¿Cómo viven los vivos con los muertos? Hasta que el capitalismo deshumanizó a la sociedad, todos los vivos esperaban la experiencia de la muerte. Era su futuro final. Los vivos eran en sí mismo incompletos. De esa forma vivos y muertos eran interdependientes. Siempre. Sólo una forma de egotismo extraordinariamente moderna rompió esa interdependencia. Con consecuencias desastrosas para los vivos, ahora pensamos en los muertos en términos de los eliminados.
Joaquín Dodero i Curtani
Carta de un lector
Degradación de la política
Un simple pregón de las fiestas de la Mercè redactado en lengua castellana por una escritora residente en Madrid, leído ante un pequeño auditorio conformado por profesionales de la política y notables de la ciudad —no cabe mucho más en el Salón de Ciento del Ayuntamiento de Barcelona— conforman las características del pecado, que ha servido como pretexto, esta vez a ERC , para lanzar un mensaje político intolerante destinado a captar el voto de una parte del electorado que asume, al parecer y según los cálculos de sus estrategas de campaña, los postulados del nacionalismo étnico mas intransigente.
Una nueva apelación de esta “casta” de profesionales de la política hacia la cerrazón mental, por no decir a la parte más irracional del ser humano y sus más bajos instintos.
En esta senda de progresiva degradación del discurso político, no quiero olvidarme de quienes han precedido recientemente a ERC. Me refiero a la coalición de CiU, y en concreto al Diputado Sr. Duran Lleida, quién lanzó un guiño a la xenofobia al supeditar la concesión del derecho a voto a los inmigrantes a la superación de un “test” de arraigo a la realidad nacional de Cataluña. O qué decir del racista mensaje de “catalanofobia” lanzado desde el PP en su campaña contra el nuevo Estatut.
Se empeñan en quitarnos la esperanza a los ciudadanos que esperamos algo más de la política y de nuestros representantes.
Por si fuera poco, al parecer también hemos de resignarnos a padecer sus diarios asaltos a nuestra estabilidad emocional, o a nuestra intimidad, al utilizar como arma arrojadiza, en su miserable batalla partidaria, tanto la lengua —castellano o catalán— en que hemos conformado nuestro pensamiento, nuestras emociones, nuestras relaciones familiares y las que mantenemos con nuestros vecinos, como la banal estigmatización de ciudades y habitantes —pongamos que también hablo de Madrid— que conforman el paisaje en el que se criaron nuestros padres, nuestra pareja, o una parte de nuestras familiares o amigos.
No parece importarles demasiado que la abstención en el último referéndum del Estatut superara el 50%, y en la etiología de la misma: el cansancio, si no el hastío ciudadano.
10 /
2006