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Un hombre afortunado

(trad. de Pilar Vázquez), Alfaguara,

Madrid,

185 págs.

Antonio Giménez Merino

A pesar del tiempo transcurrido desde la publicación en inglés de esta obra de Berger (1967), su lectura es del todo recomendable por varios motivos. El primero de ellos, de contenido: se trata de un importante ensayo de inspiración gramsciana que confronta el conjunto de valores de la clase trabajadora del campo inglés con el pensamiento científico encarnado en un médico rural, en el contexto anterior a la tercera revolución industrial. Leída hoy, esa confrontación –y contaminación, en tanto el protagonista resulta ser un médico verdaderamente preocupado por las condiciones de vida de sus vecinos– ofrece numerosos elementos para tomar distancia crítica del actual estadio de la cultura. El segundo de ellos, de actitud: la empatía de Berger tanto con el espíritu estoico y humanista de John Sassall como con las gentes del medio rural desprovistas de medios de cultura anticipa la posterior trayectoria intelectual y vital del autor. El tercero, de estilo: <i>Un hombre afortunado </i>se mueve inteligentemente entre el ensayo y la narración, apoyado en la aportación estética del fotógrafo Jean Mohr.

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2009

¿Cómo viven los vivos con los muertos? Hasta que el capitalismo deshumanizó a la sociedad, todos los vivos esperaban la experiencia de la muerte. Era su futuro final. Los vivos eran en sí mismo incompletos. De esa forma vivos y muertos eran interdependientes. Siempre. Sólo una forma de egotismo extraordinariamente moderna rompió esa interdependencia. Con consecuencias desastrosas para los vivos, ahora pensamos en los muertos en términos de los eliminados.

John Berger
Doce tesis sobre la economia de los muertos (1994)

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