que, por corregir al clásico, prefieren antes una España rota que una España roja. Pues deben saber que solo gracias a esos rojos hoy no han triunfado los independentistas. Y de ahí el odio que su figura suscita entre los independentistas más radicales.
He dejado para el final una imagen que me emocionó especialmente dadas mis convicciones socialistas; una imagen que me hizo pensar en lo abandonado que ha estado el socialismo catalán. Y no me refiero a la presencia de líderes en la campaña que ha sido abundante. Estaba viendo por internet el mitin final del PSC y pude escuchar a Miquel Iceta elogiando muy justamente el papel de Borrell en esta campaña y recordando a Joan Reventos. Y no pude sino preguntarme: ¿cuántos militantes del PSOE saben quién fue Reventos?; ¿ cuántos conocen la importancia del socialismo catalán para evitar la fractura de Cataluña en dos comunidades?; ¿cuantos han sucumbido desgraciadamente al relato liberal-conservador (tan grato al PP y a Ciudadanos) que habla de una izquierda inconsistente y débil ante el nacionalismo?
La valentía y el arrojo de Iglesias y el ingenio y la agudeza de Iceta han evitado lo peor, pero no nos olvidemos que ambos son minoritarios dentro de Cataluña y que los nacionalistas son hegemónicos tanto en Cataluña como en España. Si queremos que el federalismo llegue a cuajar, si queremos que en el futuro tenga alguna oportunidad hay que reconocer que tenemos una gran tarea por delante; todo o casi todo está por hacer.
[Fuente: Cuarto Poder. Antonio García Santesmases es catedrático de Filosofía Política de la UNED]
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2015