La diferencia fundamental [de la cultura obrera] con la cultura de los intelectuales que tan odiosa me resultaba es el principio de modestia. El militante obrero, el representante obrero, aunque sea culto, es modesto porque, se podría decir, reconoce que existe la muerte, como la reconoce el pueblo. El pueblo sabe que uno muere. El intelectual es una especie de cretino grandilocuente que se empeña en no morirse, es un tipo que no se ha enterado que uno muere, e intenta ser célebre, hacerse un nombre, destacar… esas gilipolleces del intelectual que son el trasunto ideal de su pertenencia a la clase dominante.
Revista mientras tanto número 088
Otoño
2003
NOTAS EDITORIALES
Nota de urgencia sobre las elecciones catalanas
Acerca del proyecto de Constitución Europea
Irak y nosotros tras la ocupación
ACS: el nuevo gran monstruo de la construcción y los servicios
Desde París: el segundo Foro Social Europeo
La Constitución tácita
por Juan Ramón Capella
(Re) pensando la inserción de la universidad en la sociedad actual
por Miracy B. Sousa Gustin
Movimientos sociales y democracia
por Jesús Casquete
Globalización neoliberal y ecologismo de los pobres: entre la violencia estructural y la resistencia popular
por Eduardo Laguens
El trabajo se desmorona, se atomiza: los trabajadores se desorientan
por Miguel Ángel García Calavia
DOCUMENTO
Llamamiento de la Asamblea de Actores y Movimientos Sociales
CITA