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Joaquim Dodero Curtani

Rosa Balistreri. La voz siciliana de los miserables de la tierra

El próximo 20 de septiembre se cumplirán 35 años del fallecimiento de Rosa Balistreri, una de la grandes cantantes de la música popular siciliana, junto a Sara Cappello, Marilena Monti, Laura Mollica y Serena Lao (amiga personal de “Rosa”), Alfio Antico y dos cantantes, no nacidas en Sicilia, pero grandes difusoras de su folclore popular, como son Lucilla Galeazzi y Giovana Marini (cantante, compositora, etnomusicóloga y creadora del grupo “Nuovo Canzionere Italiano”, así como Directora de espectáculo “Bella Ciao”).

Este artículo es el fruto de una reflexión después de un reciente viaje en el que pude constatar hasta qué punto Sicilia es ya un gran destino turístico, lo que lleva aparejado su conversión en parque temático para el “turismo de masas”, un modelo que aleja al viajero de la posibilidad de una experiencia humana enriquecedora, abocándole a una carrera de consumo de atracciones feriales. Una banalización y falseamiento de la cultura del país visitado.

El “turismo de masas”, junto a las consecuencias de la mutación antropológica operada sobre una parte de la población siciliana —como en el resto de Europa— por el “consumismo“ y el “desarrollismo capitalista”, suponen una seria amenaza sobre la cultura popular siciliana.

El peligro de desaparición se cierne, de forma especial, sobre su literatura de tradición oral: los romanceros, el gran cancionero popular siciliano, las representaciones de los “cantastorie” y los teatros de las “pupi sicilianas”. Algunos de éstos sobreviven actualmente a duras penas, sin ayudas públicas de ningún tipo (se han retirado las subvenciones que se daban a los escolares provenientes de familias de pocos recursos para que pudieran asistir a sus representaciones una vez al año), gracias a la obstinación o perseverancia de los grandes artesanos y adalides de este teatro dei pupi como el Maestro Argento y su familia, el de Mimmo Cuticcio de Palermo, el de la familia Napoli de Catania, o el de las familias Vaccaro-Mauceri de Siracusa.

Relegar u olvidar la cultura popular representa una interrupción del proceso de transmisión-recepción de la peripecia vital, histórica, social y política de las clases populares de un país, es decir, de la mayoría de su población. En cierto modo supone la desconexión de los seres humanos con la experiencia de sus antepasados, una pérdida de conciencia como sujetos sociales e históricos.

Perder el “relato vivo” del penar de nuestros antepasados, de sus sentimientos, alegrías, desdichas, creencias, y de sus luchas sociales y políticas, representa algo así como borrar de un plumazo el conocimiento epigenético, la memoria genética, racial (Carl Jung) y cultural de los seres humanos.

En definitiva, un paso más en la consecución de los objetivos del  “pensamiento único”: con un borrado progresivo de la memoria del individuo, sumido en un proceso de aculturación, se abre la posibilidad de imponer procesos de homogeneización de su pensamiento, abriendo otra puerta hacia un control político y social absoluto sobre el mismo, sin apenas contestación.

A pesar de la situación, no se puede ignorar el trabajo actual de algunos artistas sicilianos en mantener y actualizar el cancionero popular siciliano, destacando Matilde Polito, Pippo Romano, Malanova y otros tantos.

Por todo ello, vale la pena contribuir a la difusión de la obra, el pensamiento y la personalidad de Rosa Balistreri —una de las grandes voceras de la canción  popular siciliana—, evitar que caiga en el olvido.

Una advertencia previa: es imposible entender la obra artística de “Rosa” sin el conocimiento de su peripecia vital, que condicionó absolutamente su evolución artística. Por ello, en este artículo hay multitud de referencias a la misma.

“Rosa” (como generalmente era conocida, aunque algunos, los menos, utilizando un apelativo más propio del lenguaje literario, la llamaban también “Rusida”) nació en Licata, provincia de Agrigento (Sicilia) en 1927, en el seno de una familia pobrísima y numerosa del degradado barrio de la Marina.

Desde muy pequeña tuvo que ganarse el pan con diversos menesteres: ayudando a transportar las sillas que su padre reparaba; en las labores de  conserva del pescado en el barrio del Salto (por aquel entonces lleno de inmundicia y envuelto de desagradable olor, según cuentan las crónicas ciudadanas de la época); espigando en verano en compañía de su padre por los  soleados campos sicilianos, donde cogían puñados de grano para lograr calmar, ni que fuera por unos pocos días, el hambre de la familia.

Desde pequeña, tanto la familia como sus vecinos la oían cantar, sin darle mayor importancia a su peculiar timbre de voz. Más tarde, Rosa aclaró que cantaba para vencer la rabia que le provocaba la terrible cotidianidad que debía soportar.

Después de la II Guerra Mundial, a partir de los 15 años, empezaron a llamarla para cantar en la Iglesia durante la celebración de  bautizos y bodas, lo que le permitió calzar unos zapatos por primera vez en su vida, aunque tal uso se circunscribiera al tiempo de duración de la ceremonia.

Su vida fue tortuosa, con ribetes trágicos. Intentó el suicidio y dio con sus huesos en la cárcel en un par de ocasiones.

Dando muestras de un fuerte carácter, supo arrostrar la adversidad y la injusticia que se cernió sobre ella, como a menudo sucede, como si fuera una maldición, sobre los desposeídos de la tierra. La desgracia suele acarrear otra nueva desgracia, como si la pobreza sumiera en un círculo diabólico, del que Rosa logró escapar.

Sobrevivió a un padre alcohólico, jugador, que mientras maltrataba a su madre decía a su hija ‘’calla, solo las putas cantan”; al padre de su única hija, un marido impuesto “ladrón, jugador y borracho” (como ella lo calificó en un recital), al que “Rosa” casi  mata de un golpe de lima al sorprenderle  jugándose la canastilla de su hija; a un embarazo no deseado del hijo mayor de una  respetable familia burguesa a la que servía, por el que fue arrojada a la calle sin miramientos en aplicación del “respetuoso” código de conducta imperante.

Tras ese acontecimiento le sobrevino otro duro período, en que debió ganarse el pan de las más diversas formas: como recolectora y vendedora de alcaparras y de caracoles, como saladora de sardinas en el Salato. Vivió y durmió en las estaciones, en las puertas de los hospitales, donde acabó por dar a  luz a un hijo muerto.

“Rosa” nunca escondió las dificultades y adversidades que la asediaron, sino todo lo contrario: las hizo públicas, como una forma de denuncia social.

Declaraba en una entrevista: “He aprendido a leer a los 32 años. Desde los 16 vivo sola. He hecho muchos trabajos muy  agotadores para dar de comer a mi hija. Conozco el mundo y sus injusticias mejor que cualquier licenciado. Y estoy segura que, antes o después, los pobres, los indefensos de la tierra, los honestos tendrán un poco de paz en la tierra”. Y añadía: “yo soy de las que no calzó zapatos hasta los 20 años”, algo que despejaba dudas, por si alguien las tuviera, sobre su humilde procedencia.

Finalmente, junto a su hija y su hermano Vincenzo (discapacitado, zapatero de profesión) escapó, como tantos compatriotas suyos, al terrible destino que le deparaba su Sicilia natal, instalándose en Florencia.

Allí hizo todo tipo de labores, como ejercer de sacristana (sufriendo el asedio del párroco) o servir en una casa de gente acomodada. Una vez reunido el capitalito suficiente, puso una parada de fruta y verdura en el mercado de San Lorenzo y se trajo consigo a toda su extensa familia siciliana (por ello Rosa y su familia están enterrados en Florencia). Residió a lo largo de veinte decisivos años en esta ciudad.

Su primera etapa en la capital de la Toscana fue muy trágica. Acogió a su hermana María, que escapaba de un marido maltratador, quien finalmente la localizó y asesinó. Un suceso brutal que abocó al suicidio al padre de Rosa.

A pesar del terrible debut florentino, “Rosa” pudo retomar las riendas de su propia vida. Una vida sin itinerarios fijos, amando hombres —a los que plantaba cara cuanto era necesario con la misma contundencia que a  los “padroni”— sin casarse con ellos. En definitiva, rompió con las pautas de las relaciones propias del machismo imperante (y las de su sustentadora principal: la Iglesia católica). Lo que jamás le fue perdonado.

Su relación sentimental con el pintor florentino  Manfredi, le  permitió  contactar con Mario De Micheli (Historiador del Arte); Leonardo Sciascia (escritor);  Ignazio Butitta, poeta que escribía en siciliano, partisano a quien el PCI editó el magnífico libro de poesía Lu pani si chiama pani) y mentor de Rosa, a quien  dio el siguiente  consejo: “Debes aprender a tocar la guitarra, porque tú serás “la cantautora del Sur” y finalmente empujó y acompañó en sus primeras veladas musicales en Toscana, y con quien a su vez compartió recitales y conciertos de poesía, lo que permitió a Rosa conocer a  Dario Fo (éste le daría la gran oportunidad de cantar en el espectáculo “Ci ragiono e canto”); Renato Guttuso (pintor expresionista palermitano y vitalista como Rosa); el “cantastorie” [1] Cicciu Busacca (que destacó por su pasión por la narración y la denuncia civil, unidas a una particular sensibilidad musical). Finalmente, mantuvo amistad con Pier Paolo Pasolini.

Con el apoyo de este grupo de amigos consiguió convertir en profesión   aquello que ella, de forma espontánea, venía haciendo desde muy chica: cantar los “cunti” (pequeñas narraciones en verso cantadas por los llamados “cantastorie” en los mercados y plazas) y los “canti” del cancionero popular siciliano que contribuyó a resucitar. Una nueva profesión que no conseguiría asegurarle un futuro digno, ya que murió en una situación de casi indigencia.

Su repertorio artístico inicial fue enriqueciéndose con nuevas canciones cuyos orígenes eran las recopilaciones: del filólogo, poeta y político Linardo Vigo 1799-1879 (Raccolta amplissima di canti popolari siciliani); del compositor y musicólogo  Alberto Favara 1868-1923 (Canti della terra e del mare di Sicilia y Corpus di musiche popolari); y de Giuseppe Pitrè 1841-1916, escritor, antropólogo y literato conocido por sus indagaciones sobre el folklore  siciliano.

La etapa florentina sirvió a “Rosa” para apaciguar su asfixiante sentimiento de rabia, es decir, para racionalizar y controlar los sentimientos contradictorios que le suscitaba su amada Sicilia: la rabia, el amor y el odio; la atracción y el rechazo. Algo que sucede a menudo a muchos  emigrantes de espíritu libre e inquieto como el suyo.

La distancia de su Sicilia natal le permitió transformar el resentimiento por todo el sufrimiento acarreado desde su infancia —difícil digestión donde las haya— en razonamiento y lucha política. A ello contribuyeron, de forma decisiva, las reflexiones de sus amigos.

Todo ello ayudó a dar solidez y profundidad a su pensamiento político y  conformó definitivamente su identidad comunista, que no escondió jamás, lo que en la Sicilia de esta época exigía valentía, aceptando de antemano las duras consecuencias: una cierta exclusión social, una marginación.

Dicho en otras palabras, la distancia permitió que su pensamiento se adentrara en un “proceso de culturización” de inspiración gramsciana. Recordemos las palabras del intelectual y político sardo respecto a la cultura: “La cultura es algo muy distinto. Es organización, disciplina del Yo interior, apoderamiento de la personalidad propia, conquista de una conciencia superior por la cual se llega a comprender el valor histórico que uno tiene, su función en la vida, sus derechos y sus deberes”. [Antonio Gramsci. “Socialismo y cultura” (29-I-1916; I.G.P.; S.G. 22-2)].

“Rosa” cantaba con una voz áspera, de timbre seco, actoral, utilizando las cadencias típicas de la canción popular siciliana. Poco inclinada al desfogue intimista, más bien todo lo contrario: su voz adquiere un dramatismo que nos mantiene en vilo, con variadas resonancias, desde una “lauda” (la más importante forma vernácula de música sacra en Italia en la baja Edad Media y en el Renacimiento), al eco de las ruidosas representaciones de las populares “pupi” (teatro de marionetas sicilianas que reproducen fragmentos de la presencia de Carlomagno y batallas del Orlando Furioso de Ludovico Ariosto) y las epopeyas contadas y cantadas por los “cantastorie” de los mercados y plazas sicilianos.

Dicho de otro modo, Rosa tenía interiorizada la forma dramática. El poso acumulado como espectadora de tantas representaciones de “cantastorie”, de bellas “canzuni”, y de “Teatro de pupi” le permitió adquirir, de forma natural, una técnica dramática tanto para cantar como para actuar en el teatro. A menudo, sus juegos infantiles eran representaciones y canciones que oía en las plazas de Licata, Esta fue su escuela dramática, sin olvidar la  contribución de su propia vida, intensa, con ribetes de tragedia.

Con el simple contrapunto de su guitarra (cuyos acordes básicos no los aprendió en ningún conservatorio, sino que se los enseñó un cura) los textos cantados podían convertirse en una saga, poema, sarcasmo o pasión.

Se definía a sí misma como una “cuntastorie e cantastorie” siciliana, comparada a menudo con la cantante portuguesa Amàlia Rodrigues, por quien confesó sentir admiración, igual que por Maria Bethânia y por la música afroamericana (blues”, gospell, jazz). Por su fuerte carácter también fue comparada con Nina Simone (otra mujer de fuerte personalidad) y con Billie Holiday, quien también trasladó a sus canciones la dureza de su vida.

Su sentido dramático la permitió participar en algunas representaciones teatrales, siendo las más destacadas Ci ragiono e canto (con Dario Fo), La Luppa, La ballata del sale y Buella.

Su participación en Ci ragiono e canto fue determinante para el despegue de  su carrera artística profesional. Según cuenta Vittorio Serra: “… a través de un trabajo previo de Dario Fo, pescando a manos llenas en el sugestivo repertorio folklórico nacional, había construido sobre la base de un centenar de canciones la dolorosa historia del hombre y mujer italianos anteriores a la revolución industrial, oprimidos por el trabajo, el clero, la guerra, el amor, los ricos, un conjunto de infelicidades sociales, encontrando en la canción un espléndido paliativo para substraerse de ellas».

En ese espectáculo, Rosa Balistreri era una cantante “aficionada, entusiasta y militante” (según el lenguaje ad hoc) que Dario Fo utilizó durante la dirección de la obra: “una intérprete proveniente del mundo del trabajo” que actuaba con otros/as cantantes profesionales (como Giovanna Marini) definidos/das por Fo como “portadores/ras  de diferentes culturas”.

En la introducción de Ci ragiono y canto, Dario Fo aludió al descubrimiento musicológico: el ritmo musical de las canciones del mundo del trabajo, en relación directa con el ritmo del trabajo (una broma por la que atribuía a una colaboradora de Lenin el descubrimiento de la relación música- desempeño del oficio). Del mismo modo, las canciones de una nana-nennie reproducen los ritmos propios de una parturienta.

“Rosa” refería al estreno de Ci raggiono e canto de la  siguiente forma: “La primera noche, en la Pérgola, en la sala, estaban mi madre, mis hermanas, Manfredi, los amigos florentinos. Me dije a mi misma: Rò, acuérdate de la pocilga de vía Martinez, de Iachinuzzu (su horrible marido), de la violencia en la cristalería, del cura pícaro de Palermo. El hambre, las injusticias, las cárceles… […].” Este ha sido el devenir que ha conformado a Rosa Balistreri.

La participación en Ci ragiono e canto prosiguió con un gira por Italia, dando  diferentes conciertos en el teatro “Carignano” de Turin, en el “Manzoni” de Milán y en el “Metastasio” de Prato, que alternó con recitales en varias sedes de Instituciones y seminarios de música popular de algunas universidades.

“Rosa” tocó todos “los palos” musicales posibles, desde los cantos religiosos (tenía un sentido  particular de la religión alejado de “curias”, curas, beatos y poder) a los cantos de la emigración, los amorosos, los proverbios sicilianos y los cantos sociales y políticos. Las letras de sus “canti” eran, a menudo, invectivas contra los “padroni”; otras consistían en oraciones  para que al Señor diera de beber a la tierra sedienta; otras tienen por objeto el lamento nostálgico de los emigrantes que lloran por el sol olvidado, o expresan la emoción de una Sicilia bañada por el amarillo de los limoneros, los cantos de los pescadores; y otras, eran canciones contra la mafia y sus relaciones con la Iglesia.

Otra parte significativa de las canciones de Rosa son crónicas de la vida  de las  mujeres de su tiempo y clase social, a quienes dio voz en cuanto ejemplo de lucha contra la opresión machista propia de la sociedad de su época, amparada por la Iglesia Católica. Como muestra la canción Matrimonio infelice (1967), dedicada a su hermana asesinada por su marido.

Su repertorio incluía los más variados géneros musicales sicilianos. Un amplio abanico que alcanzaba tanto lasninna nanna, nanna nenie” [2], cantilene” [3], filastrocce[4],“ tarantelle siciliane”[5], y las Canzuni” [6], el género popular más difundido.

Una persona de espíritu libre y crítico como el de “Rosa” resultó siempre incómoda en su tierra, silenciada por la omerta, que impedía la denuncia de una injusta realidad social y política, con una iglesia conservadora vinculada a la sucia política de la Democracia Cristiana y la mafia, el trípode sobre el que se sustentaba el poder en Sicilia.

En 1971 “Rusida” volvía a Sicilia, a su adorado Palermo, tras separarse del  pintor Manfredi (12 años de convivencia). Siguió cantando en las fiestas de l’Unità y el PCI, recitó en el “Teatro Stabile di Catania” y colaboró con la Universidad de Catania.

“Rosa” debía haber participado en el Festival de Sanremo 73 con la canción “Terra cu nun senti”, que es un lamento por la dura situación de las  clases populares sicilianas, pero la canción fue retirada por la dirección del festival en el último momento bajo el pretexto de que: “no era original” (es decir, por no ser  inédita). Rosa dio esta explicación:

Soy una roja, una tipa peligrosa para el sistema, temían que hiciera alguna de las mías, que dijese delante de 30 millones de telespectadores alguna frase provocadora, es decir, verdadera.

Ahora he decidido cantar mis protestas, mis acusaciones, el dolor de mi tierra y de los pobres que la habitan, de quienes la abandonan, de los compañeros obreros, de los braceros, de los desocupados, de las mujeres sicilianas que viven como bestias. Era mi objetivo cuando acepté cantar en Sanremo.

En Sanremo, los cantantes van a vender discos y hacer dinero, yo he ido para hacer política, para protestar cantando. Se puede hacer politica y protestar de mil modos diferentes: yo canto. Pero no soy una cantante… soy una activista que da mítines con la guitarra.

Han acertado…, hubiera sido incapaz de cantar delante de aquella gente elegantísima, reaccionaria, tranvestida con hábitos de carnaval.

La firmeza en la defensa de sus convicciones, su fuerte carácter y el cambio de modas culturales operado en los años 80 fueron dejando a un lado el folklore popular, condicionando negativamente los últimos años de “Rosa”, abocada al trance de un cierto malvivir, que lindaba con  una  miseria material —la  miseria moral está reservada a otro tipo de personajes—, y con pocos amigos a su lado, entre ellos Felice Liotti y Lillo Catania.

Rosa falleció en 1990, a los 73 años, en un Hospital de Palermo, a consecuencia de un ictus cerebral que la sorprendió durante una gira por Calabria.

El  Memorial  de “Rosa” ha estado paralizado durante años. La clase dirigente local de Licata no ha perdonado su forma de vida, el pensamiento y el compromiso político de Rosa Balistreri. Sólo, recientemente ha vuelto a ponerse en marcha desde Catania, una ciudad y una universidad que supieron acogerla y respetarla como se  merecía.

Para tener una imagen más cercana de Rosa, reproduzco el emocionante testimonío (1982) del poeta Ignazio Buttitta:

Yo encontré a Rosa Balistreri en Florencia, hace 22 años, en casa de un pintor amigo mío (Manfredi). Aquella noche Rosa cantó el lamento por la muerte de Turiddu Carnivali, que era un poemita mío. Aquella noche no se me olvidará nunca. La voz de Rosa, su canto sofocado, dramático, angustiado, parecía que viniera de la tierra reseca de Sicilia. He tenido la impresión de haberla conocido siempre, de haberla visto nacer y haberla oído toda la vida: niña, descalza, pobre, mujer, madre, porque Rosa Balistreri es un personaje fabuloso, incluso diría más, un drama, una novela, una película sin rostro. Rosa Balistreri es un personaje que camina en el filo, que tiene una corazón abierto a todos, que ama a todos; un corazón joven para la Sicilia de Vittorini (novelista siciliano) y de Salvatore Quasimodo (poeta hermético siciliano), un corazón joven para la Sicilia de Guttuso (pintor expresionista amigo de “Rosa”) y de Leonardo Sciascia.

Buttita, poco tiempo después, añadía:

Cada vez que busquemos las palabras, los sonidos escondidos en lo más profundo de nuestra memoria, cuando queramos releer una página verdadera de nuestra memoria, será la voz de “Rosa” la que volverá a imponerse con su firme desesperación y su trágica dulzura…

Ella dejó dicho: “comprenderéis a Rosa Balistreri cuando haya muerto, nunca mientras viva. Porque protesto, tengo razón en protestar y quien lo entienda me entenderá”

Como epílogo, nos dejó una canción (“Quannu io moru”) que compuso con el  guitarrista, también compositor y amigo personal, Lillo Catania, un “agrigentino” depositario de las confesiones y relatos de Rosa, a quién ayudó a transformar sus historias en lírica y canciones (en su mayoría  inéditas).

 

Notas

[1] ”Il cantastorie”: Figura tradicional de la literatura oral y de la cultura folclórica, un artista de calle que se colocaba en un extremo de las plazas y los mercados y cantaba una historia, antigua o reelaborada.

Los “cantastorie” acompañaban la «Cantata» con un instrumento, normalmente una guitarra, pero también usaban el acordeón (o la lira, en tiempos remotos). Se ayudaban de un cartelón sobre el que venían representadas las principales escenas de la historia. Sus obras se remuneraban con lo que daban los espectadores o bien con la venta de folletos en los se describía la historia. A partir de los años 50, con el advenimiento del vinilo, estas historias se vendían en discos, primero de 78 y después de 45 revoluciones.

[2] “Ninna nanna” e “ninna Nenie”: canciones para niños, cantos lúgubres con acompañamiento de flauta que seguían el entierro  de un niño.

[3] “Cantilene”: breves composiciones poéticas sin acompañamiento musical para ser recitadas o cantadas.

[4]Filastrocce”: composición breve con repetición de sílabas y utilización de palabras de extracción  popular.

[5]Tarantelle siciliane” (danza popular, como la utilizada en la célebre canción “Cu ti lu dissi”. El ritmo de la filastrocca es rápido y con cadencias con rima, asonancia e aliteraciones recurrentes; casi siempre en un tempo moderato y en un compás de 6/8.

[6] “Canzuni” el género popular más  difundido en el ámbito de la producción literaria dialectal siciliana destinado a estrechar relaciones o vindicar súbitas afrentas, sin excluir la componente lúdica y ritual presente en la organización de las serenatas entre novios, cantadas en público a varias voces (detrás de la novia se turnaban dos voces, y dos voces se reservaban para la cadencia final). Si la serenata acababa mal, se iba al monte y el ex novio  ofrecía una contra-serenata donde cantaba estrofas de desdén, picantes y ofensivas, dirigidas a la novia. Hay otro tipo de “canzuni” con otros motivos: la aradura, la siega, la recolección de las nueces, cuando  hombres y mujeres trabajaban juntos. Las “canzuni” consistían en alusiones más  libres y más intrépidas de cuanto había sido hasta entonces lícito, y servían para establecer nuevos lazos  o  redoblar viejas cuestiones en un forma más libre y jocosa. Otras eran cadencias repetidas de un extremo a otro de los campos para combatir la fatiga, por ejemplo. Otras, “giogichi de pegni”  para las fiestas de San Juan, donde  las novias extraían predicciones de las “canzuni”. Por último, cabe reseñar que  las canzuni se escribían en octavas sicilianas, compuestas por versos  endecasílabos con dos rimas alternadas a cuatro voces.

 

Selección de canciones de Rosa Balistreri, con el texto de sus letras en siciliano y en español, con un comentario sobre cada y un video cantado por Rosa:


28 /

6 /

2014

¿Cómo viven los vivos con los muertos? Hasta que el capitalismo deshumanizó a la sociedad, todos los vivos esperaban la experiencia de la muerte. Era su futuro final. Los vivos eran en sí mismo incompletos. De esa forma vivos y muertos eran interdependientes. Siempre. Sólo una forma de egotismo extraordinariamente moderna rompió esa interdependencia. Con consecuencias desastrosas para los vivos, ahora pensamos en los muertos en términos de los eliminados.

John Berger
Doce tesis sobre la economia de los muertos (1994)

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