¿Cómo viven los vivos con los muertos? Hasta que el capitalismo deshumanizó a la sociedad, todos los vivos esperaban la experiencia de la muerte. Era su futuro final. Los vivos eran en sí mismo incompletos. De esa forma vivos y muertos eran interdependientes. Siempre. Sólo una forma de egotismo extraordinariamente moderna rompió esa interdependencia. Con consecuencias desastrosas para los vivos, ahora pensamos en los muertos en términos de los eliminados.
El holocausto español. Odio y exterminio en la guerra civil y después
Debate,
Barcelona,
Albert Recio Andreu
Diría que estamos ante un libro imprescindible para plantear con madurez el debate sobre la memoria histórica, al tiempo que para pensar el presente. Preston ha realizado un colosal trabajo de recopilación de todos los actos violentos que sucedieron alrededor de la Guerra civil. El libro contiene una detallada relación de muertes, salvajadas y todo tipo de desastres humanos en los dos bandos. No es sin embargo una mera relación, pues analiza las causas y muestra con contundencia que en el bando “nacional” dominó un proyecto de exterminio del enemigo antes, durante y después de la Guerra civil. Por el contrario, la violencia en el campo republicano, si bien en algunos casos respondió también a una voluntad exterminadora, fue en gran parte de tipo reactivo y generó en el propio bando esfuerzos denodados para acabar con ella.
El punto más sustancial del análisis que realiza Preston es el de mostrar que las élites españolas primero aplicaron un esquema maniqueo e inhumano para tratar a la población marroquí (exterminar a los “moros”, tratarlos como no personas) y posteriormente lo aplicaron a la clase obrera interior y la izquierda en general. Este libro constituye por tanto un análisis excelente de lo que representó socialmente la guerra civil. Aunque también debería de servir para reflexionar y replantear el papel de la violencia en el bando revolucionario, puesto que al final la deshumanización acaba pasando una dolorosa factura en términos de pérdida de vida democrática, de degradación de las relaciones sociales y de deslegitimación del propio proyecto.
El libro tiene, además, la oportunidad de publicarse en el momento en el que está acabando otro conflicto armado, igualmente grave aunque de menor entidad. Tras leer el libro y viendo las reacciones al anuncio del fin de la actividad militar de ETA, a uno le sale la vena radical y le gustaría recordar que los que ahora exigen perdón son los mismos que nunca han querido ni siquiera reconocer dónde están las fosas de muchos asesinados. Quizás sería un buen momento para recordarlo. Pero también para la izquierda abertzale debería resultar útil reflexionar sobre la bajeza moral y la inutilidad de aplicar la violencia mortal como instrumento político de transformación.
10 /
2011