¿Cómo viven los vivos con los muertos? Hasta que el capitalismo deshumanizó a la sociedad, todos los vivos esperaban la experiencia de la muerte. Era su futuro final. Los vivos eran en sí mismo incompletos. De esa forma vivos y muertos eran interdependientes. Siempre. Sólo una forma de egotismo extraordinariamente moderna rompió esa interdependencia. Con consecuencias desastrosas para los vivos, ahora pensamos en los muertos en términos de los eliminados.
Acusando desde la tumba
Biblioteca Buridán/Ediciones de Intervención Cultural,
Barcelona,
348 págs.
J.-R. C.
Sin duda lo peor de este libro es su título: no sólo por su tremendismo sino sobre todo por ese uso realmente abusivo del gerundio que está penetrando el castellano por la colonización cultural anglosajona. Pero se trata de un libro muy entretenido e informativo en direcciones muy diversas.
La autora es una periodista británica que sabe relatar muy bien, pero hace más que eso. El libro puede ser leído como una novela negra, por la invitación a devorarlo que comparte con este subgénero literario. Pero no es una novela, sino el relato ágil de unos crímenes reales y del proceso policial y judicial de su investigación y enjuiciamiento. Y, aquí, la novedad: el relato queda intercalado, paso a paso, por una historia de las investigaciones sobre el ADN que están completamente justificadas por la urdimbre de los crímenes en cuestión. El lector profano en materia de genética se ve así ilustrado gracias a la gran habilidad pedagógica de la escritora, e inducido por ello a saber más sobre el asunto. De otro lado, no es cuestión menor la observación sociológica que despliega la autora, una británica con cierta capacidad de distanciamiento acerca del modo de vivir de sus primos —por emplear la expresión de Le Carré— del otro lado del Atlántico.
Por si todo esto fuera poco, se obtienen informaciones valiosas acerca del uso de la investigación del ADN en la práctica criminalística y judicial, así como interrogantes sobre este uso, gracias al cual no pocos inocentes condenados por crímenes que no habían cometido han recuperado la libertad, pero que también ha llevado a muchas personas, dada la brutalidad del derecho penal norteamericano, a sufrir las formas de ejecución capital tan crueles como refinadas técnicamente que esa cultura acepta junto con la mismísima pena de muerte o asesinato de estado.
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2 /
2013