La diferencia fundamental [de la cultura obrera] con la cultura de los intelectuales que tan odiosa me resultaba es el principio de modestia. El militante obrero, el representante obrero, aunque sea culto, es modesto porque, se podría decir, reconoce que existe la muerte, como la reconoce el pueblo. El pueblo sabe que uno muere. El intelectual es una especie de cretino grandilocuente que se empeña en no morirse, es un tipo que no se ha enterado que uno muere, e intenta ser célebre, hacerse un nombre, destacar… esas gilipolleces del intelectual que son el trasunto ideal de su pertenencia a la clase dominante.
Revista mientras tanto número 115
2010
Obama, la izquierda y la crisis de la democracia norteamericana
por Andreu Espasa
Continuidad y cambio en la política exterior de EE.UU.
por Michael T. Klare
Sobre el pico del petróleo. Entrevista a Robert H. Hirsch
por Matthieu Auzanneau
Estatuto jurídico del Sahara occidental
por José Antonio Yturriaga Barberán
Con la iglesia hemos topado
Religión y fe hoy. Una aportación al foro mundial de teología y liberación
por Jaume Botey
Iglesia católica y estado laico
por Juan José Tamayo Acosta
Ateísmo y laicidad
por Joan Carles Marset
Laicismo y educación
por José Manuel Barreal San Martín
Contra la autonomía femenina: el aborto como maternidad negada
por Antonio Giménez Merino
CUESTIÓN DE PALABRAS
por Álvaro Salvador
CITA