¿Cómo viven los vivos con los muertos? Hasta que el capitalismo deshumanizó a la sociedad, todos los vivos esperaban la experiencia de la muerte. Era su futuro final. Los vivos eran en sí mismo incompletos. De esa forma vivos y muertos eran interdependientes. Siempre. Sólo una forma de egotismo extraordinariamente moderna rompió esa interdependencia. Con consecuencias desastrosas para los vivos, ahora pensamos en los muertos en términos de los eliminados.
La sociedad noviolenta. Conversaciones con Pepe Beunza
Dharana,
Samos,
180 págs.
Biografía a dos voces
José Luis Gordillo
En la historia del régimen del 78, no todo fue consenso por arriba y desmovilización por abajo. Desde los márgenes del sistema, sin flotadores políticos y sin apenas recursos, surgió un potentísimo movimiento social que se enfrentó con éxito al ejército español sin recurir en ningún momento a la violencia. Me estoy refiriendo al movimiento de objetores e insumisos al servicio militar obligatorio. Una de sus publicaciones más emblemáticas se titulaba La puça i el general (La pulga y el general). Sus redactores, desde luego, no engañaban a nadie; más bien, de entrada, se reían de si mismos sin que eso les hiciera perder el ardor combativo. Con el tiempo la pulga se convirtió en una manada de ellas, para acabar transformándose, a mediados de los años 90 del siglo pasado, en una verdadera marabunta que obligó a los mandamases del Estado español a abolir el servicio militar obligatorio. Y todo eso ocurrió en un país en que el ejército había provocado una guerra civil, había participado directamente en la represión de una dictadura sanguinaria y había amagado en varias ocasiones en dar un golpe de estado en los inicios del proceso de democratización.
La primera pulga, esto es, el primer objetor que quiso hacer, en pleno franquismo, de su acto de desobediencia el inicio de una campaña política, se llamaba Pepe Beunza y este libro explica su historia. Lo hace a dos voces, junto al autor del mismo, Pere Ortega, brillante investigador y analista en paz y desarme, presidente del Centro Delàs d’Estudis per la Pau, antiguo presidente de la Federación de ONGs por la paz de Barcelona y uno de los pacifistas más sólidos y coherentes que existen en Catalunya.
Esto dota al libro de un gran interés. P. Ortega era un militante clandestino del PSUC cuando Pepe Beunza estaba en las cárceles de Franco por haber objetado a la mili y, por tanto, alguien muy alejado entonces del ideario gandhiano de Beunza. Sin embargo, ambos se acabarían encontrando en el movimiento anti-OTAN y, como le ocurrió a tanta gente con un recorrido vital similar al de Pere Ortega, contaminándose el segundo con las ideas del primero que, vale la pena insistir en ello, eran muy minoritarias en los supuestamente muy revolucionarios años setenta del siglo pasado. En definitiva, un libro muy recomendable para rescatar del olvido una historia que rara vez aparece en la mitológica historia oficial de la actual monarquía parlamentaria.
27 /
1 /
2017