Skip to content

La historia falsa y otros escritos

Capitán Swing,

Madrid,

496 págs.

J.-R. Capella

Hay que felicitarse por la edición en castellano de este libro, por otra parte excelentemente presentado desde el punto de vista editorial —buen papel, excelente tamaño de los tipos y ninguna racanería en la disposición del texto, amén de bellas páginas de guarda—. El lector obtiene así un hermoso libro además de una obra interesantísima, como es norma tratándose de este autor.

La historia falsa reúne en realidad tres libros de L. Canfora: ¡Europa nos lo exige!, de 2012; La naturaleza del poder, de 2009, y La historia falsa, de 2008, presentados en este mismo orden.

¡Europa nos lo exige! se compone de quince análisis o reflexiones sobre la falsedad fundamental de la Unión Europea, de la moneda única y los reglamentos que la rigen, y sus consecuencias sociales. Es un texto vivo y polémico que da cuenta sobre todo de las condiciones políticas impuestas por la UE y el Banco Central Europeo al derribar o formar gobiernos y al dictar políticas antipopulares. Es un excelente retrato de la falsificación de la política hecha aparentemente en público y de la inanidad actual de la arena electoral. Y también una crítica del gobierno supuestamente «técnico» de la UE y de la pretendida imposibilidad de política alternativa a la existente. Ahora bien: Canfora señala que «la eventual izquierda que resurja tendrá que esforzarse mucho para hacer olvidar lo que ha hecho en perjuicio de las clases asalariadas y del país en su conjunto». Hay que aplicarse el cuento: cosas como la reforma constitucional de Zapatero —que obliga a pagar la deuda antes que salarios, pensiones y servicios públicos—, o el europapanatismo de tanta gente ante la política económica europea o el euro mismo, han de ser enérgicamente rechazadas. En el libro de Canfora no hay complacencia, sino análisis, y un análisis político que está a años luz del comentario epitelial que suele asomar en las páginas de los periódicos y en las tertulias de la tele. Sólo por esta parte ya vale la pena el volumen entero.

La naturaleza del poder reúne ensayos acaso de otra naturaleza; más en profundidad, se diría. Se trata de una reflexión no por fragmentaria menos interesante sobre los conceptos con los que se analiza el poder. Ciertos epígrafes, como «Jefe», «Cesarismo», «pueblo profundo», etc., abordan en el fondo el tema de las cambiadas formas y estructuras que asume el poder hoy, que ya no responden más que transmutándolas a las formas y estructuras del pasado. El lector se beneficiará aquí de la acumulación de sabiduría política de la izquierda intelectual italiana. Canfora no ha cambiado de chaqueta y prolonga esa tradición criticándola con autoridad y buen sentido. (Lo del cambio de chaqueta viene a cuento porque tanto en Italia como en España muchísimos intelectuales, al descubrir lo infundado de sus antiguas certidumbres, han cambiado de bando, mientras que otros escarban exacerbadamente en su dogmatismo progresista. Canfora, como saben bien los que le siguen, escapa a estas dos categorías.)

La historia falsa, tercera y más amplia parte del libro comentado, puede ser devorada como una novela de Le Carré, con la particularidad de que aquí el autor es un historiador de formación clásica que reflexiona sobre las falsedades documentales que acaban convirtiéndose en verdades aceptadas sin ton ni son. Los temas centrales de la falsificación histórica son en este caso dos —aunque de pasada comparezcan otras, como el falso «Informe secreto de Khrushev» que circuló trufado de alteraciones por la CIA—: el testamento de Lenin y una «extraña carta» dirigida a Antonio Gramsci, detenido en vísperas de su proceso, por el secretario general de su partido en funciones, Ruggero Griego, remitida desde Moscú, y que está en el origen del distanciamiento de Gramsci de esa dirección del Partido Comunista de Italia durante su encarcelamiento. Pero vayamos por partes.

La falsificación del texto conocido como testamento de Lenin, debida naturalmente a Stalin, consistente en el añadido de una frase descalificadora de Trotsky, así como el aplazamiento y limitación del conocimiento del texto leninista por el conjunto de los dirigentes soviéticos, que finalmente lo descartaron y ocultaron, ocupa sesenta páginas. En ellas Canfora examina con gran precisión las circunstancias en que se tomaban al dictado las palabras de un Lenin muy mermado por sus ictus, y los procedimientos para conservarlas preservando su autenticidad, por una parte, y las inserta, por otra, en el contexto de las alternativas políticas existentes en aquel momento y las tomas de posición de quien estaba dejando de ser la primera autoridad de la Rusia revolucionaria. Quien haya leído El último combate de Lenin de Moshe Lewin encontrará aquí respuesta a las cuestiones que se planteaban en ese interesante libro de 1967. En este punto es ante todo el lado historiador de Canfora el que toma la palabra.

El caso de la extraña carta que a Gramsci, preso, le hizo encabritar es más complejo. Digamos que es una carta redactada al menos en parte por Grieco en Basilea, enviada a Moscú para que desde allí, y con remitente explícito en el Hotel Lux —donde se hospedaban los dirigentes comunistas extranjeros— le fuera expedida a Gramsci, encarcelado —por lo que la carta sería leída en todo caso por las autoridades—, con un contenido incompatible tanto con la estrategia de Gramsci (y Terracini) en su proceso ante el Tribunal Especial fascista cuanto con las negociaciones secretas, a través del nuncio vaticano en Berlín, Pacelli, para intercambiarles por obispos presos en la Unión Soviética. Sin embargo el estudio interesante y prolijo de Canfora en La historia falsa es revisado y ampliado en publicaciones posteriores de este autor, sobre todo en Spie, Urss, antifascismo. Gramsci 1926-1937, de 2012, y en Gramsci in carcere e il fascismo, también de 2012.

El trabajo de Canfora en La historia falsa se centra en la posibilidad de que aquella carta, además de imprudente e inoportuna, fuera en parte una falsificación policial sobre la base de una carta verdadera. En los dos libros posteriores Canfora examina otra posibilidad: la de que la carta fuera en realidad una provocación.

En cualquier caso, a causa principalmente de esa carta, Gramsci no quiso tener contacto ninguno con la dirección del PCd’I que representaba Griego, manteniéndose en cambio en contacto con Togliatti, a quien le llegaban todas las cartas de Gramsci copiadas por su cuñada y remitidas a través de Piero Sraffa, naturalmente con el conocimiento del preso.

Canfora esclarece las circunstancias de la detención de Gramsci, atribuida hasta ahora a su propia imprudencia (un supuesto que acogió entre nosotros M. Sacristán en su libro sobre Gramsci), y señala las irresponsabilidades de quienes estaban encargados de velar por la seguridad del principal dirigente del partido.

Los textos del trabajo de Canfora sobre la historia de la carta de Grieco y de otras cartas, y de la ocultación y censura durante mucho tiempo por el PCI de ciertas cartas de Gramsci en la cárcel, tienen extraordinario interés para comprender, primero, los avatares terribles de los comunistas bajo el fascismo; luego, para entender la fecundidad de la política de Togliatti a partir de 1944-1945 en la estela de Gramsci; y, además, para comprender las dificultades que crea fabricar una historia bien pulida —que escamotea por ejemplo la penetración del partido comunista por la policía política fascista— cuando las contradicciones y las insuficiencias son un elemento de la realidad.

Canfora nos previene de la falsificación en política; nos previene contra las falsedades puestas en circulación que acaban pasando por historia verdadera. Lo cual tiene particular interés en nuestro propio tiempo, cuando el futuro de escasez de petróleo está determinando guerras y limitaciones de las libertades que, mediante falsedades, se tienen que justificar ante poblaciones crédulas e inconscientes de los peligros verdaderos que las amenazan también a ellas.

27 /

11 /

2013

¿Cómo viven los vivos con los muertos? Hasta que el capitalismo deshumanizó a la sociedad, todos los vivos esperaban la experiencia de la muerte. Era su futuro final. Los vivos eran en sí mismo incompletos. De esa forma vivos y muertos eran interdependientes. Siempre. Sólo una forma de egotismo extraordinariamente moderna rompió esa interdependencia. Con consecuencias desastrosas para los vivos, ahora pensamos en los muertos en términos de los eliminados.

John Berger
Doce tesis sobre la economia de los muertos (1994)

+