¿Cómo viven los vivos con los muertos? Hasta que el capitalismo deshumanizó a la sociedad, todos los vivos esperaban la experiencia de la muerte. Era su futuro final. Los vivos eran en sí mismo incompletos. De esa forma vivos y muertos eran interdependientes. Siempre. Sólo una forma de egotismo extraordinariamente moderna rompió esa interdependencia. Con consecuencias desastrosas para los vivos, ahora pensamos en los muertos en términos de los eliminados.
Pack de 10 películas de Miklós Jancsó
Clavis Films,
Francia,
Josep Torrell
Increíble, pero cierto: Miklós Jancsó está de moda (por lo menos en la agitada Francia). Dos años después de su muerte (27/9/1921-31/1/2014) Jancsó es famoso por la película que rodó a los 44 años: Los desesperados (1965). El Festival de Cannes homenajeó Los desesperados en su 50 aniversario; la Cinémathèque Francaise le dedicó en noviembre de 2015 un ciclo bastante completo a su obra; también en noviembre se repusieron en París las películas restauradas; y, finalmente, en febrero de 2016 la empresa francesa Clavis Films sacó a la venta un pack con diez películas (a más de la mitad de precio de lo costarían los DVD sueltos). Quizá no haya que confiarse: aquí no ha sido nunca tierra propicia para cofres de diez películas. El que avisa, no es traidor.
Los desesperados es un discurso inmisericorde sobre el poder político y de los mecanismos sibilinos que utilizan los gobernantes para perpetuarse. Este discurso se presenta bajo una forma estilísticamente muy llamativa, como es el plano secuencia, y el plano secuencia en sentido fuerte del término: resolver toda la secuencia, de principio a fin, en un sólo plano. Esto produce una lentificación del relato, pero también que las cosas sólo se dicen una vez, que será importante en la dramaturgia de Silencio y clamor (1968), que es la culminación de su estilo, tras haber pasado por la no menos espléndida Los rojos y los blancos (1967).
En esos planos secuencia ni la cámara ni los actores estaban extáticos. El constante movimiento de los actores y de la cámara, atravesando en un solo plano todas las distancias habidas, producía una sensación de movimiento, que sedujo o desconcertó poderosamente al espectador. A partir de La confrontación (1969), la coreografía y la música se convirtieron explícitamente en el elemento dramático del cine de Jancsó, hasta el fin del período que cubre este cofre, con La estación de los monstruos (1987). Este carácter ritual de su dramaturgia, sin embargo, remite directamente al cine a través del tipo de rodaje que emplea: a través de la utilización de la cámara, que no deja de moverse, de re-encuadrar, o de recorrer autónomamente el espacio de la acción.
Los desesperados fue un éxito mundial (allí donde se pudo estrenar, claro), incluidos los Estados Unidos; y sus siguientes películas pasaron por los festivales de cine más exigentes, hasta bien entrados los ochenta. En la España de los primeros años setenta, la Federación de Cine Clubs se encargó de la difusión de Mi camino (1964), Los desesperados y Silencio y clamor. Después, tras el fin de la dictadura franquista, se estrenaron en salas de arte y ensayo Los desesperados en 1978 (y, cosa insólita, también en catalán), Vicios privados, virtudes públicas (1976) en 1978, y Siroco de invierno (1969) en 1979. En vídeo se añadieron en 1996 La pacifista (1970) y, en una colección erótica, Vicios privados, virtudes públicas. Desde entonces, nada.
El cofre contiene dos de las anteriores a Los desesperados —Cantata (1963), Mi camino— y las tres que le hicieron famoso —Los desesperados, Los rojos y los blancos, Silencio y clamor—. A partir de aquí, con saltos que respetan otras ediciones existentes en el mercado francés, encontramos Siroco de invierno, Salmo rojo (1972), Para Electra (1974), El corazón del tirano (1981) y La estación de los monstruos (1987). Salvo Agnus Dei (1971), el cofre contiene todo lo esencial de Miklós Jancsó.
Desde 1989 no es que dejara de hacer cine, pero cambió radicalmente de estilo, alejándose de los festivales pero consiguiendo así una gran popularidad entre la juventud húngara al poner su cine al servicio de dos cómicos, que construyeron la crónica del cambio político y social en Hungría. (Sobre el último Jancsó puede consultarse Émile Breton: Miklós Jancsó, une histoire hongroise, Yellow Now, Crisnée, 2015, pp. 79-117.)
mientras tanto no suele aconsejar obras no traducidas, pero dado que es harto improbable su subtitulado autóctono (¡ojalá me equivoque!), parece oportuno alertar, por lo menos, de su aparición francesa. Al fin y al cabo, Miklós Jancsó fue un maestro en un momento en que los cineastas de izquierdas no eran tan raros como lo son hoy.
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5 /
2016