¿Cómo viven los vivos con los muertos? Hasta que el capitalismo deshumanizó a la sociedad, todos los vivos esperaban la experiencia de la muerte. Era su futuro final. Los vivos eran en sí mismo incompletos. De esa forma vivos y muertos eran interdependientes. Siempre. Sólo una forma de egotismo extraordinariamente moderna rompió esa interdependencia. Con consecuencias desastrosas para los vivos, ahora pensamos en los muertos en términos de los eliminados.
Albert Recio Andreu
Desde mi barrio, 2
El tranvía descarrila
Se confirmaron los temores planteados en mi anterior comunicación (mientrastanto.e, abril 2010). El referéndum sobre la Diagonal ha resultado un fiasco. Lo que en algún momento se planteó como una plataforma de participación que favorecería la reelección del alcalde socialista Jordi Hereu se ha convertido en una verdadera derrota: una participación poco superior al 10% y un voto masivamente escorado en contra de la reforma.
Indudablemente en el bando de los derrotados está el Partit dels Socialistes de Catalunya, con el alcalde a la cabeza. Es bastante posible que está derrota sea el preludio de la pérdida de la alcaldía tras más de 30 años de ejercicio del poder. Se equivocaron en la forma de plantear el referéndum. Fallaron en plantear el verdadero debate de fondo, el modelo de transporte de la ciudad. Una ciudad que año a año supera los niveles máximos de contaminación atmosférica a causa del poder del coche. Y fallaron incluso en el momento y en las formas, especialmente en el costoso sistema informático que, por si faltaban problemas, falló más que una carabina de feria.
Pero la derrota también afecta al amplio abanico de movimientos sociales que propugna un avance hacia una ciudad más sostenible, menos contaminante, basada en el transporte colectivo, la bicleta y el peatón. Una derrota de la que tiene su parte de responsabilidad por la incapacidad de despegarse de los plazos y ritmos de la política municipal y de generar un movimiento propio en defensa de otro modelo de ciudad. Y que además de sus insuficiencias e incapacidad ha tenido que competir con iniciativas pretendidamente de izquierdas más interesadas en la derrota de Hereu que en profundizar en el debate sobre el modelo de ciudad. Una situación preocupante que ya habíamos experimentado en anteriores situaciones (el debate sobre las salas de venopunción, el de los parques eólicos, etc.): actitudes que priorizan la oposición por principio, que expanden argumentos espúreos para justificar sus posiciones… Entre unos movimientos sociales mojigatos y poco dinámicos y una izquierda social nihilista y desconenctada de una verdadera acción social, se nota el vacío de potentes movimientos sociales que sepan aunar la movilización, la reflexión y que tengan la madurez de aplicar en cada caso las mejores respuestas tácticas para hacer avanzar un modelo de ciudad sostenible en lo ambiental y lo social.
Ha triunfado el partido del coche. En toda la regla. Aunando el irredentismo de los que confunden ciudadanía con ser conductor (tan poco diferentes a los yankis que confunden rifle con libertad), los temores de los vecinos del Eixample temerosos de que la regulación de la Diagonal supusiera una congestión automovilística en sus barrios (una expresión de lo que llamo “nimby del tráfico”, respuestas sociales que no cuestionan el modelo de transporte pero que tratan de evitar que el automóvil afecte a sus vidas promoviendo desvío de carreteras, cobertura de vias rápidas etc.), el falso sentido común de que en la crisis hay que ahorrar en gasto público y el rechazo generalizado a una actuación municipal que ha cometido demasiados errores. Ha triunfado la derecha, que ha sabido jugar todas sus cartas en defensa del partido del coche y de sus propios intereses.
Sumadas todas las cuestiones es una derrota sin paliativos. Que garantiza el predominio del coche por, al menos, unos cuantos años más (y con ello la contaminación). Que favorece el ascenso de una derecha que no augura mejoras sustanciales en ningún terreno. Si al menos la derrota sirviera a todo el mundo para aprender la lección, no repetir fallos y cambiar su actuación, al menos algo sacaríamos de bueno. O al menos esto es lo único bueno de un fiasco que no por esperado es menos doloroso.
6 /
2010